lunes, 28 de marzo de 2016

Consolar a Jesús


Posted on marzo 23, 2016


Ushetu, Tanzania, 21 de marzo de 2016.

Se me hace difícil ponerme a escribir. Uno de los motivos es la falta de tiempo y la gran cantidad de actividades en la misión. Es claro que cuando yo apenas había llegado a Tanzania, sin saber decir una palabra de swahili, y encontrarme “sordomudo” por varios meses, escribir era una necesidad. Bueno, es verdad, no deja de ser una necesidad, porque en muchas ocasiones cuando estoy visitando aldeas, o ante determinados episodios, tal vez triviales externamente, se me viene a la cabeza el que “esto tengo lo tengo que escribir, tengo que contarlo”.

Pero resulta que cuando uno empieza a balbucear algunas palabras de este intrincado idioma, a rezar la misa en swahili y poder hacerse entender… y entender a los demás, al menos un poco, ya es casi imposible sentarse tranquilo. Ahora estamos en plena Semana Santa, y se podrán imaginar que estamos con todo el trabajo que se acostumbra para este tiempo en cualquier parroquia del mundo… sumado a que estamos en una misión, y en una parroquia de gran extensión, y siendo dos sacerdotes, que nos “defendemos” con el swahili, pero que nos trae una buena dificultad (de tiempo, de agotamiento mental… y malos entendidos a veces). Pero no puedo dejar de escribirles, a pesar de todo, porque el mismo P. Llorente nos insiste a los misioneros para que escribamos, y yo no me puedo hacer el sonso, porque si él escribía estando en Alaska, una lugar tan árido y desolado, y tan monótono como las infinitas pampas alaskanas, y sin embargo siempre tenía algo para contar, ¿qué queda para nosotros que no estamos en Alaska sino en una maravillosa misión que no tiene nada de monótona? Si nos encontramos en el cielo con el misionero de Alaska, me va a hacer un buen reproche… “si es que caemos más o menos cerca en el cielo”, como diría él mismo.


Los otros días me acordaba de lo que había leído del Beato Francisco Marto, uno de los pastorcitos de Fátima, que luego de una de las apariciones quedó cautivado por el hecho de haber visto muy triste a Nuestro Señor, y por lo tanto movido especialmente a consolarlo. En el libro que escribió el P. Buela, nuestro fundador, sobre las apariciones de Fátima, hay un capítulo dedicado a Francisco Marto y su deseo de consolar a Jesús. Allí el autor trae a colación diez anécdotas en las que el beato de apenas nueve años afirma que su mayor deseo es consolar a Jesús. “Todo le parecía poco para consolar a Jesús”, dijo San Juan Pablo II en la ceremonia en la que lo beatificó.Esta particularidad Lucía la advirtió claramente: “Mientras que Jacinta parecía preocupada con el único pensamiento de convertir a los pecadores y salvar almas del infierno, él parecía sólo pensar en consolar a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que le habían parecido estar tan tristes”.


Al fondo se ve la antigua capilla de Nyassa que se usó hasta hace un par de meses atrás

Me acordaba de esto cuando regresaba de la aldea de Nyassa junto con el P. Víctor y el catequista Filipo. Fuimos los tres para la preparación de las primeras comuniones de ese centro que congrega a seis aldeas más. La preparación consiste en ayudarles a hacer un examen de conciencia, luego un muy simple y “simbólico” examen oral, y finalmente las confesiones. También me sirve a mí para conocerlos, y hablarle un poquito de lo que van a recibir, y que preparen el corazón con entusiasmo. Como seguimos en tiempo de lluvias, ya casi en el final del mismo, el río que nos divide de esa parte de la parroquia sigue caudaloso y entonces dimos el rodeo de 52 km. Por eso, aprovechamos a ir junto con el P. Víctor, para no dejar pasar la oportunidad de un viaje a un lugar tan alejado, así él podía conocer el camino, y de paso llevar todo nuestro “circo” para niños y grandes: juegos y proyector de video.

Es un gozo llegar a esta parte de la parroquia, un lugar lejano y muy pobre, donde los católicos son pocos y las capillas muy humildes. Allí siempre nos esperan con mucha alegría. Ése día estaban al costado del camino para cantar junto con el catequista y recibirnos.





Luego del acostumbrado “chai con chapati” (té con una especie de tortilla… muy rico por cierto), fuimos a lo que habíamos ido, es decir, hablar con los chicos de la primera comunión. Eran veintiocho y venían de todas las aldeas de ese centro, menos una, que no habían preparado niños este año. Es hermoso verlos, tan simples y alegres a la vez, un poco asustados también… todo nuevo esto. La primera vez que les hacemos una fiesta de primeras comuniones, así que se los veía muy emocionados. Les ayudé con un breve examen de conciencia, y luego de las preguntas de los catequistas, iban pasando para confesarse. Mientras tanto, el P. Víctor se fue a jugar con todos los niños que andaban por la cercanía y que habían venido a ver quién había llegado a la aldea.


