jueves, 30 de abril de 2015

Primeros Juegos Florales en el Aspirantado Santa Cristina

misionesIVE abril 27, 2015 Egipto



Desde que hemos comenzado nuestro apostolado en esta Casa de Formación (el Aspirantado) siempre hemos tenido el sueño de hacer también en Egipto los “juegos florales”, actividad que tanto bien nos ha hecho a nosotras, por los sacrificios y renuncias que implica, por el espíritu de familia que fomenta, por enseñarnos a trabajar en equipo. Es allí donde hemos descubierto muchos dones ocultos, y los hemos vivido en un clima de grandísima alegría. Siempre hemos tenido el sueño de realizar en Egipto “¡Los Juegos Florales!”.

Llegó el momento de “poner los pies sobre la tierra y dejar de soñar”… y nos sentamos a organizar. Es fácil soñar, pero cuando nos dispusimos a armarlo todo, nos dimos cuenta, que sería más difícil de lo que imaginábamos. Somos misioneras, amamos nuestra misión y nos esforzamos mucho por aprender día a día la lengua y aun así, a duras penas nos comunicamos… ¡Bendito sea Dios!…

-“Hagamos las listas de buena fe”. “Mejor en español… después las traducimos”…

-“Hagamos una gran escenografía que diga…. ya vemos a quién le pedimos que nos lo escriba rápido…”

-“Ya hice las competencias de geografía, de cultura general, de religión, de Sagradas Escrituras en dos niveles, pero en español… ¿mmm, alguien sabe cómo se dice Renacimiento, Edicto de Milán, Sistema solar, Paralelo y Hemisferios en árabe?…”

-“¡Hagamos un súper Jingle que lo canten todos los días!, ¡conozco melodías muy pegajosas! ¿Pero… y la letra?”

Nos sentíamos atadas de pies y manos… porque si habitualmente tiene su dificultad encontrar las palabras de uso cotidiano para conversar normalmente en la mesa, ¡mayor es la dificultad para encontrar palabras relacionadas con “luchar-vencer” “competencias-competir” “ensanchar el alma-ser noble- tener ideales grandes, heroísmo” “primer puesto-segundo puesto” y todos sus derivados!

Y si es difícil hablar árabe… ¡más difícil aún es escribirlo!… Y si es difícil escribirlo, ¡más difícil aún es encontrar las letras árabes en el teclado para formar frases en una computadora! Y si es difícil hacer rima y poesía en nuestra lengua, ¡más difícil es hacer rimar sonidos tan cacofónicos como son las palabras árabes!

Pero, ¿le vamos a poner trabas a la obra de Dios? ¿¡A Él, que nos inspira con su “divina sabiduría” que es más sabia que todas las seguridades humanas y perfectos razonamientos!? ¿¡A Él, que nos eligió a nosotras y puso esas almitas en nuestras manos, y que nos conoce muy bien, pues Él bien sabe “que no somos más que barro” ?

¡No!. ¡Adelante!. Y con mucho esfuerzo, con mucho trabajo en equipo, con la ayuda de mucha gente, poquito a poco fuimos superando estas barreras. ¡Y empezamos los Juegos Florales!

-“¿Qué son y cómo se juegan?”- nos preguntaban las aspirantes, llenas de entusiasmo. Se los explicamos y se llenaron de ganas, de ilusiones, pero nunca se hubieran imaginado cuánta entrega, cuánto sacrificio, cuánta renuncia implicaría de parte de ellas. Eso lo experimentaron a lo largo de toda la semana ¡y lo supieron hacer muy bien!
Presntación del estandarte
Competencia de Geografía

Era la primera vez que competían ¡pero lo dieron todo en cada competencia!, se vencieron a sí mismas en muchas cosas, presentaron dibujos y trabajos muy bien terminados (algunos no tanto… como en todos lados, ¿no?), hicieron lindos estandartes, estudiaron como nunca antes (recen para que perseveren en este “nuevo estilo de vida”), hicieron obritas de teatro muy serias y lindas, se ayudaron mucho, se sacrificaron más… Estaban llenas de ilusiones, no hacían más que hablar de eso.

Los Patronos de los equipos fueron: Bto. José Luis Sánchez del Rio y Bto. Rolando Rivi. Hicimos el Jingle…. ¡En árabe! En el Jingle había muchas palabras de las cuales ellas no conocían exactamente el significado como “noble” o “heroísmo”…. Entonces aprovechamos también para explicarles más (siempre con nuestro tan limitado árabe). Cerramos los juegos con una obrita de teatro que hicimos traducir para la ocasión.
Obra de teatro



Todo se vivió en un clima de gran alegría. No hablaban de otra cosa que de la competencia de ese día, así sea repasando historia, geografía, cultura general, catecismo, etc.

Por gracia de Dios, ¡los juegos fueron espléndidos!

Espléndidos porque vivimos en un clima hermoso de familia. Espléndidos porque fuimos testigos de las renuncias y de los sacrificios de las aspirantes, y eso mismo fue para ellas fuente de grandísima alegría. Espléndidos porque experimentamos que Dios se vale de nuestra NADA, de nuestra debilidad, de nuestras falencias para transformar las almas… y que le son muy agradables nuestras renuncias, nuestros trabajos y los recibe gustoso, no sólo por el bien de las almas, sino para hacer crecer a sus misioneros en su amor, en su confianza, ¡en el amor de las almas y de la misión! Dios quería que fuesen unos Juegos Florales “espléndidos” ¡y Él mismo se encargó de que así fueran!
Competencia de música



Damos gracias a todos los que nos ayudaron, a los que hicieron de jurados, a los que nos auxiliaron en las traducciones, a los que vivieron con nosotras esta semana. Damos gracias a Dios, que ha querido llamarnos a ser misioneras, y que día a día nos sostiene y nos llena el alma de sobrenatural entusiasmo y de grandes deseos de hacer obras grandes por Él.

“Con Gran Generosidad, para dar a Dios todo lo que nos pida, MÁS SIEMPRE MÁS”

En Cristo,

Madre María de Belén, Hna. Maria Felicitas Dei y Hna. Mariam Fatme

Misioneras en Medio Oriente.

miércoles, 29 de abril de 2015

Pasión y Victoria de Cristo en Dachau

misionesIVE abril 28, 2015 Uncategorized

Dedicado a nuestros sacerdotes

Hace un tiempo atrás tuve la oportunidad de visitar el primer campo de concentración nazi, ubicado en la ciudad de Dachau, a 13 km. a las afueras de Munich. Si bien la visita fue breve por el escaso tiempo con el que contábamos, sin embargo fue suficiente para captar algo de aquel gran sufrimiento que afectó a Europa entre 1933 y 1945. Con esta crónica desearía dar a conocer un poco del sufrimiento por el pasaron especialmente los sacerdotes y reflexionar sobre el aspecto de “redención” en torno a este tremendo misterio de dolor. Mientras recorría los pabellones de Dachau, convertidos ahora en museo, particularmente con documentación fotográfica, dos cosas me venían a la mente: la intensidad del odio y la intensidad del dolor. Al mismo tiempo, pensaba en la intensidad del amor con el que muchos de ellos se abrazaron a su cruz.


Los gobernantes del Tercer Reich, organizaron el campo de concentración de Dachau para ser el modelo a partir del cual organizarían los demás campos los que, sucediendo a éste, fueron implementados en todo el imperio nazi. Luego de atravesar el portón de ingreso con las irónicas palabras “Arbeit macht frei” (el trabajo hace libres), llama la atención ver en el primer pabellón a la derecha, que era la zona de cocina y despensas, el plan estratégico con todos los campos de concentración del Reich. “Dachau sirvió de modelo para los posteriores campos de concentración y más tarde fue la ‘escuela de violencia’ de los hombres de las SS, bajo cuyas órdenes se encontraba. Durante los doce años de su existencia, más de 200.000 personas procedentes de toda Europa fueron encarceladas aquí y en los numerosos campos secundarios. Fueron asesinados 41.500 prisioneros”[1].


Dachau fue un campo especial, puesto que un grupo especial de personas deportado a este campo de concentración, fue aquel de los sacerdotes. A Dachau, fueron deportados 2.579 sacerdotes, seminaristas y monjes católicos. De ellos, 1.034 murieron en el campo de concentración. Cristo, identificado de modo especial con sus sagrados ministros del altar, prolongó en ellos, de modo dramático, su pasión y su victoria. En el campo de Dachau, ellos ejercieron de modo heroico su ministerio pastoral, asistiendo espiritualmente a quienes se encontraban marcados por la misma suerte que ellos. Pero sobre todo, se configuraron allí con Cristo sacerdote y víctima. Cómo Él fueron traicionados, abatidos con pesadas cargas físicas, humillados, escarnecidos, perseguidos, encarcelados, torturados y, en fin, muchos de ellos encontraron allí el martirio.

Hace un tiempo llegó a mis manos el libro en inglés “Christ in Dachau” escrito por el sacerdote John Lenz, sobreviviente de Dachau[2]. Su libro es muy hermoso dado que uno puede seguir, como si fuese en primera persona, los sufrimientos por los que pasaron los prisioneros. Está escrito a modo de crónica, con profundas reflexiones que dejan ver cómo el autor tuvo la gracia de aprovechar estos terribles sufrimientos para su santificación. Así nos lo dice el mismo autor: «Se me pidió escribir sobre mis experiencias personales en Dachau, el pedido vino de una alta autoridad eclesiástica. Se desarrolló así un libro acerca de todos los sacerdotes en Dachau. El libro apunta a responder desde la luz de la fe, innumerables preguntas vitales a las cuales nos enfrentábamos constantemente en Dachau. No es ni una historia de terror ni un himno de odio. Es la simple historia de seres humanos y sus problemas espirituales, la historia de los caminos milagrosos de la gracia de Dios en medio de la furia del Infierno. Seria suficientemente fácil permanecer en silencio. Bastante fácil pasar simplemente por alto las manifestaciones de la grandeza de Dios, evitar el surgir de recriminaciones violentas tan solo movido por la cobardía. El amor propio puede encontrar siempre motivos para tal evasión. Pero no es este el camino correcto para nosotros, pues en ese camino no encontraremos ni valor, ni fe, y mucho menos podremos ganar la corona de mártir. La Iglesia de Cristo, siempre ha elegido la otra ruta. Ya ha sido escrito mucho sobre Dachau. Cientos de libros y panfletos sobre el campo, han circulado ya por todo el mundo. Los que fueron escritos por sacerdotes, brillan como faros en la masa de la “literatura del horror”, pues el horror era solo la mitad de la verdad, solamente un lado de la historia de la vida en el campo de concentración. Quienes no encontraron a Cristo en las profundidades de la miseria y del horror de Dachau, se perdieron la más maravillosa experiencia de todo…»[3].


