martes, 31 de marzo de 2015

Semana Santa

Por P. Agustín Spezza, IVEmarzo 30, 2015Reflexiones sobre Arte Sacro

De las laudes del Lunes Santo. Del canal: http://www.liturgiadelashoras.com.ar/

LUNES SANTO. Contemplemos este icono y meditemos la Palabra.


Jr 11, 19-20

Yo como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: «Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que su nombre no se pronuncie más.» Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, escudriñas las entrañas y el corazón; veré tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.

SALMODIA

Ant 1. Exclamó Jesús: «Siento en mi alma angustias de muerte; aguardad aquí y velad conmigo.»

Salmo 41 – DESEO DEL SEÑOR Y ANSIAS DE CONTEMPLAR EL TEMPLO.

Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»

Recuerdo otros tiempos,
y mi alma desfallece de tristeza:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

¿Por qué te acongojas, alma mía,

por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.

Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.

De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.

Diré a Dios: Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?

Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Exclamó Jesús: «Siento en mi alma angustias de muerte; aguardad aquí y velad conmigo.»

Ant 2. Ahora viene el juicio de este mundo; ahora el señor de este mundo va a ser arrojado fuera.

Cántico: SUPLICA EN FAVOR DE LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN Sir. 36, 1-7. 13-16

Sálvanos, Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.

Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.

Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.

Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.

Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel, a quien nombraste tu primogénito.
Ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.

Llena a Sión de tu majestad
y al templo de tu gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ahora viene el juicio de este mundo; ahora el señor de este mundo va a ser arrojado fuera.

Ant 3. Jesús, caudillo y consumador de la fe, sufrió con toda constancia la cruz, pasando por encima de su ignominia; y está sentado a la diestra del trono de Dios.

SALMO 18 A – ALABANZA AL DIOS CREADOR DEL UNIVERSO.

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Jesús, caudillo y consumador de la fe, sufrió con toda constancia la cruz, pasando por encima de su ignominia; y está sentado a la diestra del trono de Dios.

lunes, 30 de marzo de 2015

“Decidieron darle muerte”

29 DE MARZO DE 2015 / MONASTERIODELPUEYO

Jn 11, 43-57: Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.» Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación.» Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación – y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Desde este día, decidieron darle muerte. Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?» Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle.

Escribía desde la prisión de Barbastro, con perfecta caligrafía (que tuvimos la gracia de contemplar hace pocos días), el beato Aurelio Boix o.s.b.[1] a sus padres y hermanos: “Conservo hasta el presente toda la serenidad de mi carácter; más aún, miro con simpatía el trance que se me acerca. Considero una gracia especialísima dar mi vida en holocausto (…) por el único delito de ser religioso…”[2].




B. Aurelio Boix

Estamos a sólo 6 días de celebrar la “Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo”, causa ejemplar, final y eficaz de todo martirio. A pocos días de la Pascua, dice san Juan en el Evangelio: “Desde este día, decidieron darle muerte”. Sin siquiera sospecharlo los judíos, estaban preparando los ánimos para sacrificar en holocausto a la verdaderaVíctima Pascual que nos libraría del poder del diablo y del pecado.

Jesús también se prepara para ese momento tan esperado: “tengo que recibir un bautismo, y qué angustiado estoy hasta que se cumpla” (Lc 12, 50). No le iban a dar muerte a la fuerza; El vino al mundo para darla y así lo iba a hacer; por eso todavía se escondía, pues aún “no era la hora”.

Una de las notas claves del martirio es el amor, o sea, la entrega voluntaria de lo más precioso que tenemos, nuestra vida, por la fe en Cristo.

Así lo definía el papa Benedicto XIV: “El martirio es el voluntario sufrimiento o tolerancia de la muerte, por la fe en Cristo o por otro acto de virtud referido a Dios”[3].

San Tomás[4] ya lo había explicado claramente en la cuestión que le dedica al martirio en la Suma Teológica; allí dice que el martirio es el acto más perfecto de virtud (san Agustín ponía la gloria de los mártires por encima de las vírgenes). No por el acto en sí, pues nunca puede ser el acto más perfecto el soportar pacientemente la muerte. Pero sí en cuanto nos hace alcanzar y obrar el acto de una virtud más perfecta, y ésta es lacaridad; y es el mejor modo, porque nos hace hacer el acto más heroico de caridad que es despreciar por Dios el bien más grande que tenemos en este mundo, que es precisamente la vida y porque nos hace soportar lo más odioso que se puede odiar en esta vida, que es justamente lo contrario a ella, la muerte y, aún más, si es con dolores y tormentos corporales.




¿qué hice por Cristo, qué hago por Cristo, qué he de hacer por Cristo?

Es también una de las notas más características del holocausto de nuestros beatos mártires del Pueyo; ellos ante la persecución inminente desatada en España, por el nombre de Cristo, decidieron abandonarse en manos de Dios y enfrentar con fortaleza y gran ánimo la muerte cruenta que se les aproximaba:

-En primer lugar está la decisión tomada de permanecer en la vanguardia, no moverse del amado Monasterio. Así lo describe el P. Plácido: “Sí, a pesar de que la situación se había hecho sumamente angustiosa, como cuando uno se encuentra ante un inminente peligro sin posible salida, todo transcurría regularmente, con orden. Se oraba al sonido de la campana, se comía juntos, se compartían fraternalmente impresiones y unos a otros nos animábamos mutuamente. Había que saber descubrir la hora de Dios”[5].

-Luego, la entrega libre y pronta a los perseguidores, como mansos corderos.

-El beato P. Ramiro, que decidió morir con su comunidad, rechazando la invitación de su amigo Luis Bacaicoa Urbiola, comisario rojo en aquel entonces, de quedar libre y escapar.

-El beato Lorenzo Ibañez, de 24 años, subdiácono; otro que afrontó el martirio con grandísimo valor. Luego de realizar la misión encomendada por el padre prior, decidiendo volver con sus hermanos monjes, dijo a su amigo Rafael: “Vas a quedarte solo y tendrás que luchar. Resiste hasta el fin. A mí, si me matan, moriré como he vivido y, cuando las circunstancias te lo permitan, le dices a mi padre que su hijo ha muerto como un valiente y que su último grito al ser fusilado fue ¡viva Cristo Rey!”.

-Y ya más cercanos al día del sacrificio, nos describe el ambiente que reinaba allí en los escolapios el mismo P. Plácido, compañero de prisión: “Era de esperar que cualquier noche aparecieran con la lista de la muerte y al frente el mismo ‘enterrador’, siempre ávido de sangre. Pero eso mismo iba caldeando más y más los espíritus. Ser mártir de Cristo se había convertido en un ideal ya plenamente compartido por todos, aunque quizá no todos expresaran externamente su vivo entusiasmo con el mismo ardor. En la vida de la Iglesia la vida monástica sucedió a los que habían dado su vida por la fe en los primeros siglos. Ahora se iba a realizar en nuestros monjes a través del testimonio cruento aquello que san Benito define como ‘participación de la pasión de Cristo’. Por eso se hablaba de ello y se ponían los medios para superar la propia flaqueza humana, en la oración, en la vida de Comunidad, en la esperanza de vida eterna”[6].

-El P. Alejandro Pérez trae en su “Informe” un precioso testimonio de esta sagrada preparación para la unión total y definitiva con el amado. Escribe: “Aproximadamente una semana antes de su ejecución, o sea, hacia el 20 de agosto, recibieron la visita de un sobrino del P. Fernando Salinas (que era de Pozán de Vero, uno de los pueblos más cercanos). La entrevista fue rápida y el visitante conserva muy grabada una frase que dice mucho. «Aquí estamos esperando la hora», le dijeron. Y esa hora la interpreta él, con fundamento, como la del martirio, puerta por donde entrarían a gozar de la libertad de los santos. Esa hora se refleja en las palabras que brutalmente lanzaron a los colegiales, una vez separados éstos de la Comunidad. Aquellas hambrientas hienas les dijeron: «pronto mataremos a los de arriba»”[7].


Urnas de cristal con los restos de 15 de los 18 mártires benedictinos del Pueyo.

Su domingo de Ramos, podríamos decir que fue el día 27 de agosto, en que pudieron celebrar junto a los escolapios con gran solemnidad (como allí se podía), la fiesta del patrono de la Casa que los acogía como prisioneros, de San José de Calasanz. Fue la última fiesta del cielo celebrada en la tierra por los monjes. Había llegado, finalmente, la hora tan esperada.

De nuevo, nuestro padre Plácido describiendo las últimas horas antes de la muerte, cuando luego de sacarlos de la sala donde estaban, los dejaron largo tiempo en el salón de los mártires claretianos: “Y esto tiene su importancia, porque para nuestros monjes fue una hora o algo más, en que todos unidos se prepararon para el suplicio, como Jesús en Getsemaní, antes de ir a la muerte”[8].

Aunque, como enseña S. Tomás[9], la muerte cruenta y física es necesaria para obtener la corona y la palma del martirio, sin embargo los méritos se obtienen antes, al soportar voluntariamente las heridas mortales o tribulaciones semejantes por Cristo; por eso es que la virginidad consagrada concede méritos casi tan altos como el martirio, pues, en palabras de San Pablo: “han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias” (Gal 5, 24).