Aquí viene uno de los momentos más emocionantes para mí, ya que al momento de confesar esos niños, y escuchar algunas voces tan delicadas, de niños tan pequeños, de lugares tan apartados de toda la corrupción del mundo de la televisión y las comunicaciones, y pidiendo perdón a Dios de sus pecados con tanta sinceridad… realmente me pareció escuchar una melodía celestial. En algunos momentos cerraba los ojos para sólo escuchar… y gozaba. Y en ese instante fue que pensé que el Corazón de Jesús estaba gozando. Y que los ángeles en el cielo estaban también alegrándose por esta música y un poco admirados también, al enterarse de dónde provenía.


Luego de las confesiones, invitamos a todos a ver la película de La Pasión de Cristo, de Mel Gibson. Para todos era la primera vez que la veían, así que se pueden imaginar el efecto en el auditorio. Hubieron muchos que lloraban, entre los niños y los adultos también. El catequista Filipo iba explicando las partes de la película, y al final también aproveché a hacerles una pequeña meditación sobre nuestros pecados, causa de tantos dolores.


Cuando regresamos, después del almuerzo, llevamos en nuestro vehículo algunos niños y niñas de las aldeas por las que íbamos a pasar en nuestro viaje hacia nuestra casa.Para ver qué grado de expectativa tenían, les dije que en una semana tendríamos las primeras comuniones y una linda fiesta, a lo que todos respondieron con una gran sonrisa y ojos brillantes, diciendo ¡Claro que lo estamos esperando! Desde la camioneta de los padres saludaban a todos cuando iban llegando… como si vinieran en el coche del presidente o el papamóvil.

Día de la primera comunión

Para la celebración de las primeras comuniones, una semana después, se vivió una gran fiesta. Mucha gente y todos muy contentos. La misa la tuvimos en un galpón donde se guarda el tabaco, que ahora estaba vacío y pidieron prestado a la compañía.







La pequeña iglesia de barro y techo de paja se ha caído hace un par de meses, y están hace dos años intentado construir la nueva iglesia, más grande y de ladrillos y cemento. Ahora hay más motivos para tratar de terminarla, o al menos llegar hasta el techo. Los festejos tuvieron lugar en el patio de la casa del líder de la capilla, en un ambiente sumamente sencillo, con todo lo que una fiesta necesita: comida, soda, torta, regalos… y el condimento de la alegría cristiana, que le da el sabor.



Ese día estuvimos junto con una hermana de las Servidoras, una voluntaria de Estados Unidos, y la postulante Adivela. Todos coincidimos que fue una experiencia inolvidable y única… “en medio de África”, donde ya “no hay nada”.


Trato de enviarles algunas fotos de las dos ocasiones, del viaje de preparación, y de la celebración una semana después. También algunas fotos de la capilla vieja y la nueva en construcción. También de un lugar donde queremos hacer una casita para los padres, donde podamos ir a quedarnos y hacer misiones de cinco días, para visitar todas las aldeas aledañas, porque el viaje es muy largo y vamos muy pocas veces. Creo que con muy poco podríamos darles una atención espiritual mucho mejor.


Nueva iglesia en construcción y la antigua al lado izquierdo


Con el catequista Petro en el lugar donde queremos construír la casa para los sacerdotes y poder ir a misionar allí y quedarnos un par de días

Me queda simplemente concluir. Y es con lo que pensaba en el viaje de regreso de las dos visitas: pensaba en el consuelo que sería para Jesús todo eso. Pensaba en lasconfesiones de esos niños, en el corazón limpio que habían preparado, la alegría con que esperaban el día, las lágrimas que derramaron al contemplar sus dolores, y la acción de gracias y palabras que le habrán dirigido al recibirlo sacramentalmente. Me acordé del Beato Fracisco Marto, y su deseo de “consolar a Jesús”. Me preguntaba como le preguntaba él un día a Lucía: “¡oye!: ¿estará Él todavía triste?”
Espero que me hayan acompañado espiritualmente en esta visita a Nyassa, a medida que leían. Y que les sirva para esta Semana Santa que hemos comenzado.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.

sábado, 26 de marzo de 2016

Sábado Santo


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Resultado de imagen para María dolorosaEstá la Madre junto a la Cruz,
ambas ya sin Jesús.

La Madre le dio la Vida,
la Muerte le dio la Cruz.






lunes, 21 de marzo de 2016

Domingo de Ramos



El pueblo que fue cautivo

y que tu mano libera

no encuentra mayor palmera

ni abunda en mejor olivo.


Viene con aire festivo

para enramar tu victoria,

y no te ha visto en su historia.

Dios de Israel, más cercano:

ni tu poder más a mano

ni más humilde tu gloria.


¡Gloria, alabanza y honor!

Gritad: "¡Hosanna!", y haceos

como los niños hebreos

al paso del Redentor,

¡Gloria y honor

al que viene en el nombre de Señor!


Amén. 


(Himno litúrgico)

viernes, 18 de marzo de 2016

María al Pie de la Cruz

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Lloran los Cielos sobre el Monte Santo
porque Jesucristo acaba de expirar;
triste has visto, Madre, envuelta en un manto,
que tu Hijo ha hecho de la Cruz altar.