Así también lo cuenta otro sacerdote sobreviviente, el padre luxemburgués Bernard, en el prólogo de su libro: « He accedido a publicar bajo este formato lo que entonces escribí, sin añadir cambio alguno, en memoria de mis compañeros sacerdotes muertos en Dachau, pues conviene no olvidar nunca qué ocurrió allí y en otros sitios semejantes. El olvido sería una cobardía por parte de aquellos en cuyo nombre se cometieron esos crímenes […]. Querer olvidar manifestaría también debilidad por parte de quienes sufrieron; significaría que, aunque fueron capaces de sobrellevar con coraje tanto dolor, ahora carecen de fortaleza interior para reflexionar sobre lo que soportaron y valorar lo que ha significado en sus propias vidas; lo que equivale a olvidar para hacer más fácil el perdón. Y, en definitiva, significaría también cerrar los ojos a hechos similares que se repiten hoy en día a la vista de todos, en muchas otras partes del mundo. Pero debemos perdonar. Debemos perdonar aun siendo conscientes del inmenso horror de lo sucedido, y no solo porque no se puede construir nada- ni una Europa nueva ni un mundo nuevo- sobre los cimientos del odio, sino, sobre todo, por amor a Dios, que nos manda perdonar y nos urge a ellos, y ante quienes víctimas y verdugos son pobres pecadores necesitados de misericordia”[4].


Los sacerdotes eran asignados a la barraca 26. Luego, también la barraca número 28 fue destinada para los muchos sacerdotes polacos. Gran número de los sacerdotes polacos fueron elegidos para los experimentos médicos, entre los cuáles se encontraban los experimentos de malaria[5]. Entre los sacerdotes que estuvieron en Dachau, se encontraban el Beato Hilario Januszewski, mártir carmelita de Dachau, el Beato Tito Brandsma, también mártir carmelita en Dachau, el P. José Kenntenich, el Franciscano Petrus Mangold, muerto en Dachau en 1942, quien realizó una lista de los prisioneros religiosos, que fue la primera lista conocida en el exterior[6]. En Dachau fue ordenado sacerdote el Beato Karl Maria Leisner, del movimiento de Schönsttat. «Karl Leisner se ordena diácono en 1939. Al poco tiempo le detiene la Gestapo, y es deportado al campo de concentración de Sachenhausen, y después a Dachau. Contrae la tuberculosis y su salud se deteriora rápidamente. El 9 de septiembre de 1944, llega a Dachau un obispo francés, monseñor Gabriel Piguet. La oración y el culto están proscritos. “Aquí no hay Dios”, le dijo un guardia al obispo Piguet, ahora llamado preso 103.001. No se permiten las reuniones; ningún sacerdote debe acercarse a la enfermería, medida de precaución para evitar que se administre la extremaunción. El fin de la guerra se ve cerca, pero los sacerdotes alemanes temen que Karl Leisner no aguante. Debe ser ordenado de inmediato. Se ponen en contacto con el preso 103.001, que inicialmente se resiste. “Una ordenación de un sacerdote en el campo de exterminio de sacerdotes sería una revancha de Dios y un signo de victoria del sacerdocio sobre el nazismo”, dice, para convencerle, el padre De Connick, un jesuita belga. El obispo accede, pero advierte de que es necesario seguir los pasos debidos, y obtener las autorizaciones del obispo de Münster (la de procedencia del diácono) y del arzobispo de Munich, la diócesis de Dachau. Llegar hasta el segundo resultó relativamente sencillo. Acceder a Von Gallen, en cambio, fue una odisea. El prelado se hallaba bajo arresto domiciliario, por sus célebres homilías contra el régimen, que inspiraron el movimiento de la Rosa Blanca. Poco después de la guerra, le crearía cardenal su amigo Pío XII. Benedicto XVI le beatificó en 2005. La ordenación se fijó para el 17 de diciembre. Los presos confeccionaron como pudieron las vestimentas litúrgicas del obispo. “No se omitió ningún rito”, relataría después monseñor Piguet. “Recuerdo el fervor y la emoción. Me pareció estar en la catedral o en la capilla de mi Seminario. Nada, absolutamente nada, se perdió de la grandeza religiosa de esta ordenación, probablemente única en los anales de la Historia”. Se levantó acta de la ordenación, para dar fe al obispo de Münster. “En el bloque de los sacerdotes, la alegría y la gratitud a Dios alcanzaron el máximo grado. Verdaderamente, allí donde el sacerdocio había sido humillado y donde debía haber sido destruido, la revancha divina había sido brillante” »[7]. Nueve días después el P. Leisner celebró su primera y única Misa. Un hombre moribundo, que había alcanzado su meta en la tierra. Cinco días después que el campo fue liberado por los americanos, fue llevado al convento hospital en Planegg, cerca de Munich, donde murió el 12 de agosto de 1945. Las últimas palabras de su diario, pudieron muy bien haber sido escritas para sus camaradas sacerdotes en Dachau: “Amor- Caridad- Reparación. Oh Dios, bendice a mis enemigos”. (foto B. Karl Leisner)

También, en Dachau estuvo recluido Victor Frankl.

Intensidad del odio
Los prisioneros que ingresaron a Dachau, fueron víctimas de un gran odio, de naturaleza diabólico, perpetrado sobre sus cuerpos y sobre sus espíritus.


El Padre Lenz, en muchas partes del libro, describe con detalles los sufrimientos por los que atravesaban a diario.


«Los nuevos 69 recién llegados, recibimos la orden de presentarnos ante el comandante del escuadrón de castigo en la mañana siguiente, Domingo 10 de agosto de 1940 […]. Era domingo, pero no había nada en este lugar que nos recordase del hecho, pues Dios había sido prohibido. Solo en las almas de aquellos que aún permanecían fieles a Él a través de las pruebas, sufrimientos y desilusiones, Dios aún permanecía en secreto. Y así en nuestros corazones valorábamos a Dios en sagrada lealtad – ante el rostro de Satanás y de sus seguidores. Un mundo sin Dios por necesidad debe convertirse en un infierno en la tierra. Pero la justicia de Dios estaba aún allí – y también su amor misericordioso. Dachau nos enseñó mucho, y nos enseñó rápido. En poco tiempo uno adquiría una madurez espiritual que hubiese tomado años de ganada dura experiencia de adquirir en la vida diaria. Aprendimos una compostura interior, a nunca escandalizarnos o sorprendernos jamás por nada. Era una dura escuela, pero nos enseñó una invalorable lección. Aprendimos cómo agarrarnos de Dios».

Intensidad de Sufrimiento
« ¿Es verdad cuanto dicen los periódicos acerca de los campos de concentración? Una y otra vez la gente me ha hecho esta pregunta. […] Los relatos en los periódicos ciertamente eran verdaderos, pero solo mostraban un lado del horror, solo la mitad de la verdad. Los periodistas nunca podían describir la miseria real, el sufrimiento espiritual, las incontables tragedias en las mismas profundidades de las almas de algunos de los prisioneros. […] Esta era la escena en la cual nos encontramos de repente los sacerdotes. Todo era sorprendentemente nuevo para nosotros. O nos hundíamos o nadábamos, desde el primer momento, y no era para nada fácil, particularmente para aquellos de nosotros que ya éramos mayores. Para los jóvenes campeones de la causa de Dios, las cosas eran infinitamente más fácil, pero dos tercios de los sacerdotes en el bloque 26 eran mayores de cincuenta, y un cuarto mayores de sesenta. Sin embargo en Dachau, tanto como en cualquier parte en esta vida, no era la edad lo que contaba sino la madurez espiritual interior. […]A menudo la gente me preguntaba. ¿Cómo pudo permitir Dios tal injusticia? ¿Cómo pudo Dios permitir que Sus propios sacerdotes soportaran tal miseria y sufrimiento? La mayoría de la gente que me hacía tales preguntas no se había tomado el trabajo de pensar con claridad; sin embargo una y otra vez uno podía escuchar esta pregunta en Dachau, hasta en medio de los sacerdotes. Una mirada a la Cruz de Nuestro Señor y Redentor ciertamente nos provee a todos con la verdadera respuesta. […] La Cruz es mi libro, decía el santo hermano capuchino, Konrad de Parzham. […]Muchos de nosotros habíamos envejecido en la sabiduría de libros, pero en la sabiduría de la Cruz, todavía teníamos mucho por aprender. Pues la Cruz provee la respuesta a todo. ¡Cómo pudo Dios permitir a Su propio Hijo…! No sólo le permitió morir por nosotros, sino que fue su voluntad activa que así fuera. Nos enfrentábamos con muchas desilusiones en Dachau, pero quizás la más amarga de todas era el reconocimiento de que había algunos de nosotros que quedaban muy lejos del ideal del sacerdote. Nadie se atrevería a negar que éramos todos humanos y que cada uno de nosotros es capaz de caer, pero igualmente la vista de un sacerdote a quién habían faltado las fuerzas para resistir a las nuevas tentaciones a las cuales todos estábamos expuestos, era en verdad algo doloroso. Trágicos como tales casos eran, sin embargo, nos ayudaban a hacernos comprender nuestra propia miseria y ver que no podíamos lograr nada sin la ayuda de Dios – un reconocimiento humillante pero dador de fuerzas.

La vida en Dachau exigía un alto grado de paciencia y de caridad cristiana. A menos que uno se mantuviese agarrado de Dios, sino uno estaba en constante peligro de perecer. El tipo de vida que se nos había impuesto, presentaba tentaciones nuevas e inhumanas, y en verdad había algunos entre nosotros que caían víctimas de la miseria física y espiritual que a menudo acompañaba nuestra situación. El hambre incesante era una prueba terrible tanto para el cuerpo como para el alma, la estrechez y la tensión nerviosa de los pabellones comunitarios, era casi insoportable […]. A veces era demasiado de soportar: la injusticia de nuestro encarcelamiento, que parecía interminable; la desesperanza de nuestra situación; las constantes pequeñas irritaciones de la vida comunitaria; sobre todo, la gris monotonía de nuestra existencia diaria que parecía en extremo fútil. Estos eran, graves pesos espirituales y probaron ser demasiado pesados para algunos. Trágico como esto era, sin embargo, constituía otra lección para nosotros: aprendimos a acercarnos a Dios en el conocimiento de que éramos humanos. Así como la Iglesia de Cristo es una institución divina en las manos del Hombre, así Dios deliberadamente eligió instrumentos humanos para su plan Divino. Nosotros éramos los instrumentos, a causa de nuestra debilidad. “Satanás ha pedido zarandearte como el trigo” (Lc 22,3), le dijo Cristo a los primeros Apóstoles, los primeros sacerdotes de la Iglesia. El demonio en verdad no respeta las personas»[8].

Tomando uno de los innumerables ejemplos, leemos en el libro del Padre Bernard:
«En el camino le pregunto al hombre que está a mi lado:
– ¿Qué ha querido decir el jefe de habitación con lo del Viernes Santo?
– Significa que “lo peor ya pasó”. El Viernes Santo anterior, los SS encontraron un pretexto para castigar a sesenta sacerdotes con una hora de “árbol”. Es el castigo más suave del campo. Al preso le atan las manos detrás de la espalda, con las palmas hacia fuera y los dedos para atrás. Luego le tuercen las manos hacia dentro, le ponen una cadena en las muñecas y tiran de ella hacia arriba. Su propio peso le retuerce las articulaciones y se las destroza. […] Nos han estado amenazando con eso durante meses. La Cuaresma ha sido espantosa. Por no darles ni la más mínima excusa, casi no nos atrevíamos ni a respirar. Varios de los sacerdotes a los que colgaron el año pasado no se recuperaron nunca y acabaron muriendo. Si no tienes un corazón fuerte, no sobrevives. Muchos se han quedado lisiados de las manos para siempre»[9].


