domingo, 22 de marzo de 2015

Estar donde Dios quiere

Posted on marzo 20, 2015

Kilimajaro, Tanzania, 12 de marzo de 2015.

Domingo en la misión. Las actividades comienzan como es normal, lo cual no significa que tiene que ser rutinario. Temprano nos vamos disponiendo junto con el P. Johntin, con quien nos levantamos temprano, para dar los últimos retoques al sermón, que por ser en swahili, los retoques son mas bien de corregir y practicar, y finalmente imprimirlo. Normalmente nos levantamos antes de lo establecido en el horario, porque suele ser un momento muy tranquilo el de la mañana del domingo. Nos saludamos y luego cada uno trabaja en su cuarto, antes de que empiece el movimiento de gente. Yo suelo disfrutar este momento con unos buenos mates… todavía me queda yerba. Comienza a amanecer y el aire está fresco.

Al rato se comienzan a escuchar unas voces en la puerta de la casa. No molestan ni llaman, sino que conversan esperando que algún padre asome la nariz. Son los monaguillos que según el turno de equipos les toca ayudar en la misa dominical, y se adelantan los encargados de encender el fuego para el incienso. Son muy responsables, tanto que vienen durante la semana a lavar las albas, si quieren acolitar el domingo.



Cuando se hacen las 7:00 am, los saludo, les paso algunos papeles y cartones y los fósforos, y ellos se van a prender fuego y preparar el carbón. Pongo las campanas por las bocinas de la iglesia, y… podemos decir que ya el domingo está en marcha. Luego de media hora, campanas de nuevo, exponemos el Santísimo Sacramento, se reza el rosario mientras los padres confiesan. Luego uno de los padres sale a celebrar misas en dos aldeas, mientras el otro se encarga de la misa parroquial, después las consultas de la gente luego de la misa, y a prepararse para el oratorio por la tarde.

No relato todo lo que puede significar el trabajo completo del día, detalles de caramelos a los niños, o reuniones, etc. Los chicos comienzan a llegar luego de comer, a la siesta. Todavía no saben lo que es la siesta… de los padres. Cierto que en Tanzania no se duerme la siesta, oficialmente. No tienen una palabra para designar la siesta, pero creo que la respetan. Muchas veces he visto que cuando llega el calor agobiante del mediodía, cuando el sol raja la tierra, que se sientan debajo de un árbol, o se acuestan en el pasto, o en un tronco… y se siente que todo acompaña a esa calma. ¿Eso cómo se llama? Lo que sucede es que no se usa el reloj, y no sirve decirles a los niños que vengan a tal hora… Yo ya aprendí, les digo que “cuando el sol está ahí” (señalando con la mano con los cinco dedos juntos hacia el mediodía), los padres descansan un poquito. Eso lo entienden perfecto. Y entonces llegan temprano, se sientan bajo los árboles que están frente a la casa, y hablan bajito, y también descansan. Son geniales.




Cuando ya la hora se acerca, “asomo la nariz”, literalmente y ellos están pendientes hasta del movimiento de picaporte de la casa. Vienen corriendo, buscan las redes de los arcos, las pelotas de fútbol, las camisetas, la imagen de la Virgen… y ya todo comienza a ponerse en marcha en el oratorio. Esto tiene lugar en el campito de enfrente. Como todavía hace calor, se aprovecha el primer momento debajo de la sombra de los árboles, y cuando ya está todo listo, se hace una oración, se les da unas buenas tardes breve… a cargo de las hermanas o de los padres, otra oración, y a jugar. Cada grupo en su sitio, los jóvenes, las niñas, los varones del fútbol, los mas chiquititos. A las seis de la tarde desarmamos el campamento y nos vamos reuniendo junto a la iglesia para rezar el rosario todos juntos caminando y terminando dentro de la iglesia con canto a la Virgen y bendición.



Finalmente cada grupo comienza la dispersión, a su manera, y depende de las edades. Las niñas y los mas chiquitos, salen para la casa temprano. Los jóvenes y los varones del fútbol siempre se demoran un poco más. Porque ellos siempre gozan de mas libertad en la casa en cuanto al horario de regreso. Así que los varones siempre piden hacer alguna actividad más. Y hay que inventar algo, no se quieren ir tan temprano. Yo a veces les invento alguna carrea, o carrera de postas, o búsqueda del tesoro… lo que sea.