Recuerda, Señora, siempre has sido fiel,
me hallaba Contigo cuando Cristo dijo
-puesto que asomaba la hora postrer-
"Míralo, Mujer, he ahí tu hijo".

Madre, no me atrevo a pedir que no llores;
Madre, ¡quién pudiera tu rostro enjugar!
Es Cristo el consuelo de los pecadores
y es tu desconsuelo, ¡triste soledad!

Muéstrame el camino, Madre Dolorosa,
pronunciaste el fiat y aceptaste ser
Madre de Dios-Hombre, Misericordiosa,
que lo que Dios quiera quiera yo también.

Desvalidos claman huérfanos y reos
tu perdón y gracia sobre el vil mortal
que por tus gloriosos méritos y ruegos
nos veamos libres del eterno mal.

Magdalena de la Cruz

miércoles, 16 de marzo de 2016

Fiebre de África (Segunda y última parte)


Posted on marzo 16, 2016


Tanzania 5. Dispensario

Al fin puedo contarles entre qué paredes estuve más tiempo, viniendo a Tanzania.

No es mi habitación. Que la almohada calle. O estarán casi compitiendo por el primer lugar. Es lindo dormir, pero casi da pena teniendo poco tiempo en un lugar. “Soportas bien la pena”. He dicho, que la almohada calle.

El dispensario. Me señalaron para atender el consultorio conocido como “Kliniky”, porque es para seguimiento y control de la mujer gestante, pero en mi caso sirvió para atención general.


Lo que llamamos “relación médico-paciente”, acá tenía un par de notas muy tanzanas. Necesité de un traductor casi todo el tiempo, función cumplida por Gody (encargado de la farmacia y de todo lo que nadie más pudiera hacer, por ejemplo, traducir) o por Lucia (enfermera). El paciente, o mamá/papá/tío/amigo/hermano/abuela del paciente, hablaba swahili (lengua oficial) o sukuma (dialecto). El traductor me lo trataba de explicar en inglés. Yo lo pensaba en español (es en la única lengua que solía hacerlo, pero luego de un mes en Ushetu, creo que volví pensando primero en “ndiyo” cuando quería decir “si”. Así, la cara de la azafata de Emirates cada vez que yo intentaba responder “ndiyo….si…yes”, era genial). Examinaba al paciente en español-swahili-inglés (una palabra en cada uno, a ver si al final lograba entender cómo recostarse en la camilla). Muy divertido empezar a auscultar y simular la respiración bucal para que el paciente me imite…y nada. Deben haber pensado que era parte de la técnica, para escuchar mejor abre la boca (lo sé, qué culpa tienen si no lo explico bien. Lo divertido es lo ridícula que me debo haber visto tratando).

En una ocasión me quedé sin traductor un momento, y para ganar tiempo quise evaluar la visión de la señora mayor que estaba atendiendo. Un ojo cubierto con la mano, y yo de frente le mostraba un dedo y le decía “moji”, dos dedos “bili”, tres dedos “tatu”, y luego un gesto con la mano como “go on”, “ahora usted”. Nada. Nuevo intento. Nada. A tono con la situación, la señora me miraba con cara de… nada. Así, hasta que llegó el auxilio. En medio minuto la evaluó. Y la que tuvo cara de nada fui yo. Parece que decía mal el número uno (“moji” en vez de “moja”), pero no me quedó muy claro. Quizá ella no sabía swahili, y yo de sukuma sólo una palabra para responder al saludo (no creo que alcanzara para evaluar la visión).

Para explicar el tratamiento era el mismo trámite. Primero español a inglés (en el espacio ocupado entre mis dos orejas) y luego inglés a swahili/sukuma. Como mi vocabulario y el de los traductores no coincidía del todo, corrió agua bajo el puente hasta que logramos un acuerdo. Mucho ayudó tener un diccionario español-inglés, unos apuntes inglés-español-swahili, dos manos y un par de expresivas cejas. Algún que otro intento de dibujo, pero sin mucho éxito. Así es, podría haber sido peor. Un traductor swahili-ruso, por ejemplo, hubiera sido peor.

Mención especial al tablero de llaves. Cada llave tiene su rótulo, y cada clavo del tablero también. Todavía no sé si están en swinglés o qué, pero minutos valiosos de mi vida invertí tratando de cerrar alguna puerta, y probando todas las llaves antes de la indicada.

Como en muchos sitios de mi país, se ve y atiende de todo. Pero la derivación es compleja y la ausencia de especialista casi total en kilómetros a la redonda, hace que uno deba sacar punta al lápiz y afinar la cuestión.


No hubo partos este mes, pero llegó una niña nacida en domicilio. Cuando la veo, aproximadamente dos horas después del parto, descubro que venía también la placenta, y sin clampear (sin el nudo). Para caerse de espaldas.