El martirio, tanto el cruento como el incruento, no se improvisa. Dispongamos nuestro corazón en esta Semana Santa que mañana comenzamos, para ser dignos de compartir los padecimientos de Cristo y así, entrar con El en su gloria. Dios espera solo nuestro amor, nuestra libertad, nuestra entrega.

Rezaba San Juan Pablo II:

“María, Reina de los mártires, asociada a su Hijo en un único martirio, acompañe a cada uno de nosotros en las pequeñas y grandes ocasiones en que debemos dar nuestro fiel testimonio evangélico; y nos conforte con su amor de Madre en nuestro esfuerzo diario por seguir a Cristo especialmente en las situaciones complejas y difíciles”[10].

[1] (Sobre el tenor de las cartas del beato Aurelio, del P. Plácido, p. 177) “El Espíritu de Dios fue caldeando y purificando cada día más la entrega generosa de aquellos hombres. No existe una queja, no se respira el más mínimo rencor, no cuentan para nada las consideraciones políticas o terrenas. La fe que iluminaba su vida, la esperanza que fortalecía su propia debilidad, y el amor a Cristo y a su Iglesia, junto al generoso perdón para quienes los condujeron a la muerte, son las expresiones del alma de estos siervos de Dios”.

[2] Carta del beato Aurelio Boix, citada por P. Plácido en “Iban a la muerte como a una fiesta”, p. 174

[3] Benedicto XIV. De Servorum Dei beatificatione et de beatorum canonizatione.

[4] Respondo: Podemos hablar de un acto de virtud bajo dos aspectos: Uno, según su especie, comparándolo con la virtud que lo produce inmediatamente. Entonces el martirio, que consiste en soportar debidamente la muerte, no puede ser el más perfecto de los actos virtuosos, ya que soportar la muerte no es de suyo encomiable, sino sólo en cuanto ordenado a un bien que es un acto de virtud, como puede ser la fe y el amor a Dios. Y este acto de virtud, por ser fin, es más perfecto.

Otro aspecto bajo el que podemos considerar el acto virtuoso es si lo comparamos con el primer motivo, que es el amor de caridad. Y este segundo aspecto hace principalmente que un acto pertenezca a la perfección de vida, porque, como dice el Apóstol en Col_3:14 : La caridad es el vínculo de perfección. Pero el martirio es, entre todos los actos virtuosos, el que más demuestra la perfección de la caridad, ya que se demuestra tener tanto mayor amor a una cosa cuando por ella se desprecia lo más amado y se elige sufrir lo que más se odia. Ahora bien: es obvio que entre todos los bienes de la vida presente el hombre ama sobre todo su propia vida, y por el contrario experimenta el mayor odio hacia la muerte, especialmente si es con dolores y tormentos corporales, por cuyo temor hasta los mismos animales se abstienen de los máximos placeres, como dice San Agustín en el libro Octoginta trium quaest. . Según esto, parece claro que el martirio es, entre los demás actos humanos, el más perfecto en su género, como signo de máxima caridad, conforme a las palabras de San Juan (Col_15:13): Nadie tiene mayor amor que el dar uno la vida por sus amigos. (S Th II-II, 124, 3)

[5] P. Plácido, Iban a la muerte como a una fiesta, p. 49

[6] P. Plácido, Iban a la muerte como a una fiesta, p. 98

[7] P. Alejandro Pérez, Informe…, p. 93

[8] P. Plácido, Iban a la muerte como a una fiesta, p. 138

[9] (S Th II-II, 124, 4) si la muerte es esencial al martirio

Obj 4. El martirio es un acto meritorio, como hemos dicho. Pero no puede haber acto meritorio después de la muerte. Luego debe ser antes. Así que la muerte no es esencial al martirio.

Rta. 4. El mérito del martirio no se da después de la muerte, sino en soportarla voluntariamente, es decir, cuando uno sufre libremente la inflicción de la muerte. Sucede a veces, sin embargo, que después de haber recibido heridas mortales por Cristo, o cualesquiera otras tribulaciones semejantes, que se sufren por la fe en Cristo, provenientes de los perseguidores, uno puede sobrevivir largo tiempo. En este estado, el acto del martirio es meritorio, y también en el mismo momento de padecer estas penas.

[10] JPII, Reflexión antes de rezar la oración mariana del Ángelus el día de San Esteban, 26 de diciembre 1994: L’Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.52, 30 diciembre 1994, p.4.

domingo, 29 de marzo de 2015

DOMINGO DE RAMOS

Por P. Agustín Spezza, IVEmarzo 29, 2015Reflexiones sobre Arte Sacro

Autor: P. Jesús Castellano Cervera


Entrada a Jerusalén. Icono de Gerardo Zenteno, iconógrafo ortodoxo de Santiago de Chile.

LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN

Texto bíblico: Mateo 21, 1-17

La Semana Santa o gran Semana de los cristianos, que hace memoria en la liturgia de los acontecimientos salvadores de Jesús en Jerusalén, se abre con el Domingo de Ramos. Una pascua semanal que precede la pascua anual. Un solemne ingreso que es ya un anuncio de la victoria de Cristo, aunque entre el ingreso y la victoria estén los trágicos días de la pasión. Las palmas y los olivos anuncian la victoria de la cruz. La humilde presencia de Cristo, sentado sobre un asno, indica el cumplimiento de las Escrituras.

La meditación sobre este icono nos puede ayudar a entrar de una manera profunda y sentida en la experiencia litúrgica que representa.

De la palabra a la imagen. De la imagen a la fiesta

La plasticidad del episodio evangélico, narrado por los cuatros evangelistas (Mt 21 1-17; Mc 11-1-11; Lc 19, 28-40; Jn 12, 12-19), no podía menos de suscitar dos reacciones transmitidas por la tradición en su liturgia. La primera es precisamente la representación de la imagen del ingreso de Jesús en Jerusalén que ya vemos en elCodex Purpureus de Rossano Calabro. La segunda es la imitación litúrgica por los cristianos del solemne ingreso de Cristo en la ciudad santa. De hecho, entre las celebraciones de la Semana Santa de las que la peregrina Egeria nos transmite los detalles, es de notar la que se celebraba el Domingo de la Gran Semana en Jerusalén. El pueblo se reunía en la colina de Betfagé, se leían los textos sagrados alusivos al ingreso de Jesús en la ciudad y se organizaba una solemne procesión hasta la basílica de la Anástasis. Se acompañaba al obispo, como hicieran los discípulos con Jesús, y los jóvenes y niños, algunos en brazos de sus madres, agitaban ramos de olivo y palmas para recordar el episodio evangélico. En las iglesias de Oriente es un domingo en el que tienen un especial protagonismo los niños, así como en la Iglesia de Roma se subraya desde hace algunos años, la participación de los jóvenes.

LA IMAGEN PLÁSTICA Y LA SUGESTIVA IMITACIÓN LITÚRGICA HIZO QUE ESTA PROCESIÓN DE Ramos se introdujese pronto en las Iglesias de Oriente y de Occidente, evocada por los peregrinos y transmitida por la autoridad de la Iglesia Madre de Jerusalén.

Los cantos de la liturgia oriental, las homilías de los Padres, los himnos de la Iglesia occidental como el famoso himno de Teodulfo de Orleans, “Pueri hebraeorum”, acompañan nuestra contemplación del misterio, como necesaria preparación a la participación en la fiesta, una de las doce del ciclo anual de la liturgia bizantina, uno de los misterios que aparecen en la fila del Dodecaorton en el iconostasio de las iglesias orientales.

Jesús, personaje central

Como en todos los iconos mistéricos el personaje central es el Señor. Se presenta lleno de majestad, sentado sobre un asno, que con frecuencia tiene los rasgos de un caballo. Su vestido y el manto combinan los dos colores de su doble naturaleza, divina y humana. Su cabeza está aureolada con la silueta de la cruz. A veces a ambos lados de su cabeza están indicadas las iniciales de su nombre: JC XC. Lleva en la mano izquierda el rollo blanco de la revelación, mientras con su mano derecha bendice o indica a sus discípulos y los niños que lo aclaman.

Se trata de un icono teofánico, que revela el misterio de Cristo en un episodio de su vida que es ya anticipación de lo que va a vivir en el misterio pascual.

Jesús se presenta como Rey. El asno le hace de trono. Los discípulos y los niños lo aclaman. La profecía de Zacarías lo había predicho: “Decid a la hija de Sion: He aquí que tu Rey viene a ti manso y montado en una asna…”. Lo proclaman las voces de los que lo aclaman: “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!” (Lc 19,28). Un Rey que, en su entrada a la ciudad de la paz y de la gloria del Señor que habitaba en el templo, hace proclamar la paz en el cielo y la gloria en las alturas.

Jesús se aproxima como Siervo. Siervo de la voluntad del Padre en el cumplimiento de sus designios. Siervo de los hombres en su decisión de afrontar el misterio de la pasión salvadora. La profunda humildad y mansedumbre con que se acerca a Jerusalén dan el tono de esa entrega amorosa, de ese riesgo voluntariamente aceptado por amor.