Pero aquí viene lo que mas me sorprende, y perdón por tan largo preámbulo, pero muchas veces lo que piden son “las preguntas de catecismo”. Les encanta aprender las preguntas y respuestas del catecismo. Es un catecismo muy completo, más que el famoso de las 93 preguntas nuestro. Pero de ése estilo. Y aquí quiero que se imaginen, lo hermoso que es ver a este grupo de casi treinta chicos, todos sucios por el fútbol y los juegos, sentados alrededor del padre en la puerta de la casa, todos en el piso… Y el padre lee las preguntas, y ellos responden, o repiten las respuestas. Y cada dos o tres preguntas aprovecho a explicarles algo, que a pesar de mi mal swahili, escuchan atentamente.



Los otros días estábamos en este ejercicio, cuando entre pregunta y pregunta levanto la vista y me encuentro con un montón de ojos clavados en mí… particularmente me llamó la atención la mirada de un par de ellos que miraban sin perderse nada. Uno de ellos es un chico que es protestante, y viene siempre a jugar con nosotros, y hasta reza el rosario… y allí estaba mirando atentamente, y repitiendo las respuestas junto a todos. También estaba Peter, y Frenki, y… todos, algunos cerca, otros más lejos. Un clima realmente agradable… me imagino que Cristo enseñaría así a la gente, “en lugar humilde, hermoso y gracioso”, como dice San Ignacio.



Tengo grabada en la memoria esa mirada de los chicos. Fue un instante, no creo que se pueda hablar de un segundo o dos. Un “flash”, que en lenguaje más apropiado debería decirse “gracia actual”. En un instante pude ver lo grande que es poder ser misionero. Ya en el atardecer de un domingo intenso… como tantos otros, pero Dios me quiso decir que ése es mi trabajo, y que eso lo pone contento. No me pide grandes cosas, sino algo que puede pasar desapercibido a los ojos humanos, entre ellos, los ojos del mismo misionero.

Lo mismo me pasó uno días después, en una lejana aldea, en Salawi, que queda como a 40 km del centro parroquial por caminos que por momentos son de bicicletas. Estuve confesando antes de la misa, fuera de la capilla, capilla de barro y techo de pajas, rodeada de chozas del mismo estilo… con gente que miraban admiradas el paso del vehículo y del padre. Allí estaba la fila de cinco niños y niñas que harían su primera comunión, todos ellos muy bien preparados, y esperando con las manos juntas su turno. Sentados en frente, en un montículo de piedras, esperaba el resto de la gente, mamás con sus niños, señoras y hombres mayores. Y nuevamente me vino este pensamiento, como venido del cielo, de lo grandioso del trabajo del misionero. Tal vez podrían ser otros los que estuvieran aquí. A veces pienso que tal vez podrían haber sacerdotes tanzanos, que hablen mejor, que conozcan mejor la cultura… que hablen sukuma. Pero Dios quiso que este sea mi lugar en este momento, y en ése día, y en ése lugar. No es para otro. Y si uno no está… tal vez no esté nadie. Ése es mi lugar, y cuando uno lo piensa, no lo cambiaría por ningún otro.


En la aldea de Salawi



Cuando uno se imagina desde el seminario que va a ser misionero, creo que se imagina escenas como esta… enseñando los rudimentos de la fe a los chicos, o a la gente simple en las aldeas. Por eso pueden ver la gran alegría que me dio en ese momento, aunque no pude llegar a abarcar una gracia así… solo traté de volver una y otra vez sobre esto durante varios días y semanas. Me considero indigno totalmente de una gracia tan grande, de ser misionero en Tanzania, en Ushetu, entre estos chicos, entre esta gente. Y experimentar lo que experimentaba Cristo en Galilea… tal vez.

Les escribo esto en medio de un calor que me hace sudar mientras escribo en la computadora. Estoy de viaje de vacaciones a Argentina, y tengo casi ocho horas de espera en Kilimanjaro. Generosamente en un negocio de comidas me han dejado instalarme, enchufar la computadora, y tratar de trasmitirles a ustedes esto… recibiendo la brisa cálida de la sabana africana.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

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