Pero no nos caímos de espaldas, sino de la cama, y fue otra noche. Me avisan que dos hombres habían tenido un accidente en moto, y que estaban en el dispensario. El ABC-DE famoso (una especie de protocolo que uno sigue para priorizar lo vital y no olvidar lo importante), junto a H. Inmaculada, un par de suturas (pole sana, pobre hombre), y quedaron en observación. Al día siguiente, a uno de ellos para que fuera evaluado en un centro de mayor complejidad y por fractura, decidimos enviarlo a la ciudad. No contamos con ambulancia, así que la familia consiguió traslado en una dala-dala. Ésta es una especie de combi o trafic pequeña, para uno diez pasajeros, o para muchos más, hasta lo que el motor y las ruedas aguanten. El tema del espacio yoico y todo eso, accidental. Por algo de dinero, trasladan a las personas entre las aldeas y las ciudades, a gran velocidad (inclusive, uno escucha de vez en cuando bocinas, y es la dala-dala avisando que viene sacando chispas y no frena. El que avisa no traiciona). Cuando llega la dala-dala a la puerta del dispensario, para agregar colorido, llovía. Se baja toda la gente, se coloca al paciente acostado en el pasillo (porque no había asiento lo suficientemente largo), y se vuelven a subir todos. Obvio, no iban a perder el viaje. Podría haber sido peor. Podrían haber conseguido una piki-piki (moto).

Al escribir estas cosas sobre el dispensario, no puedo dejar de recordar a los niños con malnutrición severa y complicada por otros cuadros agudos (malaria, neumonía, parásitos intestinales). Niños que en cualquier hospital de los lugares que conocemos, ingresarían por múltiples criterios. Cuando te quedas sin palabras, y con las manos más débiles que nunca porque dudan cómo y con qué empezar.

Cuando admiras mucho más a los que trabajan, y se quedan. Y cuando te das cuenta también que a veces nos quejamos de llenos. Corrijo, de vacíos.

Abrazos.


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Tanzania 6. Un poco de todo.

Decidí hacer rejunte, de un par de cosas a la vez. Por mi y por ustedes, los que –generosamente- siguen martirizando su tiempo y leen esto. Les será tenido en cuenta.

¿Qué se come en Tanzania? La gente tiene como base diaria un tipo de polenta o pasta de granos y maíz molido (ugali), para todas las comidas. En las fiestas, o cuando visitábamos alguna aldea, sirven arroz (con canela: pilau), porotos y pollo. Y un té de hierbas exquisito, con una especie de panqueques (llegan a leer esto y muero, no son panqueques, pero mis conocimientos culinarios…). Personalmente, puedo decir que comí mango. A veces, también mango. Y muchas otras, mango. Por todo lo que no había comido en mi vida (de mango, se entiende…). Muy, muy rico. Incluso, se puede acompañar con mate en el desayuno. Otra fruta que se come bastante es banana, en sus variantes saladas y diversas formas de cocción. Mandioca. Maní. Palta.

Dos cosas que no puedo dejar de contarles. Primero, un pescado que no recuerdo cómo se llama, algo así como una perca, que te sirven entero (enterito con ojos y todo! Reciéndesenganchado del anzuelo), muy rico. Va foto. Y segundo, unos insectos voladores que suelen comerse salteaditos con aceite al fuego, dicen que muy buenos para la salud. Pensándolo bien, me quedé corta y no pregunté para que parte de la salud. Quizá para la voluntad.

¿Qué agua se toma? Lo que pude ver, en las aldeas, es que la gente toma agua acumulada de las lluvias, o de vertientes naturales (donde uno puede encontrar también a las mujeres que se reúnen a lavar ropa). Deben acarrearla en baldes o botellas, al menos una vez al día. ¿Potable? Pues, en el dispensario les recomendamos hasta la afonía que la hiervan, pero la gente no persevera mucho. Hay que recordar que la leña para el fuego también deben juntarla y trasladarla. Una delicadeza que tienen: cuando uno visita las aldeas, te sirven agua comprada. De lujo, ¿no?

¿Bichos? Algo dije en una crónica anterior, se apiadaron de mi valentía y aparecieron pocos. La hora predilecta es el atardecer y la noche. Para ellos, sin duda. Cuando está por llover, aparecen unas arañas de tamaño considerable, tipo rubionas, muy rápidas para caminar y saltar, bastante resistentes a los zapatazos (de los demás, porque hay que dejar que los otros tengan el honor de hacerlo). Parece que son peligrosas, ya que incluso los tanzanos las respetan. También antes de la lluvia llegan unas libélulas. Uno no se da cuenta y de repente hay en cantidad para hacer dulce. Tantas que dificultan el paso por los lugares donde hay luz. Pero viven muy poco, y luego queda el piso sembrado como un campo de batalla. Barrer eso es un elogio a la paciencia, porque las alitas tienen la capacidad de escaparse continuamente del lugar donde uno las quiere colocar. Una tarde, estando en esa tarea en el patio interno de la casa, aparecieron volando otros insectos más grandes, y comenzaron a bajar como bombarderos al ataque. Corrí a cerrar puertas y ventanas, y a mirar desde adentro. Por las dudas. Por las dudas les moleste que interrumpa el festín.

Hay otros personajes que de vez en cuando aparecen, por los cuales se sugiere revisar los zapatos y la ropa. Va foto, en una esquina blanca. Se ve más grande de lo que era. (Escorpiones).

También aves (una parejita haciendo un nido como una cueva, atrás de la casa, increíble!). Hienas (no vi, parece que se van desplazando conforme avanza la población humana). Vacas (flacas, y yo creo que hace más de siete años). Gusanos y milpiés.