Jesús se revela como Mesías. El cumplimiento de las profecías, la aclamación solemne del que es Bendito y viene en nombre del Señor, lo revelan como el Mesías prometido y por un momento aclamado por un puñado de discípulos fieles y de niños inocentes. A quienes preguntan quién es, la gente responde sin titubeos: Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea (Mt 21,11).

Jesús se acerca como Esposo. La liturgia oriental hace resonar el tropario: “Que viene el Esposo, salid a recibirlo”. Una exhortación a la vigilancia y una palabra reveladora de la situación de Jesús que va a dar la vida por su Esposa, la Iglesia. Una estrofa del oficio oriental nos lo recuerda:

“como si se tratara de ir a una bodas puras y sin sombra, corren los niños que no conocen el mal y cantan himnos. Gritemos también nosotros cantando con los ángeles: Hosanna en lo más alto del cielo al que posee la más grande misericordia”.

Los testigos del misterio

El icono presenta a Jesús enmarcado entre dos grupos, como en la Resurrección de Lázaro.

Detrás de él, o acompañándole, en torno al asno que le hace de trono, está el grupo fiel de los discípulos. Por un momento, antes del escándalo de la pasión, son protagonistas y partícipes del triunfo del Maestro. Han ejecutado sus órdenes y le han traído el asno y el pollino. Han puesto sus mantos sobre el asno para que el Maestro fuera cómodo. Lo han aclamado con sus cantos. Forman una piña, antes de la futura dispersión, y gozan por la revelación mesiánica de su Maestro, pregustando un triunfo que no será definitivo ni a su medida.

Frente a Jesús está el grupo de los habitantes de Jerusalén. No todos son enemigos. Pero su actitud hierática y su rostro adusto parecen identificarse con la recriminación que algunos le hacen, pidiendo que haga callar a los niños. Jesús es signo de contradicción. El ingreso que ha organizado en la ciudad santa en un tiempo en que se junta mucha gente por la Pascua, su tolerancia ante las aclamaciones mesiánicas es una auténtica provocación. Una gota que puede hacer desbordar el vaso. Como así va a suceder. El grupo, a la entrada de la ciudad santa, parece representar esa actitud de hostilidad, de rechazo y finalmente de condena con que Jesús será sacado de esa ciudad en la que entra solemnemente, cargado con la cruz de la ignominia y de la muerte.

El otro grupo, con unos detalles elocuentes, es el de los niños. Su pequeñez contrasta en el icono con las medidas de los otros personajes. A veces casi no se distinguen a primera vista, sobre todo los dos o tres muchachos subidos a la cima de un árbol del que arrancan las ramas que van a ser los signos del triunfo. Otros niños, siempre diminutos en sus medidas, ponen a los pies de Jesús, junto al asno que lo lleva en su grupa, sus propios vestidos de diversos colores. El dinamismo del icono lo dan precisamente estas figuras diminutas, los pequeños del Reino, que Jesús defiende en sus aclamaciones. Y amenaza que si los hacen callar hablarán las piedras. Es el triunfo de la inocencia, la elocuencia de los niños, la manifestación de los que acogen el Reino con su sencillez. En algunos iconos están también presentes las madres que llevan a sus hijos en brazos para que alaben y reconozcan al Señor. ¿Será necesario recordar que Jesús tuvo siempre una especial predilección por los niños durante su vida pública?

La oración de la Iglesia

La oración de la Iglesia oriental glosa las narraciones evangélicas en una profunda meditación del misterio, añadiendo aquí y allá algunos detalles sugestivos. He aquí algunos fragmentos de la liturgia bizantina:

“Oh Señor, una inmensa multitud alfombraba tu paso con sus vestidos. Otros contaban ramos de los árboles y los llevaban en sus manos; y unos a otros se decían: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito tú que has venido y de nuevo vendrás en el nombre del Señor! Mientras estabas para entrar en la ciudad santa, oh Señor, la multitud, llevando ramos en sus manos, te aclamaba como Señor de todas las cosas. Viéndote sentado sobre el asno te contemplaban como si te llevaran los querubines”.

La intensidad de la contemplación litúrgica se abre paso y apunta a los misterios que todavía se tienen que realizar con la Pascua del Señor en este episodio que se sitúa entre la resurrección de Lázaro y la de Cristo. Uno de los himnos resume el sentido de la fiesta:

“Queriendo revelar la resurrección de todos, antes de entregarte voluntariamente a la pasión, para que todos la acogiesen con fe, oh Cristo Dios, con la fuerza de tu poder has resucitado en Betania a Lázaro, muerto desde hacía cuatro días, y a los ciegos les has dado la vista, oh Salvador, porque eres tú el que da la luz. Y con tus discípulos has entrado en la ciudad santa, cabalgando un asno como si fueras llevado por los querubines, para cumplir los oráculos de los profetas. Y los niños hebreos salían a tu encuentro con ramos y palmas. Por eso, también nosotros, agitando ramos de palma y de olivo te aclamamos con gratitud y decimos: Hosanna en los alto del cielo. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Canta la liturgia occidental con estos primorosos versos en lengua castellana:

“Como Jerusalén con su traje festivo

vestida de palmeras, coronada de olivos

viene la cristiandad en son de romería

a inaugurar tu pascua con cantos de alegría.


Ibas como va el sol a un ocaso de gloria;

cantaban ya tu muerte al cantar tu victoria.

Pero tú eres el Rey, el Señor, el Dios fuerte,

la vida que renace del fondo de la muerte.


Tu que amas a Israel y bendices sus cantos,

complácete en nosotros, el pueblo de los santos;

Dios de toda bondad que acoges en tu seno

cuanto hay entre los hombres sencillamente bueno.”


Como en la liturgia romana la lectura de la Pasión nos introduce en el misterio pascual del que el Domingo de Ramos es prólogo obligado, así también la liturgia oriental termina sus oficios gozosos del domingo con estas palabras que invitan a proyectar la atención en la pasión salvadora:

“De las palmas de olivos, como en fiesta divina, pasemos a la otra fiesta que también es divina, y corramos, oh fieles, a la solemnidad salvadora delos sufrimientos del Señor. Contemplemos al Señor mientras por nosotros se somete a la pasión, voluntariamente aceptada, y ofrece su vida como rescate de todo el universo.

Llenos de gratitud, cantémosle un himnos melodioso, diciéndoles: Oh fuente de la misericordia y puerto de salvación, Señor, gloria a ti”.

Volvamos de nuevo la vista al icono. Contemplemos al Señor sentado en el asnillo. Hemos recordado que es el Rey, el Siervo, el Esposo, el Mesías. El icono proyecta en el futuro la imagen del crucificado y del Resucitado.

viernes, 27 de marzo de 2015

ENTREVISTA AL MAESTRO ICONÓGRAFO VLADISLAV ANDREJEV

Por P. Agustín Spezza, IVEmarzo 15, 2015Reflexiones sobre Arte Sacro

Entrevistadora Alevtina Novikova


Vladislav Andrejev, fundador de la Escuela PROSOPON

Presentamos esta hermosa entrevista que recibí traducida del inglés por gentileza de la Señora Corinne, sobre el Maestro iconógrafo de religión ortodoxa Vladislav AndreJev. Nosotros los católicos tenemos con los ortodoxos un pasado común hasta el Concilio ecuménico de Nicea del año 787, cuando todavía en la Iglesia no se habían abierto las heridas de la división. Quizá por haber padecido la Iglesia en sus orígenes la persecución iconoclásta, Oriente ha tenido el privilegio y también nos ha dado un ejemplo a Occidente en mantenerse firmes y estables en conservar la imagen sagrada que tan valientemente defendieron los santos Padres, entre varios, el último de los Padres de Oriente, San Juan Damasceno.

El Icono-El alma del hombre:

Vladislav AndreJev, fundador y director de la escuela iconológica “Prosopon” (Usa) Proveedor de la enseñanza iconológica, iconógrafo y un cristiano ortodoxo, visitó durante casi una semana Kostrom en Rusia, y parte de su estadía la dedicó a reunirse con estudiantes de arte universitarios e iconógrafos de Kostroma, y brindó clases magistrales y numerosos seminarios. La siguiente conversación tuvo lugar en el centro juvenil ortodoxo llamado “Kovcheg” (Palabra Rusa que significa arca). Ésta fue publicada el 19 de marzo de 2007 en “Línea Joven”, en Kostroma, Rusia.

Vladislav L’ vovich, ¿ Como entró el ícono en su vida?

Esto ocurrió hace mucho tiempo. Nací en San Petersburgo, entonces llamado Leningrado. Mis padres no hablaban de su fe, ya que vivíamos bajo el régimen de Stalin; pero mi abuela era creyente y por eso tuve una educación religiosa. Durante la segunda guerra mundial me fuí a vivir con ella y es ahí que aprendí las plegarias ortodoxas.

Las impresiones adquiridas durante la infancia nunca dejan de aflorar en algún momento de la vida de una persona para guiarla. Al convertirme en un artista, desarrollé mi interés por la iconografía y el arte ruso antiguo en general; y fue entonces que comenzó mi búsqueda para descubrir el modo de unir el arte y la religión.

