misionesIVE mayo 11, 2015 Argentina
Ayudando a los damnificados por las inundaciones en Los Juríes
Queridos hermanos todos de la familia del Verbo Encarnado:
En la noche del miércoles 25 y madrugada del jueves 26 de febrero, en la zona de Los Juríes hubo una gran tormenta eléctrica con ráfagas muy violentas de viento: ¡llovieron casi 300 mm en pocas horas!
No se podía dormir por el ruido, el miedo, la cantidad de agua, la tormenta eléctrica con rayos y truenos sin cesar, la violencia del viento particularmente entre las 0 y las 3 hs. También el pensamiento de que muchas personas, niños, ancianos, enfermos, mujeres solas con niños, serían gravemente afectados por la tormenta.
Muchos viven precariamente, ya sea en un rancho de adobes con ventanas y puertas muy débiles, ya sea en medio de lugares indefensos del campo o de los barrios y ante una situación así simplemente se mojan y lloran abrazados debajo de algún árbol, al costado de una pared de material y con el agua hasta los tobillos. Tampoco se podía salir pues el agua cubría las calles y no se veía nada, ya que todo esto ocasionó el corte de la energía eléctrica y de las comunicaciones, o sea teléfonos y radioemisoras.
Era para llorar y rezar a Dios que nunca nos abandona y que es Señor de toda creatura, a la Virgen que es nuestra Madre, y pedirles para que todo esto no haga mal a las personas, y para que dé fuerza e inteligencia en el actuar en estas circunstancias tan fieras, y pedir, y pedir, y gemir y llorar porque se hicieron interminables esas horas…
Yo estaba dentro de una construcción “segura”. Debía sacar el agua que entraba desde el patio y que solamente me cubría los pies, pero con esa composición elemental de lugar pensaba en los que tenían al menos medio metro de agua, con sus precarios muebles en medio del agua, con todo flotando dentro de su rancho, y que al salir al patio con la misma violencia de la lluvia y del viento, verían que todo pasaba y se quedaba quizás enganchado en algún árbol.
Entre las 3 y las 6 hs amainó el viento y con el aclararse el cielo nublado a causa del sol comenzó a verse la inmensa laguna en que se había convertido Juríes: la avenida principal del pueblo en el extremo sur tenía casi un metro de agua, la misma avenida en toda su longitud tenía cubierto un cantero central que supera por 30 cm el nivel del asfalto; la zona sur de pueblo, el cementerio, Barrios Corvalán, Silencio, 21 viviendas; la zona este en los barrios Matadero y Comercio, todo dentro de un único espejo de agua; los lotes 25, 33, 42, 41,6, 8, 9, 15, Tomas Young, Santa Ana, Los Guanaquitos, Club Talleres en el lote 51,etc. Cuentan cómo varios comenzaron a abandonar sus hogares y trasladarse buscando refugio en árboles, o buscando con otros vecinos una senda más firme para salir a la ruta, pues buscar los caminos era encontrarse con mucha más agua (gran número de caminos son más bajos que los campos) y el tipo de suelo no es firme.
Cuántos peligros sortearon: veían víboras flotando y queriendo afirmarse en algo, pisaban suelos que se abrían por ser hormigueros, todo tipo de alimaña andaba también sin rumbo, pues el agua llenó toda madriguera y cueva.
Y continuó lloviendo aunque con intervalos durante unos diez días. Hacia el pueblo no dejaba de llegar un constante flujo de agua desde el suroeste.
Las tareas de rescate comenzaron por parte de la Municipalidad, de Bomberos y de muchas almas generosas. A las pocas horas llegaron de Defensa Civil y de Santiago del Estero. De distintos lugares, del campo especialmente, llegaban pedidos de socorro para evacuar ancianos, enfermos, niños y familias enteras, lo que significaba ir con camionetas y tractores hasta cierto lugar y después caminar como se pudiera. En los dos primeros días se encajaron en el campo una decena de tractores, porque el terreno estaba muy blando y la maquinaria era pesada. Hasta que vino un helicóptero de la policía y ayudó mucho más eficazmente.