Mosquitos, ya todo el mundo lo sabe. A la noche, dormimos con una tela que cuelga sobre la cama. Para ponerse un vestido y sentirse princesa. O pescado en red, lo que a uno le surja. La experiencia es que la relación uno-red va evolucionando con el tiempo. Al principio, control estricto de que todos los extremos de la tela estén prolijamente metidos bajo el colchón, herméticamente cerrado el perímetro de la cama para que no entre ni salga nada que no pase por los agujeros de la red. Un par de semanas, y te conformas con que la tela esté colgada sobre la cama, y no debajo tuyo.

Acá los dejo entonces. Abrazo.

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Tanzania 7: visita a una aldea.

Martes. El p. Diego nos invita a acompañarlo a una aldea. Vamos con h. Mater y James, un monaguillo. Del camino, poco que agregar, siempre hermoso.

Pero quería contarles algo que en ese momento dije: esto vale la pena. Ánimo, será corto. Nos estaban esperando, niños y algunos adultos, al borde del camino. Apenas llegamos, comenzaron a cantar para darnos la bienvenida. Nos hicieron pasar a la casa de una familia, y nos sirvieron té. Luego, bajo un árbol, el p. Diego se dispuso a confesar, y nosotros a jugar con los niños.


Entramos en la capillita para la Misa. Es de paredes de ladrillo crudo, y tiene sólo parte del techo colocado. Pero han colgado telas blancas en lo que sería la zona del presbiterio, y queda bien. Están construyendo con mucho esfuerzo. Los niños y algunos más grandes nos sentamos en el suelo (con o sin tabla). Hay banquetas para los adultos. Será una Misa con bautismos, creo que siete. En un espacio muy reducido, es todo un poema ver al padre y al catequista tratando de ordenarlos y coordinar que hagan fila para cada parte del rito. Como a mí no me toca ordenar nada, sólo mirar desde mi privilegiado asiento en la children zone, es muy divertido.

Mientras el padre se reviste, frente a nosotros, pregunta algo. De los niños, casi todos levantan la mano. Yo estoy por hacer lo mismo, pensando que pregunta quién va a comulgar, cuando me explica lo que ha dicho. Preguntó quién NO estaba bautizado. Así, al menos la mitad de los que estábamos presentes aún no lo habían recibido.

Pero estaban en Misa. Y como sólo hay una, estaban en el Sacrificio. El Evangelio de ese día fue el de los invitados al banquete. Un hombre organizaba un banquete, y envió a su criado a avisar a los convidados. Pero éstos se excusaron, porque tenían otras cosas pendientes que hacer. Entonces, el dueño de casa le dijo al criado que saliera a las calles y plazas, a buscar a los pobres, lisiados y ciegos. Y los primeros convidados se perdieron el banquete, porque lo habían despreciado.


La ilusión del Dueño de casa, de que el Nombre se iba a pronunciar por primera vez para esos oídos. Cuándo. Dónde. Todo estaba pensado. Los salió a buscar a las aldeas. Y los hizo estar presentes en ese momento en que la tierra deja de ser tiempo. Cuánto esperando por cada uno de ellos.

Y los convidados, cuántas veces con excusas. El Padre llamando, el Espíritu moviendo, y el Sacrificio perpetuándose. Y nosotros, cuántas veces con excusas.

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Tanzania 8: Watoto wa Jesu –Oratorio

Ya he escrito y es de conocimiento popular, que en África niños hay a montones, y quizá sea eso lo que los contribuye a que permanezcan siendo un pueblo alegre. Comparando con otros pueblos, con tradición de alegría, hoy bastante malagestados y arrugados en el pesimismo. Acá hay muchos niños, principalmente en el campo (aldeas), donde aún no llegan tanto los planes de reducción natal.


En las ciudades la cosa ya es distinta. No se ven tantos niños, la gente ya tiene otroánimo, por decirlo de algún modo no totalmente propio. Se ve más desorden y basura. Medios de comunicación masiva. En fin, de las ciudades no voy a escribir crónica. Para amargos están los mates mañaneros. Lo que sí divierte es ver cómo conducen allí, con una combinación muy caótica de sálvese quien pueda y pase el que tenga más fuerza.

Volviendo a lo nuestro, los niños en las aldeas son muchos. Tenía oportunidad de verlos principalmente los días de Oratorio, una vez a la semana, cuando venían a rezar y jugar.

Primero, todos sentaditos en la tierra, escuchábamos la historia que contaba alguna de las hermanas. Luego nos dividíamos. Los varones, en general, a jugar al fútbol. Los más pequeños con la h.Victoire a jugar y a cantar Oh, when de saints go marching in. Las adolescentes con la h.Inmaculada. Por último, Mater y este cuerpito, con las que quedaban, que eran niñas de entre 5 a 12 años, aproximadamente. Ninguna de las dos con dominio del swahili ni del sukuma. ¡¿Dominio?! ni con rudimentos.