¿Cómo terminó yendo a América?

Esto ocurrió cuando yo ya tenía una familia. No quería que mi hijo recibiera una educación soviética atea. Y en realidad yo mismo ni siquiera había sido un pionero (NotaTraductor: Pionero, Un niño después de los 9 años debía pertenecer a esta organización caracterizada por sus uniformes y el cultivo del pensamiento comunista ateo). Además, toda dedicación o especialización en iconografía en esos tiempos, eran terriblemente problemáticos). Entonces comenzamos a buscar el modo de salir de todo eso, dejando Rusia en el año 1979.

¿Fue entonces que empezó a enseñar iconografía?

Esto tiene su propia historia. Yo era un principiante en la escritura de íconos y nunca había pensado en la posibilidad de enseñar. Mientras tanto, la Escuela de Artes Sagradas de la Ciudad de Nueva York, estaba buscando un especialista Ruso que fuera cristiano ortodoxo, (aparentemente un americano no era suficientemente auténtico para ellos). Esta escuela ofrecía una enorme variedad de clases sobre estilos originales de diferentes culturas como por ejemplo, paisajes chinos, caligrafía japonesa, arte de la India, etcétera; y por entonces el interés por el ícono ortodoxo había crecido. El director de la escuela, buscando el especialista apropiado, visitó una iglesia ortodoxa, preguntó si conocían a algún iconógrafo y estos le dieron mi número de teléfono. En un primer momento aproveché mi escasa experiencia y mi pobre inglés como excusas, pero después accedí a comenzar a enseñar.

¿Quiénes fueron sus alumnos?

Eran americanos de diferentes edades, profesiones y confesiones.


Pantocrator

¿Para ellos era solo una experiencia exótica?

Definitivamente, no era solo algo exótico. Es costumbre en América tomar clases y por eso durante las vacaciones, la gente no se queda sentada en sus casas mirando la televisión sino que participan de nuevas actividades, como tocar la guitarra, hacer cerámica, aprender yoga. Entre estos alumnos, por ejemplo había una en particular que era una monja católica. Algunos monasterios y órdenes religiosas tienen por costumbre cada 7 años conceder un año sabático a uno de sus monásticos para que lo viva del modo que deseé. Fue así que esta monja se interesó por el icono ortodoxo a pesar de que algunos de mis estudiantes profesaban la fe ortodoxa.

Siendo la iconografía una esfera tan seria, ¿puede ser la curiosidad su único interés?

Venimos a la fe desde la Tierra y no desde el Cielo, del mismo modo que comenzamos a ir a la Iglesia desde la Tierra y por eso muchas veces no entendemos nada; y si fuéramos echados de la Iglesia por ser proclamados indignos, seguramente no volveríamos ahí jamás. Lo mismo sucede con el ícono: no es una especia de tesoro escondido aislada para la gente, o una Tradición invalorable que necesita ser preservada y transmitida solo a unos elegidos. En mi opinión, el estudio de íconos es una forma de evangelización, una manera de familiarizarse con la cultura ortodoxa. Lo que me gusta particularmente de los americanos es la ausencia de la actitud crítica: sabiendo que su maestro es un ortodoxo ruso, no suscitan ningún debate que tenga que ver con la fe. Estando ahí para aprender, escuchan atentamente y se aplican al estudio de esta nueva Tradición.

Usted ha dicho que comenzó a enseñar con muy poca experiencia en el arte. ¿Cómo desarrollo su conocimiento acerca de la escritura de íconos?

Es difícil contestar. Si digo que fue a través de “revelaciones”, podría ser juzgado como falta de modestia; y si digo, “por estudio”, lo más probable es que tampoco satisfaga mi respuesta. Por supuesto que leo libros, las obras de los Padres de la Iglesia; sin embargo lo que más ha contribuido a mi crecimiento, es aquello que la práctica de la escritura de íconos misma, revela: que uno comienza a entender el lenguaje de los símbolos.

¿Cuándo comenzó a pensar en la idea de crear su propia escuela para pintar íconos?

Una escuela semejante había abierto justo al lado de la escuela de Artes Sagradas, provocando mucha competencia, y a causa de esto, la nuestra tuvo que ser cerrada. Fue entonces que decidí organizar mis propias clases. La mayoría de mis alumnos permanecieron conmigo y otros nuevos se sumaron. Entonces otros Estados comenzaron a invitarme, y fue así que la escuela iconológica “Prosopon”, comenzó a existir, conectándose en forma gradual con otras ciudades. Hoy estas ramas operan en algunas ciudades europeas y he estado enseñando a mis alumnos en Rusia durante los últimos 7 años.

Si generalizáramos: ¿podríamos decir que la juventud norteamericana es más religiosa que la rusa?

No es tan sencillo ahí, en los Estados Unidos. Por supuesto que hay muchos creyentes, los ortodoxos, los católicos y los protestantes, pero también hay una multitud de no-denominadas sectas y más aún, jóvenes partidarios. Cada persona elije lo que tiene más cerca. Nada es oculto y nada es criticado. En América, hay un creciente interés en la fe ortodoxa, la iconografía y la cultura Rusa en general. Las estaciones de radio públicas frecuentemente transmiten música clásica Rusa, no solo de Tchaikovsky sino también a Mussorgsky, Balakirev y otros. Hasta nuestros estudiantes de iconografía traen muchas veces grabaciones de cantos de la iglesia ortodoxa a los talleres, cuando quizás solo hay un alumno ortodoxo en ella.

¿Tiene que adaptar su enseñanza al tipo de audiencia?

La enseñanza es la misma para todos. La única diferencia está en la profundidad del tema. Nuestra predica es principalmente sobre el ícono y esta permite que los alumnos decidan por ellos mismos. ¿Qué valor tiene esta enseñanza para ellos? Es realmente muy valiosa para muchos y por Gracia de Dios, unos cuantos alumnos míos encontraron o retornaron a la fe cristiana, algunos de los cuales abrazaron la fe ortodoxa. Aún hoy me opongo a toda “presión” dogmática con mi fe. Yo sólo hablo y la gente elige por ella misma. Una vez, tuve una estudiante no-cristiana proveniente de una familia académica involucrada en el campo de la ciencia. Ella se había graduado en una escuela de arte y había venido para aprender la técnica de huevo al temple. Después de un tiempo, me dijo: “Bendígame, quiero ser bautizada”. Ella aceptó la fe ortodoxa y después se convirtió en maestra de nuestra escuela, y ha ejercido durante los últimos diez años.

¿Qué es un ícono verdadero? Las imágenes impresas de los santos sobre el papel ¿son también íconos?

Esta es una pregunta complicada porque a veces uno, sin quererlo puede herir los sentimientos de aquellos que atesoran tarjetas con representaciones bíblicas, pertenecientes a sus abuelos o a otros familiares. En estos casos yo no afirmaría: “estos no son íconos”. Sin embargo, el problema radica en que algunas cosas están más cerca de la verdad mientras que otras, están más lejos. El ícono verdadero es como el Evangelio. No se oye que en las iglesias se adopte una versión simplificada como aquellas escritas para niños, en lugar del verdadero Evangelio. Observamos que no todo el mundo lee a San Gregorio el Teólogo, sin embargo también hay libros para principiantes. No es que estos libros no deberían existir sino que simplemente no alcanzan para conocer la verdad.

¿Cuándo una persona se para frente a un objeto sagrado famoso y su alma no se siente tocada por ella , ¿es por culpa suya?

Quizás no esté suficientemente preparada, o quizás hay algo que aún no se le revela desde los Cielos y su empeño espiritual está aún por ser descubierto. Quien sabe, quizás se deba culpar a su ambigüedad: por un lado se muestra deseando la verdad, pero por otro, aún no puede soltar las cosas que interfieren con esta adquisición. Sin embargo, es muy importante saber que el ícono verdadero escrito de acuerdo a los cánones litúrgicos, expresa la esencia del hombre mismo. El ícono creado por un humano justifica el hecho de que es una expresión paralela a lo que se dice en la Biblia: El hombre, él mismo, de acuerdo a la Imagen y Semejanza de Dios, es un ícono.

El ícono, es el alma del hombre reflejando la Presencia de Dios. Por lo tanto, no lo adoramos como si fuera un ídolo, sino que lo tenemos como un recordatorio de que el hombre es una imagen de Dios.

¿Puede un hombre no creyente escribir un ícono?

¿Hay gente que no cree? No conozco a nadie. Hay algunos que han opacado su fe o tratan de no pensar en ella. Todas las personas son iguales en esencia, que es el alma. Uno puede esconder su cabeza en la arena como un avestruz, pero si se le muestra que la imagen de Dios está en él, se convertirá en un creyente.

Sintéticamente, por favor describa su método de escritura de íconos a través de los 21 pasos.

En la realidad, es un llamado para el ícono litúrgico sincero, y el método proporciona un abordaje al manejo de la escritura de íconos en forma comprensiva, gradual y secuencial.