De modo particular sufrían los Ministros de Cristo, sus sacerdotes, completando así en ellos “lo que falta a la pasión de Cristo”. Comenta el Padre Lenz: “a los sacerdotes les estaban asignados los peores trabajos. Nuestros camaradas veían que nos hacían nuestra existencia lo más dura posible, y nuestra caridad cristiana a menudo era puesta a pruebas, hasta el extremo”.

En 1945, cuando ya estaba próximo el fin de la guerra y la liberación, el campo se ve afectado por una terrible epidemia de tifus. Los infectados y moribundos, estaban recluidos en la barraca 21. Los guardias de la SS y enfermeros no se atrevían a entrar por miedo al contagio. Solo contaban los pobres moribundos con la ayuda de los sacerdotes. «La tifus hacía estragos en el campo. Más de cien prisioneros morían cada día, sin sacerdotes disponibles para consolarlos en su última agonía. Las reglas de cuarentena eran tan estrictas y tan grande el peligro de contagio para la comunidad de los sacerdotes en su totalidad, que era imposible para cualquiera de nosotros arriesgarnos tratando de llegar a los enfermos. La situación era desesperante, que el rostro del Padre Schelling mostraba gran gravedad cuando nos dirigió unas palabras a la comunidad luego de misa el 11 de febrero. Nos dijo que los sacerdotes polacos habían logrado lo que parecía imposible y habían obtenido permiso de las autoridades de la SS para trabajar en medio de los moribundos en el bloque de reclusión de tifus. […] La administración del campo estaba feliz de contar con voluntarios del bloque de sacerdotes polacos. Pero que habían pocos hombres capaces para tomar este extenuante trabajo entre la comunidad polaca quienes habían sufrido demasiado el hambre y la privación, y por esto su capellán recurría a nosotros para que los ayudásemos. […] Me encontré en un terrible estado de conflicto espiritual. […] Hasta entonces había sido salvado de tantos peligros, había escapado la muerte por la misericordia de Dios en tantas ocasiones… ¿Me pedía Él el último sacrificio ahora, en la última hora? De pronto me vi abatido por un gran terror ante el pensamiento de que Dios me pudiese pedir de caminar deliberadamente hacia aquello que bien podía significar ahora la muerte. ¡Sea hecha tu voluntad!” recé como nunca antes. […] Me ofrecí a Dios completamente durante la misa de esa mañana, como un instrumento Suyo para que Él me usase como quisiese. […] En la mañana del miércoles de ceniza embalé mis pocas preciadas pertenencias… y seguí al Padre Schelling quien nos acompañó a las puertas de la barraca de aislamiento. […] Pasé la mayor parte del día entre los moribundos de la sala 4, administrando los últimos sacramentos y haciendo cuanto posible para confortar a los desgraciados para quienes la muerte no traía sino horror. Fueron muchos los que encontraron su camino de regreso a Dios en esos días, y agradecí a Dios en toda humildad por usarme como su instrumento. Además del esfuerzo de largas horas de trabajo en tales condiciones, el hedor en la sala era casi intolerable- el terrible supurante olor de la peste»[10].

La Victoria de Cristo- La Capilla en la Barraca 26


Gracias a los esfuerzos de la jerarquía católica y del Santo Padre Pío XII, se pudo negociar con las autoridades nazis de Berlín, que los sacerdotes fuesen agrupados en una barraca, que se les proveyesen de breviarios y que tuviesen tiempo para el trabajo espiritual. Así se formó la mayor comunidad religiosa que ha existido, y recluida en un campo de concentración. Comenta el Padre Lenz: «Dachau vino a ser la más grande y a la vez la más rigurosa comunidad de clausura en el mundo, pues unos 2600 sacerdotes de la Iglesia Católica, de 136 diócesis y 24 naciones, vinieron a formar partes de esta gran comunidad religiosa. De este modo, Dachau llegó a ser un verdadero centro de espiritualidad, una “central eléctrica de oración” en medio del mismo Infierno. ¡Ciertamente esto era un milagro, un triunfo de la Iglesia de Cristo detrás de los alambres de púa!» Los sacerdotes nunca abandonaron la oración y los sacramentos, ni en esas circunstancias extremas, y eso les permitió preservar su humanidad y mantener la esperanza[11]. ¡En agosto de 1940, llegan órdenes desde Berlín de proveer una capilla en la barraca 26! Pero los jefes ateos del campo, demoraron la ejecución de esta orden cuanto más pudieron, recién hasta el 15 de enero de 1941. Los sacerdotes prisioneros no podían creer que esto iba a suceder. A pesar de las humillaciones de los jefes, a quienes solo les interesaba cumplir órdenes cuánto antes, en pocos días arreglaron la capilla. Los trabajos se hicieron día y noche, hasta completarla: altar, crucifijo, e incluso ventanas pintadas con cruces rojas.


El 22 de enero pudieron finalmente conseguir pan y vino para el sacrificio. «Fue una ocasión inolvidable p ara todos nosotros. Eran las cinco de la mañana y afuera, la oscuridad y miseria del campo. Sin embargo adentro, en la capilla, habíamos olvidado nuestra miseria en la gozosa anticipación del Santo Sacrificio de la Misa, del que habíamos estado privados por tanto tiempo. Los sacerdotes estaban de pie con sus ropas de prisioneros, sus rostros ojerosos y estirados por el hambre y la falta de sueño pero radiantes con un nuevo gozo interior. Estábamos exhaustos, medios muertos de hambre y en pésimo estado, pero hubiese sido difícil encontrar un grupo más feliz de hombres en aquella mañana de invierno […] ¡Christus vincit!- Cristo vence. Este magnífico himno de la Iglesia de Cristo sonó por vez primera en nuestro santuario aquella mañana. El hambre y toda pena física se habían olvidado ante la gozosa comprensión de que Cristo Mismo estaba aquí con nosotros en el Santísimo Sacramento, Cristo Mismo, nuestro Señor, nuestro Dios estaba allí con nosotros en Dachau, compañero de prisión con nosotros detrás del alambre de púas. El infierno podía enfurecer afuera, pero Satanás y sus seguidores no podían prevalecer contra nosotros. Dios elige a menudo los más extraños instrumentos para Su obra. A través de estos hombres sin Dios, Él se había manifestado a sí mismo en la capilla que ellos habían proveído para Él, en un refugio en su campo de prisión. ¡Cristo estaba en Dachau! ¡Cristo era, en verdad, victorioso!»[12].

La capilla podía acomodar hasta 800 sacerdotes, pero a veces llegaban hasta 1000. «Esa era nuestra capilla. Y Cristo en el tabernáculo era el santuario al cual peregrinábamos en el medio de los peligros del campo. Aquí ganábamos nuevas fuerzas, no sólo para nuestras almas, sino para las muchas obras de caridad y atención pastoral».


Los mismos jefes ateos cooperaban al ornamento de la capilla, pues de este modo, les interesaba dar una buena imagen de que los sacerdotes internos recibían buen tratamiento. Más tarde llegó al campo una imagen de la Virgen, a quienes los sacerdotes dieron el nombre de Nuestra Señora de Dachau. La imagen hizo su ingreso por el centro del campo en la pascua de 1943. La Reina del Cielo en el Infierno de Dachau, comenta el Padre Lenz. Se trataba de una imagen donada por la orden de los Salvatorianos. Una hermosa y delicada talla de madera de Nuestra Señora con el Niños Jesús en brazos. Más de 500 sacerdotes trabajaban en las plantaciones del Campo de Concentración y ellos proveían las flores más frescas y perfumadas para que adornasen el altar de la Virgen María, refugio de los pecadores y consoladora de los afligidos, era la confidente de sus corazones, la depositaria de sus oraciones y esperanzas, y de los anhelos de sus corazones sacerdotales.

Capilla de la Agonía de Cristo y Carmelo de la Preciosísima Sangre
La Capilla cierra el recorrido de los pabellones del Campo y fue consagrada el 5 de agosto de 1960, por el obispo Johannes Neuhäusler, ex interno de Dachau. Está construida con piedras de color gris del lecho del cercano río Isar, simbolizando las pesadas cargas de sus sufrimientos. Tiene forma circular como de fortaleza, abierta en el frente para simbolizar la liberación. Arriba de esta abertura tiene colocada una corona de espinas que revela la gran cruz sobre el altar. El nombre de la capilla está dedicado a la Agonía de Cristo. «Es imposible recordar Su agonía y Su muerte sin recordar al mismo tiempo la agonía y muerte de todos aquellos que sostuvieron Su nombre. El Gólgota era tan real y estaba tan presente en Dachau así como Dachau era parte del Gólgota»[13].


Finalmente, se puede visitar el Carmelo de la Preciosísima Sangre, donde las religiosas carmelitas ofrecen sus vidas en reparación.

Que Nuestra Señora de los Dolores nos alcance la gracia de acompañar a Cristo Crucificado con nuestras vidas.