Jugamos a las payanitas, a la rayuela, a saltar la soga, a la ronda de animales, a las estatuas. Casi todas las reglas nos las entendían, menos del último juego. Intentamos ya no sé cuántas veces, y no lo conseguimos. Demasiado para manejarnos con señas y con un mini diccionario swahili-inglés que llevaba en el bolsillo. Las prioridades de palabras a aprender para un día de oratorio con las niñas, según mi poca experiencia, son: de a una, no hagan trampa, espera tu turno, sin pelear, HAGAN UNA FILA!!!!! Como lo de la fila no supe y aún no sé cómo pedirlo, opté por dibujar una línea en la tierra y una circunferencia para cada lugar que debían ocupar. Van fotos. Es muy práctico, porque no se chocan, avanzan en orden, no invaden la rayuela, con una vez que lo hice ya lo aprendieron, y miles de ventajas más. La única contra es que el orden duraba un tiempo limitado, mucho más limitado que mis expectativas.


El sol, la tierra, y los niños en movimiento constante. Luego de los juegos, se reza el Rosario en una procesión, los más pequeños primero. Es a la hora del atardecer, y el paisaje acompaña.


De las niñas con las que yo estaba, la mayoría son Watoto wa Yesu, por eso a veces en las fotos se las ve con vestidos amarillos y blancos, medias blancas y zapatitos negros. Bailan en la Misa, frente al altar. Es muy tradicional en Tanzania, y llevan los colores de la bandera papal. Simbolizan a los angelitos que adoran a Dios y lo alaban con la música y la danza. Es realmente bonito, especialmente cuando son pequeñas.

Para ellos la danza es algo tan natural como caminar. Casi que, cuando empieza a llover, con ese sonido podrían bailar. Y se nota como algo natural. Por eso, en la liturgia de ellos no da la impresión de forzado o importado, sino de su modo más propio de alabar. No es, me parece, que bailan “porque se sienten bien” bailando, o sienten que están rezando. Danzan porque es su modo de ofrecer. Así, está más presente el Otro, que el yo. Como objetivo o finalidad de la danza. Puede ser una apreciación muy personal.


Pero también se arrodillan, y de qué modo. Rezan el Rosario. Realizan Adoración. Se confiesan. Vi a los catequistas interesados en aprender y saber dar respuesta de su fe. Es danza, porque se encuadra en la totalidad de la liturgia y de la riqueza de la fe.

Acá finalizo las crónicas, de esta vuelta. Si sólo pudiera decir una palabra en vez de tantas, diría gracias. Y estas tantas, quisieran ser un modo de decirla. A Él, y al resto de reflejo.

Al que llegó hasta acá, Dios te tenga en cuenta la paciencia. Si se te cruzó alguna vez viajar, cuanto antes puedas. No tiene desperdicio. Abrazos.

María Bernardita Soler

viernes, 11 de marzo de 2016

Fiebre de África (primera parte)


Posted on marzo 11, 2016

Es el testimonio de una voluntaria, doctora recién recibida, de Argentina, que estuvo con nosotros un mes y medio… perdón, pudimos disfrutar de su compañía un mes y medio. Se llama María Bernardita Soler.
Es un hermoso testimonio. Lo divido en dos partes, y que lo disfruten… P. Diego.
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Tanzania 1
Debe ser fiebre, o algo del tipo. Porque llevo más de medio mes en África, y no he escrito ni una vez. Y eso recordando que para algunos escribir es como vivir, y que no hacerlo le da al espíritu un algo como de huerta abandonada.
No es fiebre, familia, tranquilos. Gozo de la salud de una lechuga. O de ese tipo de hierba que nunca muere.
África te conquista. ¿África? Al menos esta porción de tierra africana, logra meterse entre los jirones del alma, y ahí parece que clava bandera.


La tierra roja, en este momento húmeda. Lleno de nubes el cielo. Mangos a caerse de tantos frutos. Palmeras. Arbustos. Vi el fin de la sequía, la Tanzania amarilla. Y veo la Tanzania que cultiva porque ha empezado a llover. Una fiesta de verdes distintos. La animalada ha tenido compasión de mi cobardía legendaria, y sólo he encontrado lagartijas (y otros de la familia dragonácea), murciélagos (compañeros de desvelo), arañas, burros, bueyes, y alguna que otra muestra más. (Escribiendo esto, veo una araña junto al teclado, pero es pequeña).
La naturaleza acá hace gala. Es preciosa. Y la gente… también. Aún más. Ya contaré en otra crónica de ellos, de lo que estoy aprendiendo, o al menos tratando de llenar las alforjas para seguir extrayendo cuando esto decante. Así y todo, son gente, y –como nosotros- tienen sus piojos. Pero créanme, se cuecen habas más comestibles.
En esta primera vuelta quería escribir otra cosa. Aclarar algo, que puede ser útil para los siguientes: venir un mes no es admirable. Venir un mes, con fecha de retorno, en categoría de visitante (alojada con caridad exquisita), donde la gente te recibe con gigantes sonrisas y ojos alegres, donde a pesar de no saber el idioma te tratan de ayudar y hacerse entender, venir con tu propio celular y tus bienes personales (esos que, sin darnos cuenta y pensando que somos “independientes”, nos dan seguridad), con tu red mosquitera y tu repelente, con tus vacunas y tu profilaxis antimalárica…
Estar acá es un privilegio. Es un regalo que, por grande, uno pide tímidamente y agradece en voz baja. Haber cumplido años en este lugar, fue una delicadeza extrema de mi Padre.
Sólo al pasar les cuento. Si en algún momento quise hacer caso al humo de los comentarios, sinceros y bienintencionados, de “¡qué admirable!”, el humo pronto voló con el viento de los testimonios. Hay personas que vienen sin pasaje de vuelta, con menos vienes propios, con menos reparos. Con menos gente “detrás” por si pasa algo. Hay personas que vienen “sin tanta gloria humana”. A los que el tiempo les permite toparse con las habas en la olla y con los piojos, cuando se acaba la “luna de miel”. Estas personas se quedan incluso con sus miserias personales, y aún cuando éstas parecen arruinar parcialmente la obra, cuando descubren que hay otros mejores que podrían venir (certeza experimentada en propia carne). Y hay Alguien que sabe de esa miseria, de esa pobreza, de toda la nada, y trabaja con ella, y en ella reposa.
A Él la admiración. Y al resto sólo de reflejo.
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Tanzania 2. Aeropuertos

