Ya llevábamos una hora y media subiendo el Cerro Colorado, cuando uno de los jóvenes, agotado por la caminata, exclamó con su último aliento: “Hasta acá llega mi voluntad”. Uno de los seminaristas que lo acompañaba, le dijo alentándolo: “Hasta acá llega tu voluntad; pero de acá hasta la cumbre es lo que crecerá tu voluntad”. El joven giró hacia la cumbre y no paró hasta conquistarla.
El campamento, como dice el P. Buela, forja la voluntad, lleva al joven a vencerse a sí mismo, lo hace capaz de practicar todas las virtudes.
Un año más el Lago Hermoso, en San Martín de los Andes, fue testigo del entusiasmo de muchos jóvenes, que en una semana de campamento, acrecentaron su virtud.
El silbato llamaba temprano a la formación frente al mástil, donde se izaba cada mañana la bandera Argentina. El día comenzaba con la Santa Misa, celebrada en una hermosa capilla, que fue levantada por los jóvenes, con piedras del río y troncos del bosque. En la construcción de la misma dejó verse la piedad de los jóvenes, que buscaban el mejor lugar y pusieron el mayor esfuerzo para prepararlo pues para ellos era lo más importante del campamento. En esa misma capilla se rezaba el Rosario todas las tardes; e incluso un día pudimos exponer el Santísimo Sacramento.
Los jóvenes se dividieron en tres equipos, cuyos patronos fueron grandes misioneros: San Francisco Javier, San Pedro Claver y San Damián de Veuster. En la mañana se dividían los trabajos entre los equipos, ayudando algunos a cocinar, otros a juntar leña, otros a mejorar el campamento.
El resto del día era dedicado a las competencias. Se realizaron gran cantidad de juegos, fruto de la inventiva de los seminaristas. Además cada equipo presentó su estandarte, lema e himno. Otro lugar importante tuvieron las competencias de orden intelectual, principalmente el estudio del catecismo, al que se le sumo el estudio de la vida de algunos próceres de nuestra patria, la actuación de las parábolas de evangelio, etc.
Como todos los años fuimos a la montaña. Esta vez fue el Cerro (Volcán) Colorado. La salida a la montaña es uno de los momento más formativos del campamento, especialmente para muchos que lo hacen por primera vez. En la cima celebramos la Santa Misa, y pudimos disfrutar de una hermosa vista, en la cual se destacaba el Volcán Lanín. Al volver visitamos el centro de la ciudad de San Martín.
Terminamos el campamento con la Santa Misa, y la entrega de algunos premios para los que se habían destacado. Durante toda la semana reinó una gran alegría. Gracias a Dios fue muy provechoso para los jóvenes. La disciplina, el sacrificio, la austeridad y la caridad en que se vivió, ayudó a formar un ambiente propicio para que jóvenes vivan la virtud, y de este modo inculcar una vida cristiana.
Diác. José Rossi
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