Hna. Maria de Montserrat
Pascua 2015

[1] Cf. http://www.kz-gedenkstaette-dachau.de/informacion-para-el-visitante.html
[2] P. John Lenz, Christ in Dachau, Imprenta Misionera St. Gabriel, Mödling bei Wien 1960. Traducción al inglés por Barbara Waldstein. Traducción al español nuestra. Se puede también confrontar el hermoso libro de Jean Bernard, Un Sacerdote en Dachau, Ed. Palabra, Madrid 2010, traducido por Gloria Esteban del original en Alemán Pfarrerblock 25487. Dachau 1941-1942
[3] P. John Lenz, Christ in Dachau, op.cit., 10.
[4] P. Jean Bernard, Un Sacerdote en Dachau, Ed. Palabra, Madrid 2010.
[5] http://en.wikipedia.org/wiki/Priest_Barracks_of_Dachau_Concentration_Camp
[6] El franciscano Petrus Mangold († 1942 en Dachau) realizó junto con el párroco Emil Thoma, hasta el 3 de mayo de 1942, una lista de todos los prisioneros conocidos, sacerdotes católicos o pastores protestantes; a través de correos se pudo transmitir la lista fuera del campo de concentración. Según esta lista, estaban presas 2.720 personas con cargos religiosos: 2.579 católicos, 109 protestantes, 22 greco-ortodoxos, 8 viejo-católicos y 2 musulmanes. En cuanto a su procedencia, la mayor parte (1.780) eran sacerdotes polacos, de los que 868 no sobrevivieron. Las otras nacionalidades eran (entre paréntesis se indica el número de fallecidos): 447 alemanes (94); 156 franceses (10); 109 checoslovacos (24); 63 neerlandeses (17); 46 belgas (9); 28 italianos (1); 16 luxemburgueses (6). En total fallecieron en Dachau 1.034 personas con cargos religiosos. Especial mención merece el sacerdote alemán Josef Kentenich, fundador del movimiento apostólico de Schönstatt, quien, durante su reclusión voluntaria, se las arregló para dejar testimonio y enviar noticias al exterior, documentando gran parte de las vivencias internas y de los distintos sucesos que acontecían día a día en Dachau.
[7] Cf. http://alfayomega.dibecla.es/y-dios-triunfo-en-dachau/, sitio consultado el 26-3-2015. Los nazis tienen la guerra perdida, e intensifican la detención de sacerdotes. Algo más de 2.700 acabaron en Dachau, donde existía un barracón para clérigos. La gran mayoría eran sacerdotes católicos (sobre todo, polacos), aunque también había ortodoxos y pastores protestantes. Una cuarta parte moriría por las duras condiciones de vida.
[8] P.Lenz, op.cit. 113-115.
[9] Jean Bernard, Un Sacerdote en Dachau, Ed. Palabra, Madrid 2010, 51.
[10] Lenz, op.cit, 247-249.
[11] Guillaume Zeller La Barraca de los sacerdotes. http://www.infovaticana.com/2015/02/05/el-campo-de-concentracion-de-dachau-es-el-mayor-cementerio-de-sacerdotes-catolicos-en-el-mundo/
[12] Lenz, op.cit, 84-86
[13] Lenz, op.cit, 294.

martes, 28 de abril de 2015

Si el padre viniera más seguido

Posted on abril 25, 2015

Nairobi, Kenia, 22 de abril de 2015.

Resulta muy extraño estar escribiendo desde un aeropuerto, pero aprovecho una larga espera de doce horas en Nairobi para estas líneas. Mañana estaré subiendo al avión que me lleve de regreso a Tanzania, y volver a retomar el trabajo de la misión luego de unas vacaciones reparadoras. De estos preciosos días en Argentina, pienso que sería bueno poder contarles, hay varias cosas que también hacen a la vida del misionero, pero si Dios nos da la posibilidad, lo haré más adelante.

Luego de este tiempo sin escribir, me imagino que es una nueva etapa para mí. Ya pasaron más de dos años en Ushetu, ya he regresado por primera vez a mi tierra, ya estamos nuevamente con las manos puestas en el arado. Por eso es que al retomar, vuelvo a pensar en el estilo de estos escritos… me pregunto si es bueno que siga escribiendo así, porque son crónicas muy personales, visto todo desde mi mirada, muy subjetiva tantas veces. Pero pienso que es lo mejor, sencillamente porque para mí es más sencillo, y porque siempre serán crónicas más cercanas. Por eso, seguimos para adelante, con la gracia de Dios.

Antes de irme de vacaciones, una de mis últimas salidas, fue para celebrar la Santa Misa en una aldea que se llama Kalembela, y era la primera vez que iba allí. Por esa razón y porque a esta aldea se llega sólo en moto, es que le pedimos al líder de nuestra aldea de Ibelansuha que me lleve, es decir que él manejara la moto. Yo todavía no me largo a manejar, porque no soy muy habilidoso, y he practicado muy poco. La práctica la dejé especialmente durante todo el tiempo que el P. Johntin no estuvo en la misión a causa de su accidente. El motivo principal, era que además de no tener tiempo para ponerme a practicar, yo pensaba que estando sólo, y con mi poca habilidad, no era bueno arriesgarse a tener otro accidente. No sabía por cuánto tiempo estaría solo, y la misión debe seguir adelante, así que “a cuidar la integridad física”. Por esto durante este tiempo iba a todas partes en camioneta, y sin no era posible llegar con este vehículo, recurrir a la otra posibilidad, es decir, que me lleven.



Esa mañana vino Teodoro, ató el bolso con las cosas de Misa en la moto, y salimos hacia Kalembela. No es muy lejos este lugar, tal vez tardamos sólo media hora en llegar, viajando muy tranquilos y conversando. En plena época de lluvias el camino y el paisaje estaba muy lindo. Vimos todo tipo de cultivos, especialmente de maíz, bien alto y verde, lo mismo que los campos de tabaco. Muchos hornos de tabaco y en algunos lugares estaban las familias enteras ocupados en el trabajo de atar las hojas de tabaco, preparándolas para secarlas. También nos encontramos con algunas carretas tiradas por bueyes, llevando la leña para los hornos.



Muchas personas de las que nos cruzábamos nos saludaron muy bien, y me identificaban, y saludaban con el saludo católico. Varios de ellos, como me decía Teodoro, son católicos, pero como es una aldea que no está muy activa, muchos son los que han dejado de ir a rezar. No significa que hayan dejado la fe, sino mas bien toda práctica religiosa… como es muy común que suceda en las aldeas a las que vamos menos, y donde no tienen catequistas muy esforzados.

Ya el catequista me había dicho, unas semanas antes, cuando concretábamos el día para ir, que es una aldea chica y que van muy pocos. Pero no importa, porque igual hay que ir, y sobre todo por eso mismo, porque son pocos y necesitan la fuerza que les da la misa, la visita del sacerdote.

Efectivamente la última parte del viaje fue entre senderos, algunos en medio de bosques de árboles bien altos, y realmente hermosos lugares. Eso sí, ahora si me dicen que vaya nuevamente, y sólo, seguro que me pierdo, porque habían una infinidad de bifurcaciones… pero bueno, la próxima vez será cuestión de salir con más tiempo, así uno puede perderse varias veces, y preguntar otras tantas.

Llegamos a la capilla de Kalembela, donde nos esperaba un puñado de personas. Algunos adultos, cinco o seis, y algunos niños. No creían que fuera a celebrarles la misa, así que muchos no vinieron hasta que no escucharon llegar la moto. Les dije que fueran rezando el rosario mientras yo confesaba, pero de paso así se juntaba más gente. Sólo se vino a confesar un feligrés. Me sorprendió, y luego pregunté porqué, si eran varios los que estaban en la capilla. Me respondieron que casi todos los otros adultos son catecúmenos que se preparan para el bautismo, y otros tienen impedimentos para recibir los sacramentos, por no estar casados por iglesia, o porque el cónyuge es pagano, etc. De todos modos los alentamos a que sigan preparándose, y que traten de regularizar su situación los que están impedidos.

La capilla es de adobe, sin revocar, es decir se ven los ladrillos, pegados con barro también, y gastados por la lluvia y el tiempo. El techo hecho con hojas de palmera. Muy humilde, y por demás… porque es verdad que hay capillas muy pobres, pero cuando los cristianos se esfuerzan, la mejoran, y con muy poco, pero muchas veces no hay quién lo haga, tal vez sólo van a rezar las mujeres, los hombres no aparecen y por lo tanto esos trabajos más duros no los hace nadie.




Pero allí estaban los que habían ido llegando, rezando el rosario con mucha devoción. Como todavía no les había regalado una imagen, puse al menos una estampita de la Virgen sobre el altar. El altar muy bajito, no tenían mantel blanco, pararon dos adobones para poner las velas. Los bancos estaban hechos con tablas sobre dos ladrillos. El piso totalmente de tierra y totalmente desparejo. Sin embargo, no me dio mala impresión al llegar, porque no era de abandono, todo estaba bien barrido y limpio. Y cuidadosamente cada cosa puesta en su lugar, como verán en las fotos.





Durante el rosario me llamó la atención el poste que estaba en el medio de la capilla, para sostener el techo. Totalmente retorcido. Uno diría, que ni se le ocurriría poner ése palo como poste. Sin embargo, no habrán tenido otro, y el que construyó habrá pensado, es verdad, no es muy lindo, pero sirve para sostener el techo. Y pensé cómo la Providencia de las arregla para usar lo que quiere, nos usa a nosotros para su obra. Es verdad, como decimos tantas veces “es lo que hay”. Dios nos usa a nosotros misioneros que no sabemos hablar bien, que tenemos un montón de defectos, pero como ése poste retorcido y feo, cumplimos una función, no muy brillante, pero sí útil, de sostener el techo, en este caso, reflexionaba yo, sostener la fe, ayudarlos a sostener su débil e incipiente fe.



La misa fue muy linda, muy tranquila. Los cantos a capela, que nadie se animaba a entonarlos. Teodoro ayudó en algo, porque el catequista no sabía. Después de la misa hicimos algunas fotografías, e hice llorar a algunos niños pequeños que se asustaban cuando me acercaba para sacarles una fotos… la gente grande se divertía con esto. Luego nos invitaron a comer, en la casa del líder de la capilla, el consabido menú de arroz y carne. Pero como siempre, muy contentos, sobre todo que hacía más de un año que no tenían misa.



En la conversación varias veces se lamentaron de que antes eran muchos, que no entraban en la capilla, y que ahora venían tan pocos. Por eso mismo insistían, que fuéramos más seguido. Por mi parte los alentaba para que trabajen, recen, inviten… que no esperen de nosotros, porque seguimos siendo pocos sacerdotes, y por más que nos esforcemos, no podremos hacer mucho más. Que recen para que nos manden más sacerdotes. Pero que no esperen, que pongan manos a la obra y Dios va a bendecir. Entienden perfectamente, pero ellos mismos saben bien, que cuando va el sacerdote, y se celebra misa, la gente se anima.

Debo contarles que en este tiempo estaré solo como sacerdote en la misión. Les cuento sobre todo para que se unan en la oración. La herida de la pierna del P. Johntin, que todavía no cerraba, se infectó, y por eso tuvo que viajar a Egipto de urgencia, para ser operado por cuarta vez. Su accidente fue hace ya un año, el nueve de abril de 2014. Gracias a Dios ya fue operado, salió todo muy bien, y se está recuperando. La buena
noticia es que los huesos de su pierna han soldado, y por eso le pudieron sacar la prótesis que le habían puesto. Eso quiere decir que cuando yo llegue a la misión pasado mañana, estaré solo. Pero la buena noticia es que esperamos que el P. Johntin regrese pronto y totalmente rehabilitado, aunque eso lleve un par de meses.

Les pido que se unan en la oración, ya que el P. Johntin es un excelente compañero de misión, es un gran misionero muy esforzado y entregado, y muy querido por nuestros feligreses.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

domingo, 26 de abril de 2015

EL OFICIO DIVINO II

22 DE ABRIL DE 2015 / MONASTERIODELPUEYO
3-Modo:

Se dice que recita el oficio de una manera digna el que guarda los debidos miramientos a la majestad de Dios.

Abrid el Antiguo Testamento y veréis cuántas ceremonias requería el transportar de un lado a otro el Arca de la Alianza y los diversos actos de culto. Y eso que todo ello no era sino una «figura».


