martes, 19 de abril de 2016

"Sólo con Dios se alegra mi corazón"

Parroquia San Maximiliano María Kolbe
3 de Febrero 144 – tel. 0260- 4420714 – kolbe.sanrafael@ive.org
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4º Domingo de Pascua
17 de abril de 2016 - Año 4 - Nº 194


 
Estamos tristes porque falleció Agustina Geyer, una joven de 21 años, egresada del colegio Isabel la Católica y parroquiana de San Maximiliano Kolbe junto a su familia. Siempre se manifestó como una joven entusiasta y apostólica, a pesar que la enfermedad que tenía y la hacía sufrir mucho.

Como fiel discípula de Cristo, Agustina, no se hizo esquiva a la cruz y aprendió a llevar las dificultades con alegría. Me decía un profesor que su hija le contaba que bromeaba sobre sí misma; decía: “La enfermedad que tengo da una expectativa de vida de 18 años; tengo 21, es decir: me han regalado 3 años.”

Algunos podrán preguntarse: ¿Por qué ella, siendo tan joven?


A estos les responde la Sagrada Escritura; en el libro de la Sabiduría, capítulo 4, versículo 7 y ss, leemos:

El justo, aunque muera prematuramente, halla el descanso. La ancianidad venerable no es la de los muchos días ni se mide por el número de años; la verdadera canicie para el hombre es la prudencia, y la edad provecta, una vida inmaculada.

Agradó a Dios y fue amado, y como vivía entre pecadores, fue trasladado. Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia o el engaño sedujera su alma; pues la fascinación del mal empaña el bien y los vaivenes de la concupiscencia corrompen el espíritu ingenuo.

Alcanzando en breve la perfección, llenó largos años. Su alma era del agrado del Señor, por eso se apresuró a sacarle de entre la maldad.

Lo ven las gentes y no comprenden, ni caen en cuenta que la gracia y la misericordia son para sus elegidos y su visita para sus santos. El justo muerto condena a los impíos vivos, y la juventud pronto consumada, la larga ancianidad del inicuo.

Ven la muerte del sabio, mas no comprenden los planes del Señor sobre él ni por qué le ha puesto en seguridad; lo ven y lo desprecian, pero el Señor se reirá de ellos.

Los hombres sin fe no comprenderán por qué sus familiares llenos de dolor por la separación momentánea, se encuentran serenos.

Los hombres sin fe no comprenderán nunca por qué se alegran los cristianos ante una partida como esta: ¡es que llegó a la Patria! una de nosotros llegó hasta el Señor y con ella llegamos también nosotros de algún modo. El misterio de la comunión de los santos nos da la seguridad que Agustina fue al cielo pero no se alejó de nosotros. Hoy no tiene los límites que le imponía su cuerpo, se hace presente cada vez que la evocamos en la oración, en una conversación fraterna.

Lo que el Señor enseño que donde haya dos o tres reunidos en su nombre allí estaría Él, también se cumple con los cristianos. De algún modo misterioso pero real, nos mantenemos unidos a nuestros hermanos; a los que están en este mundo, a los que lo dejaron para ir junto al Señor. Realmente están con nosotros, están ayudándonos, velan por nosotros, están atentos a nuestras necesidades.

Agustina no dejará sola a su familia a quien quiso entrañablemente; no dejará a sus amigas y compañeras egresadas; no dejará a sus amigos de los grupos parroquiales; no dejará a sus alumnos de catecismo.

Un día le pedí que me ayudara con los monaguillos y con un brillo indescriptible en los ojos y una gran sonrisa, me dijo que sí; que a ella siempre le hubiera gustado servir en el altar durante la misa. Por eso tampoco dejará de ayudarme con los monaguillos a quienes “envidiaba” porque estaban cerca del altar en la santa misa, como me lo dijo una vez con gestos y palabras.

Recemos por Agustina y el consuelo de su familia. Rezo porque el Señor nos halle “maduros” como la encontró a ella para llevársela antes que sufra en este mundo.

Dios los bendiga. Rezo por ustedes.-



P. Raúl Harriague
Párroco


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