Cada 7 pasos representa una etapa del proceso. Por ejemplo, la primera etapa es la preparación de la tabla. El aspecto práctico de esta, es que no todos los tipos de madera son convenientes, sin embargo, la tabla también tiene un significado místico: es el símbolo del Árbol de la vida. La parte central ahuecada de la tabla simboliza el lugar paradisíaco. Por lo tanto, la tabla es un Leitmotif de todo el proceso de escritura del icono.

Todo el trabajo representa el recuerdo del Paraíso y nuestro retorno a él. No lo hemos perdido, ya que el alma aún está en nosotros. En realidad lo que tenemos ahora, es la oportunidad de abrirla nuevamente, pasando por el pantano de nuestra incomprensión y pecado. Hasta la aplicación del barro sobre el gesso y a su tiempo la hoja de oro sobre la arcilla tienen un significado simbólico: la arcilla es símbolo de lo material y el oro es símbolo de lo espiritual. La unión de estos dos es la que forma la naturaleza del hombre.

La etapa central de la escritura del ícono se vincula con la luz y su transición para llegar a comprender la luz interior. Cada etapa tiene su propio trabajo y preguntas relacionadas tanto con el ícono como con el iconógrafo y todo aparece como si estuviera sucediendo en su misma alma.

La última etapa, es la aplicación de la luz dadora de vida, ozhivki. Esta simboliza la luz increada que nunca muere.

Algunas personas dicen que antes de escribir un ícono es necesario prepararse: ayunar y orar.

Se sabe que una persona nunca está totalmente lista. Un iconógrafo sabe que es un pecador y esto constituye su preparación más importante. Él se sienta con este pensamiento: “Señor, ayúdame porque soy un pecador”. Porque si uno dejara abruptamente de comer, si dejara de dormir y se obsesionara con este pensamiento, entonces sus manos comenzarían a temblar. Primero y principal, uno debe descubrir en sí mismo el deseo honesto de que el ícono se abra para él.

¿Son las mujeres iconógrafas un legado del siglo XX?

Se podría decir que sí. En el extranjero el 90% de nuestros estudiantes son mujeres. Sin embargo, hay muchas aquí también en Rusia y quizás esto no sea accidental. La iconología es un discurso acerca del ícono y el ícono es vida. Después de todo, es natural para las mujeres hablar acerca de la vida.

Esta es su primera visita a Kostroma ¿cuál es su impresión?

Son impresiones positivas. Es una ciudad interesante con una historia firme y pienso que también con una buena mirada hacia su futuro crecimiento cultural.

El centro de jóvenes, como su “Kovcheg” es una rareza y espero que Dios los ayude a sostener este proyecto. Las iglesias antiguas aquí son de una insuperable belleza y si las ponemos en paralelo con la idea del ícono, estos también deberían estar en concordancia con su dignidad, como un templo.



Artículo tomado de la revista del “Journal of the Prosopon School of Iconology”

Edición n°7, 2008.

jueves, 26 de marzo de 2015

CELDA MONÁSTICA I

20 DE MARZO DE 2015 / MONASTERIODELPUEYO

Veremos algo sobre el tiempo de celda, su sentido, el modo de aprovecharla, los beneficios y dificultades, etc…

Me pareció importante comenzar con un presupuesto. La celda significa, en su más profunda significación, tiempo de soledad y presencia de Dios. Y por eso es tan importante para el monje, puesto que abandona el mundo para buscar y encontrar y gozar de “solo Dios”. Por tanto es esencial a la vocación monástica. Pero no basta tener una habitación particular, y estar allí mucho tiempo y a solas… lo fundamental es el espíritu con que se la vive. Y para vivir el espíritu de la “celda” es sumamente necesario, en primer lugar, vivir el silencio interior, la santa soledad con Dios.

en la soledad de la celda

El beato abad Columba Marmion tiene un capítulo precioso y clarísimo al respecto, cuando comenta los medios que da San Benito para llegar a la unión con Dios por la oración:

“MEDIOS QUE DA SAN BENITO PARA MANTENERNOS EN LA VIDA DE ORACIÓN[1]

El mejor medio de estimular en nosotros la santa ambición de alcanzar este estado es la vigilancia para perseverar en la vida de adoración. Nuestro santo Legislador ha ordenado de tal manera su monasterio, que todo coopera a este fin: apartamiento del mundo, soledad, silencio y recogimiento, santas lecturas, oficio divino: son los medios más propios para acrecentar y favorecer la vida de oración.

Debemos, pues, en primer lugar, amar la soledad y el silencio. Nuestro Padre san Benito, joven todavía, «dejó el mundo… para agradar sólo a Dios»[2]; empero, la verdadera soledad sólo con el silencio puede guardarse. El ruido, en efecto, distrae al alma de su recogimiento interior: andar taconeando, cerrar las puertas con estrépito, hablar en voz alta, son cosas que pueden impedir a los hermanos dedicarse a la oración; cada cual, pues, debe esforzarse en respetar la vida interior de sus hermanos, en facilitársela, evitando cuantos estorbos puedan menoscabarla. Son minucias, es verdad, pero son muy gratas a Dios, porque favorecen su íntima operación en las almas.


El Pueyo está de fiesta! Ahora es doblemente Santuario.

Más que el ruido externo, distraen al alma e impiden el recogimiento lasconversaciones inútiles. Todas las veces que, fuera de la recreación, hablamossin permiso o sin estar obligados a ello pormotivos de caridadpara con Dios o con el prójimo, cometemos una infidelidad y ponemos obstáculos a la unión íntima con Dios; dejamos, con una culpable ligereza, evaporar el perfume que ha comunicado al alma la visita de Jesús por la mañana en la comunión. Como dice san Benito, «no sólo nos causamos daño a nosotros mismos, sino también se lo acarreamos a los demás»[3].

De una comunidad que no observa el silencio, puede decirse que no tiene vida interior; por esto el bienaventurado Padre rara vez concede a sus discípulos permiso para conversar entre ellos[4]; y esto es tanto más de notar cuanto que, después de indicar numerosos «instrumentos de buenas obras», destaca tres de un modo especial, como para dar a entender que son los más importantes: obediencia, silencio, humildad. Y nos advierte que observemos lo que él llama con una palabra muy significativa «la gravedad del silencio»[5]; y nos repite el aviso de que «en el mucho hablar no evitaremos el pecado».

Para él, el silencio es la atmósfera de la oración; y al Invitarnos a la oración[6], fija de antemano las condiciones que le son necesarias: «Guardar la boca de palabras vanas y viciosas»; «no ser amigo de hablar mucho»; «no decir palabras que sólo exciten la risa»; «no gustar de reír mucho o estrepitosamente»[7]. El santo Patriarca no condena la alegría, antes alaba la «dilatación del corazón»[8], fruto del verdadero gozo «cuya dulzura es inefable»; empero condena con justa severidad lo que disipa y distrae la vida interior, especialmente las palabras innecesarias, las bufonadas y chocarrerías, y la habitual tendencia a la ligereza; todo esto quiere que se destierre del monasterio: «Lo condenamos en todo lugar a una eterna clausura[9], porque sabe que el alma entretenida en tales disipaciones, no oirá jamás la voz divina del Maestro interior.

Será de poca utilidad el silencio de los labios si no va acompañado del silencio del corazón. «¿De qué servirá –dice san Gregorio –la soledad material si falta la del alma?»[10]. Se puede vivir recluido en una cartuja sin estar recogido, si se deja vagar la imaginación por el campo de los recuerdos y de las cosas inútiles y fantaseando se abandona uno a vanos pensamientos. ¡Triste cosa es ver con cuánta ligereza malgastamos a menudo nuestros pensamientos! A los ojos de Dios, un pensamiento vale más que todo el mundo material; con él puede merecerse o perderse el cielo.

Velemos, pues, sobre nosotros, mismos; refrenemos la imaginación y el espíritu, que hemos consagrado a Dios, para que no se disipen en vanos recuerdos, en pensamientos malos o inútiles; los cuales, «apenas sobrevengan, aplastémoslos contra la piedra que es Cristo»[11]. Ayudados por esta vigilancia continua, dice nuestro Padre, «nos veremos siempre libres de los pecados de pensamiento»[12] y conservaremos el tesoro del recogimiento interior. Un alma disipada, ligera, voluntaria y habitualmente distraída por la agitación desordenada de pensamientos inútiles, no puede oír la voz de Dios. Empero, ¡feliz aquella que vive en silencio interior, fruto del sosiego de la imaginación, de la ausencia de vanas solicitudes e impaciencias irreflexivas, del apaciguamiento de las pasiones, de la práctica constante de la sólida virtud, de la concentración de todas las facultades en la busca continua del único Bien! Bienaventurada, sí, esta alma, porque Dios le hablará con frecuencia, y el Espíritu Santo le dictará palabras de vida, que no perciben los oídos corporales, pero recoge con gozo el alma concentrada en sí misma, para alimentarse con ellas.



En este recogimiento interior vivía la Santísima Virgen. El evangelio dice que «guardaba en el corazón, para meditarlas, las palabras de su divino Hijo» (Lc 2, 19). María no se expansionaba con palabras, sino que, llena de gracia e inundada de los dones del Espíritu Santo, permanecía silenciosa adorando a su Hijo, contemplando los inefables misterios que se cumplían en ella y por ella, y elevando a Dios un himno incesante de gracias y alabanzas desde el santuario de su corazón inmaculado. Los monasterios son como otras tantas casas de Nazaret, en las cuales deben realizarse, en las almas virginales, los divinos misterios. Procuremos, pues, vivir en recogimiento, y esforcémonos por estar íntimamente unidos al Señor”.