Los dos amores del Monje

Aficionémonos a mostrar a Dios estas atenciones exteriores. Quizás creeréis que todas estas prescripciones apenas tienen importancia, pero el observarlas fielmente constituye un acto de virtud. Y esto por tres razones. Primero, porque así se obedece a las reglas que la Iglesia ha establecido atendiendo al bien común; segundo, porque se realiza un acto de culto externo, por el que se sirve a Dios tanto con el cuerpo como con el espíritu; y por fin y principalmente, porque esta sumisión denota nuestra religión interior para con el Rey de reyes.

¿Por qué debemos recitar el oficio con atención? Porque todo el fervor y todo el mérito de nuestra alabanza provienen principalmente del amor, y el amor presupone el conocimiento.

Santo Tomás distingue tres clases de atención: Ad verba, ad sensum, ad Deum [Summa Theol., IIII, q. 83, a. 13]. El que únicamente presta atención a las palabras, ya con ello cumple con la obligación que le imponen los cánones, aunque este cumplimiento sea imperfecto. Para que la oración sea perfecta, se requiere, además, la atención al sentido de las palabras y, sobre todo, la atención a Dios.

Devote: ¿Qué se entiende aquí por devoción? Hay una opinión bastante extendida que pone la devoción en cierta dulzura que a veces se experimenta en la oración. Pero es una opinión completamente equivocada, porque se puede tener una devoción perfecta en medio de una gran aridez y sequedad espiritual. Santa Juana de Chantalnos da el siguiente elocuente testimonio de la piedad de San Francisco de Sales: «Me dijo en cierta ocasión que para nada tenía en cuenta si estaba en desolación o en consolación, sino que cuando el Señor le consolaba en la oración, se lo agradecía humildemente y cuando, por el contrario, le negaba sus consuelos, no se preocupaba por ello» [Lettres de sainte Chantal, núm. 121, en Œuvres complètes de saint François de Sales. Lyon, Périsse, 1851, pág. 118]. Cuando Jesucristo decía a su Padre: «Dios mío, ¿por qué me has desamparado?», nadie duda que estaba profundamente desolado y que, sin embargo, su oración era perfectísima.


el descanso de la oración

La verdadera devoción es completamente desinteresada y hace que el alma se entregue a Dios con todas las energías de que su amor es capaz. Así lo sugiere el mismo significado de la palabra latina: devovere.

Recordad aquellas palabras de Cristo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón… y con toda tu mente» (Mt., XXII, 37). Observad que no dice: «con el corazón y con la mente», sino «con todo tu corazón»: ex toto corde… Esta palabra totus, así repetida, significa la devoción, es decir, el amor llevado hasta el extremo.

Cuando rezamos el breviario, debemos consagrarnos a la alabanza divina, poniendo en ella todo nuestro entendimiento y todos nuestros afectos, y especialmente la caridad, concentrando todas las potencias de nuestra alma en este homenaje que tributamos a Dios. Esta aplicación de nuestro espíritu constituye el fondo de toda buena oración y es perfectamente compatible con la aridez espiritual. Y es muy agradable al Señor, porque Dios, que es amor, se complace en nuestro esfuerzo.

Conclusión: Antes de terminar, quiero deciros algo sobre las distracciones.

A los sacerdotes que se lamentan de sus distracciones se les suele responder que todo el mundo las tiene. Pero debemos insistir en que somos responsables de las distracciones que nos sobrevienen durante el rezo del oficio, cuando no nos hemos preparado con el debido cuidado, ya que, ordinariamente, tal cual es al principio suele ser la atención y la devoción que conservamos durante todo el oficio.

Una vez que os he recordado esto, os he de decir que lo esencial de la recitación del breviario es el firme deseo de rendir homenaje a Dios en unión con Cristo. Y si por cualquier motivo independiente de nuestra voluntad lo recitamos con poca atención, podemos tener la seguridad de que hemos cumplido con nuestro deber por el mismo hecho de que hemos puesto cuanto estaba de nuestra parte para rezarlo con devoción. Yo suelo seguir este consejo que Bossuet da en una de sus cartas: «Cuando nos damos cuenta de que estamos distraídos, debemos de renovar sin esfuerzo y suavemente la intención que formamos al principio para alabar a Dios… No hay por qué precipitarse nunca y hay que desterrar todo escrúpulo; sino que simple y llanamente hemos de continuar como si entonces empezáramos una nueva oración» [Correspondance, t. X. pág. 22. Ed. Les grands écrivains de la France, París, Hachette, 1916].

Este diario esfuerzo para santificar el nombre de Dios será la mejor preparación para la alabanza eterna del cielo.

Antes de empezar el oficio, debemos decir a Dios: «Creo firmemente que por esta plegaria oficial, cuyo ministro soy, yo puedo hacer mucho, en unión de Jesucristo, por las necesidades de la Iglesia: para ayudar a los que sufren y están en la agonía, próximos a comparecer ante Vos; para cooperar a la conversión de los pecadores y de los indiferentes; para unirme a todas las almas santas de la tierra y del cielo: «Oh Señor, que todo cuanto hay en mí os confiese y os adore»: Benedic anima mea Domino et omnia quæ intra me sunt nomini sancto ejus (Ps., 102, 1). María Santísima nos bendiga y nos ayude a santificarnos por el Opus Dei.

sábado, 25 de abril de 2015

EL OFICIO DIVINO I

20 DE ABRIL DE 2015 / MONASTERIODELPUEYO

(de “Jesucristo, ideal del sacerdote” de D. Marmion)

1.- Excelencia del oficio divino
Al encarnarse, el Hijo no ha dejado de ser la Palabra viviente, el Cántico que era desde toda la eternidad, pero al asumir la naturaleza humana, ha alabado al Padre de otra nueva manera. Desde este punto, existe en la tierra una alabanza humana que es propia del Verbo encarnado.
Reconocemos, pues, en Cristo un himno divino que sobrepasa nuestros alcances y que adoramos profundamente, y un himno humano. En cuanto hombre, Jesús alababa a su Padre con la alegría que le proporcionaba su participación de la filiación eterna. Su alma contemplaba en el Verbo la vida de la Trinidad.


en el coro

Jesús ha ofrecido a Dios el culto de la plegaria que todo hombre debe rendirle en justicia. Jesús honraba a su Padre con la adoración, el amor, la alabanza, la acción de gracias y la plegaria. Y todos estos actos alcanzaban en Él una perfección y un valor infinitos como consecuencia de la unión de su humanidad al Verbo.

Antes de subir al cielo, Cristo ha legado a la Iglesia, su Esposa, toda la inmensa riqueza de sus méritos, de sus gracias y de su doctrina, como también el poder de continuar en la tierra la obra de glorificar a la Trinidad que Él había inaugurado.
Escribió San Agustín: «Son dos en una sola carne; ¿pues por qué no habían de ser dos en una sola voz?… Es la Iglesia quien intercede en Cristo y es Cristo quien intercede en la Iglesia; el cuerpo es uno con la cabeza y la cabeza es una con el cuerpo»: In Ecclesia loquitur Christus; et corpus in capite, et caput in corpore [Enarrat. super psalmos, II, 4. P. L., 36, col. 232].
Voy a emplear una semejanza que os ayude a comprender mejor este misterio. Las satisfacciones que ofreció Cristo para la expiación de los pecados del mundo fueron sobreabundantes, como la Iglesia nos enseña. Y sin embargo, Dios ha querido reservar una parte de sufrimientos al Cuerpo Místico. Así lo afirma el Apóstol: «Suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia»: Adimpleo ea quæ desunt passionum Christi… pro corpore ejus quod est Ecclesia (Col., I, 24). Lo que es verdad respecto de la expiación, se puede decir también de la obligación que tenemos de adorar a Dios, de alabarle y de darle gracias. Debemos prolongar y «completar los homenajes que Cristo tributa a su Padre»: Adimplere ea quæ desunt laudationum Christi.
Esta plegaria oficial siempre es escuchada por Dios: Sonet vox tua in auribus meis (Cant., II, 14). El sacerdote siempre tiene abierta la puerta para ser recibido en audiencia por Dios.
Y la razón de esto está en que, al elevar a Dios su plegaria, lo hace en nombre de todo el pueblo cristiano esparcido por el mundo.
Este ministerio sacerdotal de alabanza y de intercesión es uno de los más eficaces para la salud del mundo.
El oficio divino juega un papel importantísimo en el orden de la providencia. La recitación del breviario es una gran obra de fe: nosotros no conocemos los resultados de nuestros esfuerzos y de nuestra plegaria, pero Dios los conoce y sabe apreciar todo el mérito que tienen.
Así se comprende todo el valor que la Iglesia concede a las Horas canónicas, a las que San Benito da el hermoso título de Opus Dei, y de las que San Alfonso nos dice que «cien oraciones privadas no tienen el valor de una sola que se haga en el oficio divino».


Suba mi oración como incienso en tu presencia

2.- La preparación
El oficio divino es la oración oficial de la Iglesia. De ahí procede su valor primordial.
Pero esta oración no puede elevarse hasta el cielo, sino a través de nuestros labios y de nuestro corazón. De ahí que la piedad personal del sacerdote juegue también un papel importante –aunque de distinto orden– en la recitación de las Horas canónicas.
Es de suma conveniencia que, antes de recitar el breviario, dispongamos nuestros corazones para rezarlo bien. La primera y más importante condición de esta preparación consiste en que nos recojamos durante unos momentos. Creo que nunca insistiremos bastante en recomendar esta práctica que es de capital importancia.
Tened en cuenta que, «sin la gracia, somos incapaces» de orar como conviene: Sine me nihil potestis facere (Jo., XV, 5). El Deus in adjutorium del principio de cada hora nos recuerda constantemente esta gran verdad.
Y, sin embargo, he aquí lo que tantas veces nos ocurre: después de haber estado ocupados en asuntos que nos han tenido completamente distraídos o absorbidos, solemos tomar el breviario y empezamos a rezarlo de repente, sin siquiera recogernos un momento para pedir a Dios su gracia.
No nos engaña la Sagrada Escritura cuando nos recomienda: «Antes de ponerte a orar, prepara tu alma, y no seas como los que tientan a Dios» (Eccli., XVIII, 23). ¿Qué es «tentar a Dios»? Es emprender un trabajo sin hacer todo lo que está de nuestra parte para realizarlo debidamente. Y pretender alabar a Dios en nombre de la Iglesia sin el debido recogimiento y sin pedir su auxilio es una temeridad.
Si empezamos a rezar el oficio distraídos, las más de las veces lo terminaremos como lo hemos empezado. Y corremos el peligro de que el Opus Dei se convierta para nosotros en una carga pesada, cuando debiera ser un motivo de alegría y como un rayo de sol en nuestra vida interior.
¿Cómo? Pedir a Dios la gracia de no distraernos y poder alabarlo dignamente junto a los ángeles que rodean su altar y los santos que están junto a su trono.
Esta intención vale ante Dios para todo el oficio, a pesar de las distracciones que nos puedan sobrevenir, ya que las hemos desechado de antemano.
También es una práctica muy laudable el formar una intención que sea como el motivo de nuestra recitación.
Cuando se olvida uno de sus propias preocupaciones para acordarse de las necesidades de los demás, entonces es cuando se siente uno os totius Ecclesiæ y animado de devoción.
Otro medio excelente para recogerse es también el de ir considerando cada una de las palabras de la oración preparatoria.
Pero os prevengo que, aunque estéis habituados por una larga práctica, este recogimiento exige siempre un esfuerzo; pero sabed también que Dios, que es testigo de ello, os recompensará con largueza. Si alguna vez os sucede que, a pesar de vuestra buena voluntad, os encontráis tan fatigados o tan obsesionados por alguna preocupación que os distraéis en el oficio divino, consolaos pensando que también a los santos les sucede lo mismo y que, a pesar de ello, Dios, que ve vuestra recta intención, aceptará complacido vuestro homenaje.

viernes, 24 de abril de 2015

ICONOS Y FRESCOS DEL PADRE GREGORIO

Por P. Agustín Spezza, IVEabril 20, 2015Reflexiones sobre Arte Sacro


Autor: Del libro de Krug: “Iconos y frescos del Padre Gregorio”

Traducción del inglés de Sra. Corinne.