Llegar a Dar es Salaam. Para solicitar visa hay que hacer fila… …bueno, tratar de llegar al mostrador.
Lo de la fila no es tan estricto. Entrego mi pasaporte, el efectivo y la solicitud. Reciben todo y me dan de vuelta un billete que, con todos los nervios encima, no me animo a mirar (“me devuelven el dinero…no se pagaba acá…deben pensar que fue intento de coima….me han retenido el pasaporte… ¿cada cuánto recibirán visita los presos en Tanzania?…”), y así, a la imaginación se le suelta la cadena y puede hacer desastres. Me habían dado el vuelto, simplemente, y trataban de hacerme entender que debía esperar en otra zona.
Allí fui. Todos de pie, esperando su pasaporte. Salía cada tanto un hombretón alto, vestido como policía, y leía los nombres del manojo de documentos que llevaba en la mano. Un chico (creo que indio), intentaba conversar en inglés, pero pronto se dio cuenta que venía con pocas pulgas la cuestión. Yo sufría tratando de comprender lo que leía el oficial, sospechando que cada nombre que decía era una variante de pronunciación tanzana del mío. Sí, creo que mi cara era de esa que dicen “de pocos amigos”. Finalmente, con MI pasaporte en mano, ingreso oficialmente al país.


Pregunto dónde realizar el check-in del siguiente vuelo, y me dicen que debe ser en otro aeropuerto (de reciente inauguración), y el argumento es de tipo descartable (acá no es, ergo, debe ser allá). Llego donde me indican, ya con cara de menos amigos, y nadie sabe nada de mi vuelo, excepto que la empresa responsable tiene oficina… en el primer aeropuerto. Así, pego la vuelta, para entonces con cara de ningún amigo.
Finalmente, todo resultó bien. Casi al límite de perder el vuelo, al límite del peso de equipaje (corrijo, al exceso), pero también al límite de la alegría, al estar sentada en MI butaca del avión (pase lo que pase, ¡es tuya!, has peleado por ella a costa de transformación facial decadente).
Llegar a Mwanza y ver caras amigas esperando, e ir a comer una pizza, sencillamente impagable.
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Tanzania 3. Caminos
En la crónica anterior, los dejé sentados en la pizzería de Mwanza. Pero hasta el destino final, Ushetu, faltan un par de kilómetros y horas de viaje.
Los caminos en Tanzania deben ser un placer para los seguidores del Dakar, y para los que venden amortiguadores. Peleando el segundo puesto, nefrólogos (por razones obvias) y neurólogos (porque hay posibilidades de que termines con uno o ambos riñones alojados en la fosa posterior del cráneo).
No todos los caminos son tan malos. De hecho, y ya sin bromas, se disfrutan.


Llegué en tiempo de sequía, con gran parte del camino amarrillo y terroso. Pero los árboles de mangos siempre están verdes, y contrastan con esos tramos de tierra roja que tanto nos gustan.
A medida que pasamos en la camioneta, se oye a los niños (y a veces no tan niños), gritar: “lifitiii!”, “llévame” (al que quiera escribirlo mejor, le cuento que el swahili tiene un tanto de árabe y un tanto de inglés, y se escribe como se pronuncia…. Aunque no sé si esto es swahili o inglés, así que disculpen que lo escriba como pueda), “padri”, “sister” (continuando con mi lógica anterior, debería escribir “sistaa”) y “pipi” (caramelo).
Niños entre los surcos, a veces desnuditos y listos para ser modelo de pintor (“píntame angelitos negros”), o jugando en grupos de tres o cuatro. Y mientras saludan, ostentan sus gigantes sonrisas y sus ojos también risueños. Son hermosos.
Los que no son tanto, son otros personajes de la ruta: los guardianes del asfalto. Y esto sin rencor, verán que es cierto. Uniformados y papeles en mano, casi lustrando la lapicera de tanto cariño que le profesan, son “policías velocímetros”. Han adquirido esos aparatitos que te delatan, y no perdonan. Pero debo agradecerles, por estar en un papel oficial del país (fuera del aeropuerto): Miss Maria Bernadita, overspeed 73/50 KPH. Lo fantástico es lo ágil del sistema (pago inmediato). Sin rencor, han visto. Me han regalado momentos de risa, aunque sospecho que tales momentos son inversamente proporcionales al número de multas.