Nos encomendamos a María, Madre y Reina de los monjes.

[1] Don Columbia Marmion – p. 376 (impreso)

[2] San Gregorio, Diálog., l. II; 1.

[3] S Regla, c. 48

[4] Ídem, c. 6

[5] Ídem, c. 6

[6] Ídem, c. 4

[7] Ídem, c. 4

[8] Ídem, Prólogo

[9] Ídem, c. 6

[10] San Gregorio, Mor. In Job, 1, 30, c. 16

[11] S Regla, c. 4

[12] Ídem, c. 7

miércoles, 25 de marzo de 2015

“La Anunciación a Nuestra Señora”

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El Anuncio del ángel a Nuestra Señora nos anuncia a nosotros el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios o la Redención del género humano, es decir lo mismo: la Redención el fin, la Encarnación es el medio; y ambas son una misma cosa. La Encarnación es el misterio central de nuestra Religión, en el cual se cifran todos los otros, desde el Pecado Original hasta la Segunda Venida de Cristo.
[…]San Lucas dice en su capítulo primero: “Y entonces… envió Dios a Nazaret de Galilea al ángel Gabriel- A una virgen desposada
Con un varón llamado José
De la estirpe de David
Y María era el nombre de la Virgen
Viene después la salutación del Ángel que nosotros repetimos ahora  50 veces:
                Salud, oh Agraciadísima
                Dios contigo
                Bendita sobre todas las mujeres
Sigue el anuncio de parte de Dios de que iba a dar a luz, si ella consentía, al Rey Mesías, que sería el Hijo de Dios, ambos títulos repetidos dos veces: “Dios le dará el trono de David su padre; reinará eternamente; será el Hijo del Altísimo; será el Hijo de Dios”.
La pregunta de María y la respuesta del Ángel nos revelan el misterio de la Concepción Virginal de Jesucristo, que no es lo mismo que la Inmaculada Concepción de María; algunos confunden. El profeta Isaías y el profeta Jeremías habían vaticinado que una mujer virgen daría milagrosamente a luz un varón, permaneciendo virgen. El Ángel asegura a María que ella es; y la pregunta discreta de María: “¿Cómo podrá ser eso?”, nos revela que la hija de Joaquín y Ana había hecho voto de virginidad perpetua; cosa muy conocida hoy día pero desconocida entre los judíos. “Esta es la esclava del Señor; hágase en mí como lo has dicho”. Este consentimiento de la Virgen es una cosa tan grande como la creación del mundo: como el “Fiat” (hágase) que pronunció Dios siete veces en el comienzo de todas las cosas. Ahora comienza otro mundo, invisible y sobre natural: el mundo de la Gracia de Dios, de la cual la Virgen fue proclamada la cumbre: “Oh Agraciadísima”, que nosotros decimos “Oh llena de gracia”. La gracia es un don gratuito de Dios que nos pone en el camino de la vida eterna; nos hace merecedores y capaces de la vida eterna. Por ser llamada llena de Gracia, María Santísima no heredó el pecado original; por ser llena de Gracia tuvo que resucitar y subir al Cielo como su Hijo; por ser llena de Gracia es ahora la intercesora de todas las gracias. Todas “las glorias de María”, que dicen, están contenidas en el Saludo del Ángel; que en la lengua griega (en la cual se escribieron los Evangelios) tiene siete palabras solamente. San Alfonso María de Ligorio glosó en un libro entero estas siete palabras: “Las Glorias de María”.
[…]”Para Dios no hay nada imposible”- dijo el Ángel a Nuestra Señora. Pero Dios hacerse hombre permaneciendo Dios parece imposible a la mente, más imposible que concebir una mujer sin acción de varón: durante unos treinta años una sola persona en el mundo supo eso, la Virgen Santísima: y San José. Cristo lo dijo claramente al final de su predicación, y lo fue diciendo implícitamente durante toda ella. Tuvo que proceder pedagógicamente , pues el mundo no tenía orejas para soportar semejante trueno, el misterio del Poder Absoluto y del Amor Absoluto del que creó de la nada el Universo. Si hubiese dicho al principio: “Yo soy Dios”, eso podría ser terriblemente malentendido; como lo fue de hecho por algunos incluso al final, cuando ya sus milagros lo habían vuelto un ser digno de todo crédito, “un hombre que vino de Dios”, como dijo el Ciegonato.  Cuando Cristo las tres tremendas palabras: “Yo y mi Padre somos una misma cosa”, “Antes que Abraham existiese, yo Existo”, y “Todo lo que el Padre hace, lo hago yo al mismo tiempo”  a todo el pueblo, y en él a sus enemigos, sus enemigos quisieron darle muerte por blasfemo; y al final se la dieron. Ante el Gobernador Romano, los Fariseos lo acusaron así: “Según nuestra Ley, este hombre debe morir, porque siendo hombre pretende ser Dios”. Eso no le importaba al pagano Pilato, pues los dioses paganos como Júpiter, Apolo y Venus, tenían según ellos hijos en la tierra; al revés, Pilato se asustó. Entonces, para conseguir su muerte, los enceguecidos judíos recurrieron a una enorme mentira: “Este hombre se ha revelado contra el Emperador; niega el tributo al César y anda promoviendo sublevaciones por Galilea”.
[…]” ¿Cristo es Dios o Cristo no fue Dios?”[…]De la respuesta positiva o negativa depende el destino de la época actual; lo mismo que dependió el destino de la ciudad de Jerusalén en el año 30 del siglo primero de nuestra era. Jerusalén- o los que en ella mandaban- escogió la negativa. Jerusalén por esto justamente, y no por otra cosa, fue destruida a sangre y fuego, como su Mesías Jesús de Nazaret le había predicho- llorando.
AVEMARÍA
Salud, plenagraciada
Dios es contigo, omnigraciosa. Eres
La bendita entre todas las mujeres
Por la fruta en tu vientre bienhadada

Tu intacta flor la fruta más sagrada
La sombra del Espíritu si quieres
Hará; y el Rey Eterno de los seres
Se hará criatura en ti, fuente sellada.

Madre de Dios, Santa María, a tu Hijo
Ruega por mí y los otros pecadores
Ahora y en la hora de la muerte

Conforme a lo que Él dijo
Ven a buscarme tú, flor de las flores:

Se cerraran mis ojos para verte.

Castellani, Leonardo. El Rosal de Nuestra Señora. Primer Misterio Gozoso

martes, 24 de marzo de 2015

CRÓNICA DE LOS NUEVOS CURSOS DE ICONOGRAFÍA 2015

Por P. Agustín Spezza, IVEmarzo 18, 2015Reflexiones sobre Arte Sacro

CRÓNICA DEL CURSO DE ICONOGRAFÍA PARA CONSAGRADAS
Por la gracia de Dios hemos dado cumplimiento en el comienzo de este nuevo año de 2015 con la segunda tanda de los Cursos de iconografía que habíamos inaugurado en los primeros días de febrero del año 2014. Hemos tomado como modelo el icono del Pantocrátor del Salvador del Monasterio Servio de Chilandari, del Monte Athos. Hemos comenzado este año cvon dos cursos consecutivos de 10 días cada uno: el primero fue para mujeres laicas y se dictó desde el 6 al 15 de febrero. Seguidamente se incrementó un segundo curso para nuestras hermanas consagras “Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará”, enmarcado coincidentemente con el año de la Vida Consagrada. Fueron días de intensa oración, contemplación y técnica en el arte de la iconografía. El lema del curso de este año fue la respuesta de Jesús a Felipe: “El que me ha visto a mi a visto al Padre”.
Uno de los frutos más visibles de estos cursos es que cada participante volvió a su casa,-en el caso de los laicos- o a su comunidad, -en el caso de las consagradas- con su icono pintado, rezado y que ha sido bendecido después de San Santa Misa por el sacerdote que presidió la ceremonia y posteriormente venerado por los fieles presentes en la clausura del curso, para que de este modo comience a formar parte, de la predicación visual y cultual de la Iglesia.

CRÓNICA DEL CURSO PARA CONSAGRADAS

“Dado que el invisible se hizo visible asumiendo carne, es posible representar la imagen de Aquel a quien se ve. Dado que, (…) siendo de naturaleza divina, asumió la condición de esclavo y se redujo a sí mismo a la cantidad y a la calidad revistiéndose de rasgos humanos, pintémosle sobre madera y presentemos para ser contemplado a Aquel que deseó hacerse visible.”

San Juan Damasceno

Queremos compartir con ustedes la inmensa alegría que fue para siete religiosas Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará (Madre María Lluc, Madre María Dei Genitrix, Hna María Virgen Pura, Hna María de Loreto, Hna. María Madre de Dios, Hna María de la Felicidad y Hna María de la Fe) el Curso de Iconografía que con la gracia de Dios hemos podido realizar del 1 al 10 de marzo del corriente año. El mismo tuvo lugar en la casa Santa Faustina Kowalska y fue dictado por el Padre Agustín Spezza.