Iconos y Ortodoxia

El Pintor de íconos

Conferencia improvisada en el monasterio de Znamenia, Ícono de la Madre de Dios. 15 de Agosto 1991. Corregida y ampliada por el autor.

“Me gustaría decir unas palabras acerca del espíritu de los pintores de íconos. Es muy importante que no tomemos al ícono como una obra de arte. No debemos pensar en los iconógrafos como artistas tratando de expresar su creatividad. Esa no es de ninguna manera su meta. Cuando digo que un ícono no es una obra de arte, no quiero decir que no tiene un valor artístico. Al contrario, mirar un ícono es ver el valor artístico del trabajo. Lo que quiero decir, es que no es la obra de un artista. En cierto sentido es totalmente lo opuesto. Un artista busca expresarse a sí mismo, su personalidad, mientras que un pintor de íconos por el contrario, es alguien que practica el ascetismo, la renuncia, por sobre todo de su imaginación. Así como la imaginación juega un rol importante en el reino del arte, en la iconografía está absolutamente proscripta y no tiene lugar alguno. Por lo tanto, es necesaria la lucha contra la imaginación, y esto está unido a la noción griega de “nepsis” que significa sobriedad espiritual. Uno de los elementos de la vida espiritual es precisamente buscar la sobriedad y rechazar todo aquello que produce exaltación. Nepsis está directamente relacionada con la lucha contra la imaginación. Más aun, también está la lucha contra las propias ideas, todo lo que el intelecto puede producir, como la interpretación de las Escrituras, etc. Un pintor de íconos puede tener una inspiración genial y decir: “si, yo pienso que esto sería mejor que aquello, sería mejor de otro modo”, pero a partir de ese momento ya no está pintando un ícono. Esta es la segunda característica de la actitud interior del iconógrafo. En cuanto a la tercera característica, es que se trata de una batalla contra las ilusiones. Muchas personas me han dicho que entendían la pintura de íconos como la obra de pintores en la que transcriben el fruto de su contemplación. Pero esto es absolutamente falso. Un pintor de íconos lucha contra todas las ilusiones que pudieran provenir de la contemplación, en cierto sentido revelaciones personales o fenómenos místicos. Es alguien que se opone al misticismo, alguien que rechaza la falsa contemplación y toda impresión que pudiera sugerir que ha recibido una revelación más auténtica que la Tradición. He mencionado que los íconos son canonizados por toda la asamblea del Pueblo de Dios. Esto significa que han sido recibidos por la Iglesia. Si un iconógrafo se aparta de un modelo recibido ante el cual la Iglesia entera ha rezado, su obra ya no es más un ícono. Esto no significa que un iconógrafo no puede ser a la vez un artista. Él no puede ser un artista cuando está pintando un icono. La imaginación no es mala en sí misma, pero en el contexto de la vida espiritual es un obstáculo; y la iconografía solo puede darse en el contexto de la vida espiritual. Si un iconografo, que también es un artista, tratara de pintar íconos con el mismo espíritu y mentalidad de sus pinturas artísticas, ya no sería un iconógrafo.

El pintor de íconos tiene un rol propiamente litúrgico. He hablado acerca de la Deesis que es un elemento del iconostasio. El iconostasio juega un rol en la celebración de la liturgia: el sacerdote reza plegarias a Cristo a la vez que está vuelto hacia el ícono de Cristo, reza a la Madre de Dios a la vez que está vuelto hacia el ícono de la Madre de Dios, etc. Lo íconos son elementos que componen parte del movimiento litúrgico. Sin embargo, no me estoy refiriendo a esa litúrgica, sino al trabajo específico que el iconógrafo reproduce en sus íconos, la visión del mundo invisible. El hace posible que el observador acceda al mundo invisible, que es la verdadera realidad. Nosotros estamos en la ignorancia de esta realidad invisible, de la esencia de Dios, que está más allá del velo y a la cual no podemos acceder en absoluto; sin embargo, los íconos nos permiten percibir algo de ella y nos hacen al mismo tiempo testigos de esta realidad.



Otra característica litúrgica del pintor de íconos tiene que ver con el hecho de que el ícono es una obra de la Iglesia. La palabra “liturgia” significa “trabajo en común” o “Trabajo de la comunidad”. Un iconógrafo no puede ser un testigo veraz de la fe al menos que esté en la Iglesia, en comunión con ella, y que los íconos que pinte sean la expresión de aquello que ya ha sido recibido y aceptado por la Iglesia. El iconógrafo es de alguna manera la mano de la iglesia. En cierto sentido, tiene algo del rol del sacerdote. El sacerdote ofrece a Dios un sacrificio incruento que es Cristo mismo, no solo en su propio nombre, sino también en el nombre de todas las personas, y ofrece a Dios la materia del pan y del vino para que sean transformados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo por el Espíritu Santo. El iconógrafo hace la misma cosa, aunque no sea un sacramento como la Eucaristía. No estoy diciendo que la pintura de iconos sea un sacramento, solo hay siete sacramentos. El iconógrafo usa y transfigura la materia, y no solo la materia de los colores involucrados en la pintura; porque los íconos, no son solo pinturas. También pueden ser esculturas, mosaicos, bordados, etc. La tradición de íconos bordados se ha desarrollado de un modo especial en la Iglesia ortodoxa. Los íconos esculpidos no son como estatuas sino tallas en bajo relieve, por ejemplo en madera. Los esmaltados, el bronce y otros materiales también pueden ser usados para hacer íconos en relieve; los íconos pueden también ser moldeados o modelados. Todo esto quiere decir que el pintor de íconos o escultor, es decir el iconógrafo, es alguien que toma la materia, se la ofrece a Dios y la consagra. La consagración puede ser considerada como una especie de santificación de la materia y es en este sentido que el rol del iconógrafo se relaciona con el rol del sacerdote.


Cristo Pantocrátor, Vladislav Andrejev

Seria descuidado de mi parte no hablar de la oración al hablar de la obra del iconógrafo. En la tradición ortodoxa, la oración debe ser lo más pura posible. La oración más pura es la más verdadera a los ojos de Dios, la oración que tiene que ver solo con la Salvación, y esta oración reemplaza todo tipo de representación, pensamiento o imaginación. Anteriormente hablé de la imaginación. En la medida que el iconógrafo realiza el trabajo de renunciar a su imaginación y a sus propias ideas, se para frente a su ícono sin pensamiento alguno. Se encuentra a si mismo transcribiendo verdaderamente lo que el mismo ha recibido de la creación para transmitirlo a su vez a aquellos que lo van a mirar. Por eso, su trabajo es decididamente una forma de oración, porque está en contacto con el Misterio de Dios. He mencionado el cara a cara con Dios (como aconteció a Moisés). Esto es realmente un cara a cara casi sacramental; aun no siendo parte de esta realidad invisible, pero a la vez, acercándose a la imagen de esta realidad. En este sentido, la oración del iconógrafo es pura porque contempla el Misterio que el conduce a su manifestación. A través de esta contemplación él es despojado de todo pensamiento extraño y de todo pensamiento profano y apasionado. Por ejemplo, ya no es motivado por la ambición o el orgullo, como lo podría ser un artista que busca crear legítimamente una obra de arte. Hasta ahora, como la originalidad determina el valor de la obra del artista, el orgullo para él, será legítimo igual que la ambición de ser famoso, de querer revelar su visión al mundo, etc. El iconógrafo, por otro lado, debe ser purificado de todo eso, y cuando este es el caso, podemos hablar de oración pura.

La obra del pintor de íconos tiene una dimensión ecuménica al ofrecer a todos lo que constituye la transmisión del tesoro de la Ortodoxia. A través de sus íconos puede hacer posible el acceso a otros a este tesoro y hacer descubrir en su fuente la herencia viva y rejuvenecedora de la Iglesia; contribuyendo al mutuo entendimiento, sin proselitismo, respetando lo que es especifico de otros y permaneciendo fiel a aquello que constituye nuestra identidad, pero balanceado entre dos extremos: ni aislamiento por un lado ni sincretismo por el otro.

Por eso el iconógrafo podrá algún día desempeñar un rol, quizás con su conocimiento, en la construcción de la imagen que vendrá, la imagen que todas las confesiones darán juntas.”

jueves, 23 de abril de 2015

TAN JOVEN… ¡SE HA VUELTO LOCA!

En estos años de vida religiosa, he tenido que responder varias veces a unas preguntas que suelen hacernos con frecuencia: ¿Qué pasa si te arrepentís? ¿Aún estás a tiempo de arrepentirte? ¿Podés arrepentirte?
A decir verdad, es muy difícil conocer la intención y el por qué de esos interrogantes, y no pretendo juzgar, pero, unido a ello, creo que existe un pensamiento y expresión común en quienes nos hacen ese tipo de preguntas. Lo dice un poeta en una poesía que nos leyeron hace siete años cuando con mis compañeras recibimos el hábito en el noviciado: “Tan joven… se ha vuelto loca”
Locura es el mejor modo para definir aquellos actos humanos poco razonables o irreflexivos, que se encuentran más allá de los parámetros normales, y parece ser que a la opción por la vida religiosa se le puede dar tal definición.