Al pueblo trajeron más de 300 personas evacuadas: algunas fueron ubicadas en casas de parientes, otras en el Centro Integrador Comunitario, otros en la Escuela Especial, otros en la escuela n° 696, en la Escuela y en la Posta médica del lote 42. Sin duda que también hubo autoevacuados, quienes buscaban parientes o venían a casitas propias en el pueblo.
No se hizo esperar la solidaridad. Sé que la gente del gobierno municipal realizó un gran y laudable esfuerzo de organización y de constancia.
Ahora escribo particularmente de lo que toca a la actividad que se desarrolló en y desde la Parroquia: comenzamos a recibir bolsas de ropa y cajas de alimentos de muchos lugares: de familias de Juríes, de Caritas y grupos juveniles de la ciudad de Santiago del Estero, agua de Tucumán, ropa y alimentos de Tandil, Chivilcoy, La Unión (precordillera riojana), de residentes santiagueños en Buenos Aires, y de grupos juveniles de los inundados de Bandera y Guardia Escolta, etc. El P. Juan Martìn Sierra trajo alimentos y ropa que le ofrecieron generosas y piadosas familias de Salta.
Muchos jóvenes se autoconvocaron en la parroquia y comenzaron con las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará a clasificar todo lo recibido. También visitaban los centros de evacuados y los barrios del pueblo que estaban inundados y con varias casas desaparecidas o baños y piezas hundidos. Al encontrarse con la gente damnificada preguntaban acerca de las necesidades inmediatas y regresando a la parroquia les preparaban lo pedido e inmediatamente se los llevaban. Así se trabajó varios días incansablemente, mañana, tarde y noche.
La tensión y el agotamiento se hicieron sentir. Me sucedió al despertar una mañana y también alguna corta siestita, que encontré gran cantidad de bultos en la secretaría parroquial: yo asombrado preguntaba a los jóvenes “¿cuándo trajeron esto?”. La respuesta era una carcajada al unísono, pues habían intentado despertarme golpeando puertas, tocando timbre, llamando al celular y … nada, yo no sentía nada. Habían ido a casa de alguno de ellos pues en la parroquia el sacerdote no escuchaba nada. Menos mal que pudieron entrar a la parroquia por el garaje. ¡Ellos son jóvenes y con mucha energía!
Por otra parte, nos pidieron recibir en las instalaciones de la parroquia una familia con cinco hijos que debieron abandonar su rancho. Dos de los hijos son discapacitados.
Cuando las lluvias comenzaron a espaciarse se pudo muy de a poco ir hasta algunos parajes para llevar ayudas. Entonces se experimentó en carne propia lo que sabíamos por comentarios de los damnificados: el P. Juan Martín fue en estas salidas cuando pudo tomar algunas de las fotografías que están en la crónica. Además, inmediatamente de sucedido el desastre climático, comenzamos con la adoración al Santísimo Sacramento y el rezo del santo Rosario todas las tardes antes de la Misa pidiendo misericordia, pidiendo por los damnificados, por los que trabajaban para sacar el agua del pueblo, por los que atendían a los evacuados y por todos los jurienses.
Todo este acontecimiento muy doloroso y humillante, escueta y quizás injustamente narrado, ha ocasionado demoras en las actividades escolares, en la atención de la catequesis y Misa de distintos parajes inundados hasta el día de hoy. Ttambién muchas personas y familias de muy humilde condición han perdido sus pocos animalitos de corral y domésticos, han perdido sus sembradíos y no tendrán cosecha y consecuentemente no podrán todavía sembrar.
Sin embargo hemos vivido una Semana Santa con mucha concurrencia de fieles, con una solidaridad constante y todavía con mucho barro!
Agradecemos inmensamente por las oraciones por esta misión y nos seguimos encomendando a todos ustedes.
P. Juan Martín Sierra y P. Esteban Cantisani.-
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