Dichos cursos (ya es el tercero que dicta el P. Agustín) tiene como objetivo principal formar nuevos iconógrafos que atraídos por la belleza del Arte Sagrado sean capaces de descubrir a Dios a través de los iconos, a la vez que de pintar lo que se contempla con amor y devoción.

El icono, al igual que la palabra escrita es un instrumento para transmitir la tradición y la fe cristinas. A través de la imagen sacra, el Espíritu Santo nos habla, revelándonos verdades que pueden no resultar evidentes para quienes utilizan únicamente las herramientas de la razón. El icono trata de transmitir el carácter sobrecogedor de la realidad invisible y divina y de inducir al observador a tomar conciencia de la presencia de Dios. Es lo que se da a llamar “teología escrita en imágenes”.








El iconógrafo sabe y reconoce según Leonid Ouspensky “que no hay palabras ni colores, ni líneas que puedan representar lo que pertenece al Reino de Dios. Sabe que no puede expresar con medios pertenecientes a este mundo creado, (como son los pigmentos naturales que utiliza), algo que supera infinitamente a la criatura. Por tanto los métodos empleados por la iconografía para significar el reino de Dios únicamente pueden ser figurativos, simbólicos, como el lenguaje de las parábolas en las Sagradas Escrituras.”

Según la teología de las imágenes sagradas el icono original es Cristo. Así pues nos hemos aventurado y nos hemos centrado en su Imagen, donde se resumen y reflejan todos sus misterios, en su Rostro, belleza esplendorosa de Dios y a la vez belleza humana sin igual.


En la homilía el Rvdo. Padre Gabriel Zapata, nuestro provinncial, se refirió a los misterios luminosos y nos exhortó a continuar en nuestra vida consagrada en el amor por lo bello, transformando la creación, elevando todas las cosas hacia Dios.

Para el iconógrafo, la imagen del Señor es delineada primero en el corazón y después en sus tablas, por eso todos los días del curso transcurrieron en un retiro donde a través del silencio y la oración nos hemos dejado mirar por Él experimentando su Misericordia y el apremiante llamado a ser coherentes con nuestra vocación.

Se escogió pues para dibujar y pintar el Pantócrator, ícono del Monasterio serbio de Kilandri en el Monte Athos. Pertenece el mismo a la segunda mitad del siglo XIII, en pleno fervor de la ortodoxia, de la renovación espiritual, de la invocación del nombre de Jesús. Tiene como título el de “Salvador” “Soter” en griego, “Spas” en ruso. Que no es solo su nombre sino también su función.

El nombre de Jesús, el Salvador, está inscrito no solo en el rostro lleno de bondad de la imagen que contemplamos, sino en la parte superior del icono con las iniciales griegas IC XC, Iesous Christós. Tiene la majestad del Pantócrator– todopoderoso – y la bondad del Maestro.

El fondo de color dorado y luminoso pero impenetrable es la gloria que esconde el misterio. El nimbo (aureola) es la nube que viene de Dios, es la luz, tiene un sentido de gracia y de don. Dentro de ella, casi imperceptible, los rasgos de la cruz y las letras O, W, N que indican el título mesiánico y la divinidad de Jesús. “Yo soy el que Soy” (Ex 3, 14)

Su cabellera hermosa y fluyente, hace resaltar su rostro. La frente es ancha y luminosa, sus cejas son arqueadas y la mirada bondadosa y penetrante. Se dibuja una nariz afilada y alargada, la boca diminuta y cerrada con los labios rosados. Los oídos están abiertos y atentos a escucharnos. Una hermosa barba cubre sus mejillas y se recoge a la altura del cuello fuerte y vigoroso.

La túnica es roja y el manto azul. Ambas indican la humanidad y la divinidad respectivamente. Con la mano derecha bendice manifestando la benevolencia de Dios hacia nosotros y con la mano izquierda sostiene el libro de los siete sellos, que solo Él puede abrir, donde se contiene el plan divino de salvación por Él realizado.

“Para que el ícono pueda cumplir su cometido de trampolín hacia la trascendencia, es menester que quien lo contempla se arranque previamente de las trivialidades cotidianas, de las preocupaciones mundanas. Mientras no lo haga el ícono no comenzará a hablarle. Pero cuando comience a hacerlo, le comunicará una alegría suprema, una inteligencia de la vida que trasciende todo tipo de biologismo horizontalizante.” Por esto hemos procurado que los días del curso transcurrieran entre silencio, oración y trabajo:

Por la mañana teníamos una hora de adoración y la Santa Misa con el rezo de Laudes celebrada por el P. Agustín. Luego del desayuno rezábamos al Espíritu Santo, invocábamos a la Santísima Virgen y a los santos y rezábamos la oración del Iconógrafo. Seguidamente comenzaba el taller. Por la tarde después de un descanso nos juntábamos todos para rezar la Hora de Nona y continuábamos empeñadas en la labor del ícono; y a la tardecita rezábamos el Santo Rosario y seguidamente las Vísperas. Durante la cena nos distendíamos un poco, allí era donde surgían los comentarios y las anécdotas más entretenidas. Todo se vivía en un clima muy familiar y muy alegre como no puede ser de otra manera ya que la labor que surgía de lo contemplado nos llenaba de entusiasmo.


La Madre Provincial, Hermana María del Cenáculo con las hermanas que hicieron su primer curso de iconos.

Para la confección del ícono, se tomó una semana simbolizando los días en que Dios creó el mundo. Esto era parte del plan establecido para el retiro, ya que cada avance en el trabajo sobre la tabla correspondía a uno de los días en que Dios hizo el cielo y la tierra. Por que toda la creación está en relación con el Verbo: “todo se hizo por Él, y para Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto existe” (Jn 1,3) Y si bien por último, el hombre fue hecho a imagen de la Trinidad, su carácter icónico dice una referencia especial al Verbo eterno y encarnado, Ícono invisible y visible de Dios (cf. Rom 8, 29; Col 3,10).

El camino hacia la santidad es el mismo camino que conduce a la belleza Fontal, al Sol de la belleza divina. Por ser imagen de Dios, de la raza de Dios (cf Act. 17, 39), el hombre ha sido creado para la belleza. El ícono impulsa el deseo de la santidad a través de la belleza. No en vano la exigente fórmula evangélica: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48) puede ser también y más fielmente traducida: “Sed bellos como vuestro Padre celestial es Bello”, por que el modelo de perfección divina es bello en su fuente, en su raíz; quien lo contempla en el silencio del recogimiento se acerca a la santidad.

El curso-retiro que se nos ha concedido realizar reavivó en todos los que hemos participado de él, el deseo de una vida santa. El ícono parece avanzar hacia el que lo observa, para englobarlo e introducirlo en el misterio, insinuando así una suerte de “comunión” con el misterio representado por parte del espectador. El ícono participa del poder santificante que implica la encarnación del Verbo, en su movimiento descendente y ascendente según el axioma: “Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios” o lo que mejor conviene decir en este caso: “Dios se hace visible para que el hombre se eleve a lo invisible”.

La obra iconográfica se dirige hacia el espectador con su luz para inundarlo con su irradiación, para transfigurarlo. La Misa de clausura tuvo lugar en la Capilla de la Casa Santa Faustina y la celebró el P. Gabriel Zapata junto al P. Agustín Spezza. En la homilía el Padre Gabriel Zapata refiriéndose a los misterios luminosos nos exhortó a continuar en nuestra vida consagrada el amor por lo bello, transformando la creación, elevando todas las cosas hacia Dios. En nuestra misión de evangelizar la cultura, es un gran desafío para nuestra pequeña familia religiosa el poner nuestro talento y el hacer este esfuerzo al servicio de la predicación de Cristo. Ese es nuestro deseo.

Concluimos con una cena festiva donde en un clima familiar gozamos poniendo en común todo lo que se había vivido en esos hermosos días intensísimos por el trabajo realizado bajo el contenido de la oración. Queremos por tanto agradecer en primer lugar a los que han hecho posible este encuentro: el P. Gabriel Zapata, la Madre María del Cenáculo, la Madre Río Blanco que puso a disposición su Casa, las Hnas Amada de Jesús y María delle Piaghe que nos han asistido en todo lo que necesitábamos, y por su puesto, al P. Agustín Spezza por su disponibilidad incansable y por poner todo su talento al servicio nuestro.

Dios les pague a todos tanta generosidad.

A la Theotokos, Madre de Dios, le pedimos nos acompañe en esta empresa de embellecer con el Arte Sacro la Iglesia de Jesucristo para la Gloria de Dios.