En pocos días, catorce hermanas realizaremos nuestra profesión perpetua… firmaremos en el Altar un compromiso con Dios, en el que prometemos vivir para siempre pobres, castas y obedientes. Y como sólo tengo 25 años, hoy quiero preguntarme yo: "tan joven… ¿me habré vuelto loca?".
La pobreza, la castidad y la obediencia como modo de vida que se elige libremente y PARA SIEMPRE es algo absolutamente contrario a la lógica del mundo. Lógica y racionalmente, para este mundo en que vivimos, es una total y completa locura en la que la perseverancia es imposible.
¿Vivir pobremente? Cuando en el mundo todo se pesa, se mide, se calcula y se es por lo que se tiene y no por lo que se es.
¿Elegir la castidad? Cuando en el mundo rige la ley de la búsqueda del placer libre y desenfrenadamente.
¿Obedecer? Cuando el mundo grita libertad e independencia.
¿Atarse a un compromiso de por vida? ¿Para siempre? Si en este mundo se puede cambiar un compromiso cuando cambian los sentimientos y la palabra dada no tiene peso, fácilmente se la lleva el viento.
Un compromiso de por vida es un riesgo demasiado grande… asumirlo es una locura.
Respondo en primer lugar con la lógica del mundo: Realmente, estamos locas. Pero basta mirar un poco a este “lógico” mundo para hacer una objeción que nace naturalmente: ¿Por qué cuanto más se siguen las máximas del mundo que prometen la felicidad, la tristeza va siendo dueña de los rostros? ¿Por qué tantos hombres desesperados, depresivos? Jóvenes desilusionados, aburridos, perdidos. Vidas que tienen todo, pero están llenas de nada, hombres y mujeres que corren de prisa, sin saber a donde se dirigen. ¿Por qué cada vez más egoísmo, más traición, más infidelidad?
Los hechos evidentes, no encajan en este razonamiento lógico. Y por otro lado, ¿por qué con nuestra “loca” decisión se es tan feliz?
Dejo de lado la lógica del mundo para responder con “la locura de Dios, más sabia que la sabiduría de los hombres” (1 Cor. 1, 23-25) repuesta que solo se entiende a la luz de la Fe y pueden comprenderla los que creen en un Dios que por amor se hizo hombre.
Hace dos mil años hubo un Hombre al que tuvieron por loco. Anunció un Reino que no es de este mundo; se llamaba a sí mismo Hijo de Dios. Hablaba con los pecadores, con mujeres y publicanos. Enseñó una doctrina en la que hay que perdonar y amar a los enemigos, en la que los últimos serán los primeros y son bienaventurados los que sufren y lloran. Su vida contradecía la lógica del mundo, por eso lo Crucificaron.
Ese Hombre, verdaderamente era Dios, y desde entonces, no ha dejado de atraer y cautivar los corazones. Aún hoy sigue llamando desde la Cruz y enamorando a miles de almas que dejan todo, para seguirlo más de cerca. Solo Él tiene palabras de vida eterna, y es capaz de saciar la imperiosa sed de eternidad y el deseo de felicidad que hay en lo profundo del corazón.

“Jesucristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1 Cor. 1, 21-23) Es lo que misteriosamente atrae a los jóvenes que desean consagrarse, es en la contemplación de Cristo Crucificado donde se inspiran todas las vocaciones. Es una prueba de amor insuperable, que reclama amor de nuestra parte, porque “Me amó y se entregó por mí”.
Con los votos perpetuos queremos decir que Cristo vale la pena y que de nada sirve ganar el mundo si se pierde el alma. Que todo el universo pasa, pero solo Dios permanece.
Por los votos perpetuos entregamos a Dios todo lo propio, sin reservarnos nada, con la garantía de que esperamos un premio eterno. Con los votos perpetuos queremos recordar que hay que agarrarse de lo importante, porque la vida pasa y después… muerte, juicio, Cielo o infierno.
Los votos perpetuos nos unen a Cristo como esposas y nos hacen madres, de tantas almas, como almas hay en la tierra, porque por todos murió Cristo en la Cruz. Madres que no descansen, a fin de ganar muchas almas para el Cielo.

Hacer los votos perpetuos, es firmar un cheque en blanco, en donde decimos a Dios que estamos dispuestas a aceptar gozosas todo lo que quiera mandarnos. Dispuestas a vivir abrazadas a la cruz, dispuestas a la locura de la cruz, que consiste en vivir en el más y en el por encima. Es decir, donde cesa todo equilibrismo, todo cálculo, todo “te doy para que me des”. Queremos vivir la locura del amor sin límites ni medidas, bendecir a los que nos maldicen, no devolver mal por mal: ¿Amar solo al que te ama? ¿Dar solo al que te puede devolver? ¿Hacer favores solo a los que te dan las gracias? ¿Qué importancia tiene todo eso? ¿no hacen eso todos los hombres del mundo?
Esta locura comienza allí donde ya no se cuenta, ni se calcula, ni se pesa, ni se mide. Y cuando se diga que estamos locas: señal que vamos bien. ¡Locura de amor!, pero la locura de la Cruz hace más sabia que la sabiduría de todos los hombres.
Encomiendo a las oraciones de todos, nuestra fidelidad y perseverancia hasta el final.
Hna. María del Magnificat

miércoles, 22 de abril de 2015

Convivencia de la delegación Nuestra Señora de los Buenos Aires

misionesIVE abril 20, 2015 Argentina, Uncategorized

“…Sólo se alegra verdaderamente el que se alegra en el amor:
“Donde se alegra la caridad, allí hay festividad.”
[DE 212]

Querida Familia Religiosa:

Gracias a Dios pudimos realizar la segunda convivencia de la Delegación “Nuestra Señora de los Buenos Aires”, con las hermanas de las cinco comunidades que la comprenden, en el hermoso Tafí del Valle, provincia de Tucumán; donde nuestro intercesor incansable, San José, no nos desamparó en ningún momento.

Nos hospedamos en una escuela albergue en la localidad Ojo del Agua, donde habita una comunidad descendiente de aborígenes de la tribu de los diaguitas. En esta misma comunidad tienen una capilla dedicada a San José donde pudimos participar de la Santa Misa diaria y la Adoración al Santísimo, compartiendo estos tiempos de oración con gente del lugar.



Fue una convivencia del todo particular ya que las actividades que pudimos realizar fueron de las más variadas: deportivas, culturales, de interés general y hasta artísticas, ayudando esto a la formación integral de todas las hermanas.
Observatorio Astronómico Ampimpa

Visitamos el Observatorio Astronómico Ampimpa, ubicado en los Valles Calchaquíes a 2600 m.s.n.m. Tuvimos una visita guiada recorriendo el camino ascendente del estudio realizado por los científicos desde el comienzo del universo, la formación de las galaxias, planetas y seres vivos, etc. Nos mostraron videos explicativos sobre los planetas y estrellas del universo, conocimos las instalaciones del observatorio y las actividades que realizan durante el año.

S. Juan Pablo II exhortaba a los científicos: «El científico es muy consciente de que «la búsqueda de la verdad, incluso cuando atañe a una realidad limitada del mundo o del hombre, no termina nunca, remite siempre a algo que está por encima del objeto inmediato de los estudios, a los interrogantes que abren el acceso al Misterio». (Fides et ratio, n. 106).


Salidas deportivas

También pudimos realizar varias salida a los cerros, entre ellos:
El “Pelao”: el primer cerro que hicimos, que se encuentra detrás de la localidad donde nos alojábamos.
Cascada de los Alisos: una caminata a lo largo de la cual se puede ver los tres saltos que realiza la cascada.


Quebrada del Portugués: antigua ruta que baja de Tafí del Valle a la llanura, actualmente en desuso, pero cuyo paisaje vale la pena apreciar.
La ciénaga: después de subir un cerro, llegamos a este “valle” con una hermosa vista. Caminamos hasta llegar al río que lo atraviesa.


“La vuelta al Valle”

Pudimos realizar una ruta que une los pueblos de Tafí del Valle con el Mollar, en el cual se pueden realizar diferentes visitas culturales y gastronómicas.

Reserva Arqueológica los Menhires: donde se pueden ver los monolitos, adjudicados a los primeros momentos de la cultura tafí, siendo su antigüedad cercana a los albores de la Era Cristiana. Fueron confeccionados con rocas y en general, su creación, función y significado están vinculados a prácticas rituales andinas.



Museo Jesuítico La Banda: hacia 1718 el Valle de Tafí pasa a ser propiedad de la Compañía de Jesús para iniciar allí su tarea misional. Por entonces, los seguidores de San Ignacio de Loyola iniciaron la construcción de una capilla y un convento, en el lugar hoy conocido como La Banda. La misión catequizadora de los jesuitas que poblaron la región, se extendió a las labores artesanales e incluyó algunos cultivos en las zonas aledañas, para sustento de los moradores de la casa. En 1767, cuando la orden jesuita fue expulsada de los dominios de América, se remataron las sierras del valle taficeño y ello dio origen a varias estancias. Desde entonces, muchas familias se sucedieron en su propiedad y tanto la capilla como el resto de la edificación sufrieron agregados y modificaciones. Ya en poder del Gobierno de Tucumán, funciona como museo desde el año 1973, mostrando en sus salas valiosas piezas arqueológicas, pinturas de la escuela cuzqueña y mobiliario de la época jesuita, conserva además la capilla ubicada en la parte posterior al acceso principal.

Visita a la estancia las carreras: esta es una de las primeras estancias en la que se dividió el valle, en ella se produce queso artesanal típico de la zona, que incluso se exporta a otros países.


Cafayate-Salta

Catedral: Llegando a Cafayate visitamos la Catedral, dedicada a la advocación de Nuestra Señora del Rosario del Cafayate.

Visita al Museo de la Vid y del Vino: aquí realizamos un recorrido por dos salas con exhibiciones, audiovisuales y sonidos que muestran el firmamento en las claras noches de Cafayate, dioramas que muestran el corte transversal del suelo pedregoso que le da sustento a las viñas (el clima allí es único, ideal para que la vid desarrolle sus cualidades). Hay también una maqueta que permite observar la ciudad desde lo alto, el trabajo del hombre, la historia de la vid y del vino, etc.

Desde el Cafayate nos dirigimos a Cachi por el camino de la Quebrada de las Flechas, un espectáculo de paisajes montañosos en formas y colores diversos de acuerdo al terreno y clima de cada lugar.


Cachi

Palabra Quechua que significa sal. Otra acepción proviene del Cacán, “Kak”, peñón, piedra, roca y “chin”, silencio de la soledad. En otras lenguas, como Kunsa, de los Atacamas significa “lugar hermoso”.

Cachi está ubicado en el alto Valle Calchaquí, a 2280m.s.n.m, el pueblo descansa a los pies del colosal Nevado, con una variedad de atractivos arquitectónicos y culturales. Su población es de aproximadamente 7.000 habitantes, la mayoría descendientes de la cultura Diaguita Calchaquí con influencia Incaica.

En el siglo XIII se levanta la Iglesia con muros de adobe asentados sobre cimientos de canto rodado, techo de madera de cardón, espadaña de tres campanas. La parroquia es declarada Monumento Histórico en el año 1945. Todos los 19 de marzo se realiza allí la Fiesta patronal en honor a San José.

La gente de Cachi es ejemplar en su piedad, el primer domingo de mayo se realiza la peregrinación hacia la capilla del cerro de la Virgen ubicado por sobre los 4000 m.s.n.m, lugar donde, según relatan los nativos, la Santísima Virgen hizo su aparición a una pastora. En el mes de septiembre se realiza el Camino del Peregrino Cachi-Salta, con tres días y tres noches de caminata y oración en honor al Señor y a la Virgen del Milagro, patronos de Salta.


El ‘Auto de los Reyes Magos’, nuestro primer drama sacro en romance.

Una de las noches, un grupo de hermanas representaron el Auto de los Reyes Magos, de autor desconocido. Es la obra teatral más antigua de la literatura española y su composición debe remontarse a mediados del siglo XII.