En época de lluvias, el camino es diez veces más bonito. No sólo se ven los niños jugar o pastorear las vacas, también a los hombres con azada en mano abriendo la tierra (todos en hilera, haciendo surcos al mismo ritmo, como si fueran un solo ancho hombre de varios brazos, a veces guiados por uno que canta y toca el bombito) y a las mujeres plantando (maní, maíz, etc). A los bordes del camino, gente cargando en bicicleta enormes bolsas de carbón. Mujeres con su niño atado en las espaldas (a modo de canguro mochilero) y el balde de agua en la cabeza (deben acarrearla cada día, junto a la leña).


Además de bonito, en esta época es diez veces más complicado desplazarse. Hay aldeas que quedan incomunicadas porque los caminos se inundan (principalmente si cruzan por campos de arroz, que son como piletones de agua y barro blando). En el último viaje, ya de camino al aeropuerto, se decidió que no iríamos por el camino habitual (intransitable), sino por uno alternativo. Nos enterramos. Se nos venía el atardecer y ahí estábamos, precisamente “en el medio de la nada misma”. Doble tracción, tres hombres ayudando, ramas bajo las ruedas, mi ángel, y un acelerador bien decidido, nos ayudaron a salir.
De los caminos de Ushetu, hay varios buenos. Pero el mejor es el de ida.

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Tanzania 4. Sukumas de Ushetu
A las 6 am. Philipo, el catequista, toca la campana. Llama a adoración.
Media hora más tarde, la campana vuelve a sonar, para dar comienzo al Rosario ante el Santísimo. La gente viene a rezar. Todos los días.
El sacerdote va hacia la parte última de la iglesia, a la izquierda de la puerta de ingreso, por si alguien desea confesarse. La gente se confiesa. Y lo hace de rodillas.
Mientras, Philipo dirige el Rosario. Cada Misterio lo inicia una persona distinta, a veces una voz de niño, a veces de mujer, a veces de hombre joven. Y los van intercalando con cantos a la Virgen. De esto quisiera escribir toda una crónica: cantan naturalmente a varias voces, y entonadísimos. Para alquilar balcón.

Al finalizar el cuarto misterio, los monaguillos se van a preparar. Bendición y letanías. A las 7 am se llama a Misa. La gente viene. Ofrece sus semillas antes de sembrar, y los frutos en tiempos de cosecha. No miran el reloj. Se arrodillan, y cómo. De un modo que te recuerda eso de que nunca es tan grande el ser humano como cuando está de rodillas. Adoración con tanta dignidad y belleza.
Luego, cada uno a su lugar. Las mujeres a buscar agua y leña para cocinar, los niños a clases o al campo. Algunas hermanas al dispensario y otras al colegio. El p. Diego quizá tenga programada la visita a alguna aldea. Pero el día ya comenzó hace un par de horas, antes del amanecer.
Me sorprendió cuando escuché a un tanzano decir que la enfermedad nos recuerda que somos creaturas, y por eso… tiene su utilidad. No es un pueblo que no sufra, o al que no le duela la muerte. Pero me dio la impresión de que simplemente saben que es así, aún antes de encontrar el sentido más profundo del dolor, como lo escuché: “nos recuerda que somos creaturas”. Al vivir en contacto con la tierra, cerca de varios animales y con poca atención (o ninguna) al reloj tirano que limita la contemplación, es como si hubieran descubierto que hay leyes, y que no fuimos ni somos nosotros sus legisladores. Que hay un tiempo de lluvia y un tiempo de sequía, y así es. Por eso hay que anticiparse. Que si uno no cultiva, difícilmente coma. Que preceden a la lluvia muchos insectos, anunciándola, y que eso no depende de nosotros. Así, con muchos mejores ejemplos y de distintos colores (que a esta mente demasiado urbanizada no se le ocurren), se ubican en el puesto real, de creaturas, y en un orden, la creación. Esto, que en mi tierra y en Europa puede sonar a leyenda, es mucho más lógico y acá se palpa. Después de preguntarán quién y cómo es la causa, pero da la impresión de que no tienen dificultades en reconocer que ésta no somos nosotros.
Es bastante razonable que contemplando tan de cerca el orden, no te creas ni menos ni más de lo que eres, ni animal ni Dios.

No digo que todas las personas de Ushetu. Pero creo que los pueblos tienen más facilidad para ciertas virtudes y más inclinación para ciertos vicios (quién niega la legendaria puntualidad de los ingleses, aunque no sean todos puntuales, o lo pragmático de los estadounidenses, o lo irónico de los argentinos). Así, de estos sukumas de los que hablo, pienso que se puede decir que tienen facilidad para ubicarse.
Ahí lo dejo.
(Nota del P. Diego: La segunda parte la envío dentro de algunos días)