Hna María de la Fe



lunes, 23 de marzo de 2015

“Por mí”

P. Gustavo Lombardo, IVE20 marzo, 2015Amor de Dios, Fe, Jesucristo, Misericordia, Pecado, Valor de la Cruz



No dejan de asombrarme los distintos, por llamarlo de algún modo, “niveles” de profundidad, extensión, longitud, y también firmeza, trabazón, solidez, y cuantos otros adjetivos se le quiera poner, a las cosas que conocemos, es decir, a las verdades que tenemos fijas, o no tanto, en nuestro entendimiento y amamos, o no tanto…

De este hecho proviene la importancia de la meditación y está también en la base de los Ejercicios Espirituales. Probablemente no aprendamos muchas cosas nuevas haciendo Ejercicios –sobre todo si hemos hecho otros durante nuestra vida– pero sin duda que las entenderemos de otro modo, el cual las reviste de cierta novedad. De aquí esa tan familiar y citada sentencia del libro de los EE de san Ignacio: “no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente” [2]. El P. Balmes dirá: “lo importante no es saber las cosas sino advertir en ellas”.

No solo influye en este conocimiento nuestra inteligencia, sino también –y no poco– la voluntad; porque si bien es cierto que “no se ama lo que no se conoce”, también lo es que “ningún bien es perfectamente conocido sino es perfectamente amado”[1].

Igual relación hay entre el binomio conocimiento y vida, ya que por un lado “se entiende solo lo que se vive”, como reza el principio hermenéutico, y por otro, es muy distinto saber una verdad que saber usar de ella, es decir, vivirla:

“Mucha diferencia va de saber una verdad a saber usar de ella como se debe usar. Porque lo primero sin lo segundo, no sólo no aprovecha, mas aun daña; pues como dice San Pablo (1 Cor, 8, 2), el que piensa que sabe algo, no ha sabido cómo debe saber”[2]. (San Juan de Ávila)

Valga –espero– esta introducción para decir que es de creer que mucho nos cuesta comprender todo lo que Nuestro Señor ha hecho, y hace, por nosotros, o, mejor dicho: “por mí”. Sí, lo sabemos, pero qué lejos estamos quizás de entenderlo, gustarlo, saborearlo (de ahí viene “sabiduría”), hacerlo carne, vida, que penetre en nuestra sangre y hasta que respiremos esa verdad, como lo pudo hacer un San Pablo al decir: vivo en la fe del Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2, 20).

San Ignacio era otro que vivía a ultranza esta realidad, la cual estampó claramente en sus Ejercicios. Para muestra, algunos botones: la petición de todas las contemplaciones de la segunda semana es“demandar conoscimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre” [104]. Ante el Pesebre de Belén, contemplando a la Sagrada Familia, nos indicará el Santo:

“Mirar y considerar lo que hacen, así como es el caminar y trabajar, para que el Señor sea nascido en summa pobreza, y a cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mí” [116]

En la tercera semana nos hace pedir “dolor con Christo doloroso, quebranto con Christo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Christo passó por mí”. [203]

Casi terminando, en la “Contemplación para alcanzar amor” nos sugiere considerar “ponderando con mucho afecto quánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí” [234], y también “considerar cómo Dios trabaja y laborapor mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra”. [236]

A lo mismo apunta el Santo cuando hace entrar en juego “mis pecados”. Ya en la primera meditación, de losTres Pecados, nos invita a rumiar esta verdad al hacer el coloquio:

“Imaginando a Christo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio, cómo de Criador es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados”. [53]

Y durante toda la tercera semana nos hará pedir “dolor, sentimiento y confussión, porque por mis pecadosva el señor a la pasión” [193] y “considerar cómo todo esto padesce por mis peccados, etcétera”. [197]

Sin lugar a dudas que no podemos llegar a entender esta transcendental verdad sin la gracia de Dios, pero tampoco hay duda que debemos poner los medios que están a nuestro alcance para lograrlo, uno de los cuales –y no menor– es justamente aplicar nuestra inteligencia para, como decía el P. Hurtado: “comprender, sentir internamente la fuerza de estas verdades”.

Digamos, en primer lugar que no es lo mismo afirmar que Cristo “murió por nosotros”, a decir que “murió por mí”. Si bien lo segundo está contenido en lo primero, quedarnos solo en aquello quizás nos haría correr el riesgo de “perdernos en la multitud” aun sabiendo, como sabemos, que para Dios no hay, en este sentido, multitud que valga –porque nos conoce y ama personalísimamente–.

Podemos decir que todos estos “por mí” y “por mis pecados” nos tienen a nosotros como “actores principales” del drama de la redención y, llevándolo a una nomenclatura más filosófica, podemos decir que estamos presentes, a su vez, como causa y como efecto.

Cada uno de nosotros, únicos e irrepetibles como somos, con nombre y apellido, hemos sido la causa de que el Verbo eterno, consubstancial al Padre, en un acto de humildad abismal y casi infinita, haya asumido una naturaleza humana pasible como la nuestra. Y la causa no es otra que nuestros pecados.

Sí, por mí, y más puntualmente por mis pecados, Jesús se encarnó, nació, creció, aprendió, trabajó… pero también caminó, se bautizó, ayunó, predicó, se cansó, rezó, hizo milagros… y, sobre todo, sufrió la persecución, la maledicencia de los hombres, y sudó sangre, fue flagelado, coronado de espinas, cargó con la cruz y fue crucificado… es decir, padeció el mayor de los tormentos, tanto morales como físicos[3], cargando el peso de todos los pecados de la humanidad, y entre ellos especialmente –para mí–, los míos.

San Alberto Hurtado, en una meditación sobre el pecado y cómo éste implica morir a todo lo bueno, escribe:

“Morir, peor, matar a Jesús mi amigo

Él murió por los pecadores, de los cuales yo soy el primero. El Viernes Santo, al besar el Cristo ¡yo lo maté! Cada pecado crucifica de nuevo a Cristo en su corazón. Si Él no hubiera muerto por rescatarme, vendría del cielo a la tierra para abrirme el cielo: La malicia del pecado sería suficiente para traer a Cristo del cielo a la cruz. Lo hemos muerto muchos, pero si yo, confabulado con otros, a una vez, hubiese dado un golpe en el corazón de mi Padre ¿me excusaría el que hubiésemos sido muchos? Sabiendo que es Él, ¿hay algo que excuse mi parricidio? Si estas verdades me parecen exageraciones es porque o hay ignorancia, o porque mi fe es desleída. En la Edad Media se pecaba, y mucho, ¡pero qué hondura de arrepentimiento!”[4].

Como decíamos, también estoy presente en este drama como efecto. El amor de Dios es tan infinito como su mismo ser; pues bien, ese caudal infinito de amor ha buscado todos los causes posibles –y hasta imposibles diríamos– para mostrarme “a mí” que me ama y que, por tanto quiere salvarme, rescatarme, redimirme, liberarme de la peor de las esclavitudes y miserias: “mis pecados”.

Él es la bondad, y es propio de ésta el darse, el comunicarse, entregarse; y no habiendo mayor forma que la comunicación y entrega total, así lo hizo en ese misterio/milagro de la Encarnación… todo el bien que se sigue de que un Dios haya pisado esta tierra y haya sufrido por la humanidad, tienen como objeto mi persona, singularmente. Jesús en su vida y pasión pensó en mí, me amó y buscó hacerme el mayor bien posible, mostrándome su amor hasta el extremo, hasta no poder más, hasta la última gota de sangre, de sudor, de lágrimas… de vida.

Entender en profundidad estas cosas nos hará acercar al Señor con la confianza de la hemorroisa del Evangelio, y traerá sobre nosotros una fuerza especial del Señor, como la que salió de Él en aquella oportunidad (Mc 5,27-34).

Hará también, de manera espontánea, que busquemos “pagar con la misma moneda”, como nos invita el Santo de Loyola en los Ejercicios luego de considerar lo que el Señor ha hecho por nosotros:

“(…) Otro tanto mirando a mí mismo lo que he hecho por Christo, lo que hago por Christo, lo que debo hacer por Christo, y así viéndole tal, y así colgado en la cruz discurrir por lo que se offresciere”. [53]

Y en la tercera semana, agrega lo más propio de la respuesta de un alma enamorada, la Cruz:

“Considerar cómo todo esto padesce por mis peccados, etcétera, y qué debo yo hacer y padescer por él”.

Además, hará que tomen más sentido los “por mí” que Jesús nos pide en el Evangelio:

Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. (Mt 10, 32)

El que pierda su vida por mí, la encontrará. (Mt 10, 39)

Nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno… (Mc 10, 29-30)

También los “por mí” y “por mis pecados” involucran otro gran amor, el mayor luego del mencionado; el de la Corredentora…, sentirlo hará que vivamos cada vez más como hijos suyos y correspondamos a sus ternuras de Madre dolorosa.



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Lecturas recomendadas
Miguel Á. Fuentes, IVE: La verdad que salva es la verdad amada, no la conocida. En la web (Aquí); en Pdf (Aquí)
San Alberto Hurtado: Morir, meditación sobre el pecado (Aquí)
San Alfonso María de Ligorio: Quien ama a Jesucristo, ama el padecimiento (Aquí)

Ver todas las lecturas recomendadas, AQUÍ.



[1] Congregación para la Educación Católica, Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación Sacerdotal, 10/11/89, n. 34,3.

[2] San Juan de Ávila, Audi Filia, 92.

[3] Cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, III, 46, 6.

[4] San Alberto Hurtado, Un disparo a la eternidad, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 20043, p. 54.