El escritor, Eugenio Florit (Madrid, 1903-Miami, 1999), publica en 1960 una adaptación delAuto de los Reyes Magos, recrea el texto original modernizando el lenguaje de la primitiva versión de mediados del siglo XII y continúa con los 147 versos. A esta pequeña representación asistieron algunos laicos amigos.
Formación

Trabajo en equipo: la hermana María de Montfort realizó una pequeña charla explicando las bases principales para realizar un buen trabajo en equipo (previendo la actividad con tiempo, delegando, informando, etc.) como medio para obtener mejores resultados en las actividades que realizamos en nuestros apostolados. Fue de gran provecho para las hermanas.

“La verdad y libertad de la mujer”: la hermana María Fons Vitae dio una charla sobre la tesis de su licenciatura, a la Tercera Orden de Tucumán y laicos invitados, sobre la dignidad de la mujer y cómo debe hacer frente a los ataques que actualmente existen.



Damos gracias a Dios por todos los beneficios que hemos recibido en estos días, sobre todo el haber podido compartir con las hermanas, en un clima de alegría y de oración, esta convivencia. Y como escribió una hermana:

Mirando tanta belleza
toda esta naturaleza,
las cumbres en su esplendor,
los bosques en su verdor,
demos gracias al Artista
de cuanto nuestra vista
hoy viene a aparecer
y prometamos ser
fieles y santas esposas
de Quien con tantas cosas
hoy nos viene a enriquecer
sin nosotras merecer.

jueves, 16 de abril de 2015

Curso de Iconografía

misionesIVE abril 15, 2015 Argentina

“Dado que el invisible se hizo visible asumiendo carne, es posible representar la imagen de Aquel a quien se ve. Dado que, (…) siendo de naturaleza divina, asumió la condición de esclavo y se redujo a sí mismo a la cantidad y a la calidad revistiéndose de rasgos humanos, pintémosle sobre madera y presentemos para ser contemplado a Aquel que deseó hacerse visible.”

San Juan Damasceno



Queridos todos:

Queremos compartir con ustedes la inmensa alegría que fue para siete religiosas Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará (Hna. María Lluc, Hna. María Dei Genitrix, Hna. María Virgen Pura, Hna. María de Loreto, Hna. María Madre de Dios, Hna. María Virgen de la Felicidad y Hna. María de la Fe) el Curso de Iconografía que con la gracia de Dios hemos podido realizar del 1 al 10 de marzo del corriente año. El mismo fue dictado por el R. Padre Agustín Spezza.

Dichos cursos (ya es el tercero que dicta el P. Agustín) tienen como objetivo principal formar nuevos iconógrafos que atraídos por la belleza del Arte Sagrado sean capaces de descubrir a Dios a través de los íconos, a la vez que de pintar lo que se contempla con amor y devoción.

El ícono, al igual que la palabra escrita, es un instrumento para transmitir la tradición y la fe cristianas. A través de la imaginería sagrada, el Espíritu Santo nos habla, revelándonos verdades que pueden no resultar evidentes para quienes utilizan únicamente las herramientas de la razón. El ícono trata de transmitir el carácter sobrecogedor de la realidad invisible y divina y de inducir al observador a tomar conciencia de la presencia de Dios. Es lo que se da a llamar “teología escrita en imágenes”.[1]

El iconógrafo sabe y reconoce según Leonid Ouspensky “que no hay palabras ni colores ni líneas que puedan representar lo que pertenece al Reino de Dios. Sabe que no puede expresar con medios pertenecientes a este mundo creado, (como son los pigmentos naturales que utiliza), algo que supera infinitamente a la criatura. Por tanto los métodos empleados por la iconografía para significar el reino de Dios únicamente pueden ser figurativos, simbólicos, como el lenguaje de las parábolas en las Sagradas Escrituras.” [2]



Según la teología de las imágenes sagradas, el ícono original es Cristo. Así pues nos hemos aventurado y nos hemos centrado en su Imagen, donde se resumen y reflejan todos sus misterios, en su Rostro, belleza esplendorosa de Dios y a la vez belleza humana sin igual.

Para el iconógrafo, la imagen del Señor es delineada primero en el corazón y después en sus tablas, por eso todos los días del curso transcurrieron en un retiro donde a través del silencio y la oración nos hemos dejado mirar por Él, experimentando su Misericordia y el apremiante llamado a ser coherentes con nuestra vocación.

Se escogió pues para dibujar y pintar el Pantócrator, ícono del Monasterio serbio de Kilandri en el Monte Athos. Pertenece él mismo a la segunda mitad del siglo XIII, en pleno fervor de la ortodoxia, de la renovación espiritual, de la invocación del nombre de Jesús. Tiene como título el de “Salvador”, “Soter” en griego, “Spas” en ruso. Que no es solo su nombre sino también su función.

El nombre de Jesús, el Salvador, está inscrito no solo en el rostro lleno de bondad de la imagen que contemplamos, sino en la parte superior del ícono con las iniciales griegas IC XC, Iesous Christós. Tiene la majestad del Pantócrator– todopoderoso – y la bondad del Maestro.

El fondo de color dorado y luminoso pero impenetrable es la gloria que esconde el misterio. El nimbo (aureola) es la nube que viene de Dios, es la luz, tiene un sentido de gracia y de don. Dentro de ella, casi imperceptible, los rasgos de la cruz y las letras O, W, N que indican el título mesiánico y la divinidad de Jesús. “Yo soy el que Soy” (Ex 3, 14)

Su cabellera hermosa y fluyente, hace resaltar su rostro. La frente es ancha y luminosa, sus cejas son arqueadas y la mirada bondadosa y penetrante. Se dibuja una nariz afilada y alargada, la boca diminuta y cerrada con los labios rosados. Los oídos están abiertos y atentos a escucharnos. Una hermosa barba cubre sus mejillas y se recoge a la altura del cuello fuerte y vigoroso.

La túnica es roja y el manto azul. Ambas indican la humanidad y la divinidad respectivamente. Con la mano derecha bendice manifestando la benevolencia de Dios hacia nosotros y con la mano izquierda sostiene el libro de los siete sellos, que solo Él puede abrir, donde se contiene el plan divino de salvación por Él realizado.

“Para que el ícono pueda cumplir su cometido de trampolín hacia la trascendencia, es menester que quien lo contempla se arranque previamente de las trivialidades cotidianas, de las preocupaciones mundanas. Mientras no lo haga el ícono no comenzará a hablarle. Pero cuando comience a hacerlo, le comunicará una alegría suprema, una inteligencia de la vida que trasciende todo tipo de biologismo horizontalizante.”[3]

Por esto hemos procurado que los días del curso transcurrieran entre silencio, oración y trabajo:

Por la mañana teníamos una hora de adoración y la Santa Misa con el rezo de Laudes celebrada por el P. Agustín. Luego del desayuno invocábamos al Espíritu Santo, rezábamos a la Santísima Virgen y a los santos y rezábamos la oración del Iconógrafo. Seguidamente comenzaba el taller. Por la tarde después de un descanso nos juntábamos todos para rezar la Hora de Nona y continuábamos empeñadas en la labor del ícono; y a la tardecita rezábamos el Santo Rosario y seguidamente las Vísperas. Durante la cena nos distendíamos un poco, allí era donde surgían los comentarios y las anécdotas más entretenidas. Todo se vivía en un clima muy familiar y muy alegre como no puede ser de otra manera ya que la labor que surgía de lo contemplado nos llenaba de entusiasmo.

Para la confección del ícono, se tomó una semana simbolizando los días en que Dios creó el mundo. Esto era parte del plan establecido para el retiro, ya que cada avance en el trabajo sobre la tabla correspondía a uno de los días en que Dios hizo el cielo y la tierra. Porque toda la creación está en relación con el Verbo: “todo se hizo por Él, y para Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto existe” (Jn. 1,3). Y si bien por último, el hombre fue hecho a imagen de la Santísima Trinidad, su carácter icónico dice una referencia especial al Verbo eterno y encarnado, Ícono invisible y visible de Dios (cf. Rom 8, 29; Col 3,10).

El camino hacia la santidad es el mismo camino que conduce a la belleza Fontal, al Sol de la belleza divina. Por ser imagen de Dios, de la raza de Dios (cf. Act. 17, 39), el hombre ha sido creado para la belleza. El ícono impulsa el deseo de la santidad a través de la belleza. No en vano la exigente fórmula evangélica: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48) puede ser también y más fielmente traducida: “Sed bellos como vuestro Padre celestial es Bello”, porque el modelo de perfección divina es bello en su fuente, en su raíz; quien lo contempla en el silencio del recogimiento se acerca a la santidad.

El curso-retiro que se nos ha concedido realizar reavivó en quienes hemos participado de él, el deseo de una vida santa. El ícono parece avanzar hacia el que lo observa, para englobarlo e introducirlo en el misterio, insinuando así una suerte de “comunión” con el misterio representado por parte del espectador. El ícono participa del poder santificante que implica la encarnación del Verbo, en su movimiento descendente y ascendente según el axioma: “Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios” o lo que mejor conviene decir en este caso: “Dios se hace visible para que el hombre se eleve a lo invisible”.

La obra iconográfica se dirige hacia el espectador con su luz para inundarlo con su irradiación, para transfigurarlo. La Santa Misa de clausura tuvo lugar en la Capilla de la Casa “Santa Faustina” y la celebró el R. Padre Gabriel Zapata junto al P. Agustín Spezza. En la homilía el Padre Gabriel Zapata refiriéndose a los misterios luminosos nos exhortó a continuar en nuestra vida consagrada el amor por lo bello, transformando la creación, elevando todas las cosas hacia Dios. En nuestra misión de evangelizar la cultura, es un gran desafío para nuestra pequeña familia religiosa el poner nuestro talento y el hacer este esfuerzo al servicio de la predicación de Cristo. Ese es nuestro deseo.

Concluimos con una cena festiva donde en un clima familiar gozamos poniendo en común todo lo que se había vivido en esos hermosos días intensísimos por el trabajo realizado bajo el contenido de la oración. Queremos por tanto agradecer en primer lugar a los que han hecho posible este encuentro: primero y principalmente al R. P. Agustín Spezza por su disponibilidad incansable y por poner todo su talento a nuestra disposición para enseñarnos; al R. P. Gabriel Zapata, la Madre María del Cenáculo, la Madre María del Río Blanco que puso a disposición su Casa y a las Hermanas María Amada de Dios y María delle Piaghe que nos han asistido en todo lo que necesitábamos.

Dios les pague a todos tanta generosidad.

A la Theotokos, Madre de Dios, le pedimos nos acompañe en esta empresa de embellecer con el Arte Sacro la Iglesia de Jesucristo para la Gloria de Dios.

Hermana María de la Fe

Monasterio “Santa Teresa de los Andes”

[1] Jim Forest, Orar con los Iconos

[2] L. Ouspensky, La thèologie de l’icône

[3] E. Trubeckoj, Studio sulle icone