Posted on abril 25, 2015
Nairobi, Kenia, 22 de abril de 2015.
Resulta muy extraño estar escribiendo desde un aeropuerto, pero aprovecho una larga espera de doce horas en Nairobi para estas líneas. Mañana estaré subiendo al avión que me lleve de regreso a Tanzania, y volver a retomar el trabajo de la misión luego de unas vacaciones reparadoras. De estos preciosos días en Argentina, pienso que sería bueno poder contarles, hay varias cosas que también hacen a la vida del misionero, pero si Dios nos da la posibilidad, lo haré más adelante.
Luego de este tiempo sin escribir, me imagino que es una nueva etapa para mí. Ya pasaron más de dos años en Ushetu, ya he regresado por primera vez a mi tierra, ya estamos nuevamente con las manos puestas en el arado. Por eso es que al retomar, vuelvo a pensar en el estilo de estos escritos… me pregunto si es bueno que siga escribiendo así, porque son crónicas muy personales, visto todo desde mi mirada, muy subjetiva tantas veces. Pero pienso que es lo mejor, sencillamente porque para mí es más sencillo, y porque siempre serán crónicas más cercanas. Por eso, seguimos para adelante, con la gracia de Dios.
Antes de irme de vacaciones, una de mis últimas salidas, fue para celebrar la Santa Misa en una aldea que se llama Kalembela, y era la primera vez que iba allí. Por esa razón y porque a esta aldea se llega sólo en moto, es que le pedimos al líder de nuestra aldea de Ibelansuha que me lleve, es decir que él manejara la moto. Yo todavía no me largo a manejar, porque no soy muy habilidoso, y he practicado muy poco. La práctica la dejé especialmente durante todo el tiempo que el P. Johntin no estuvo en la misión a causa de su accidente. El motivo principal, era que además de no tener tiempo para ponerme a practicar, yo pensaba que estando sólo, y con mi poca habilidad, no era bueno arriesgarse a tener otro accidente. No sabía por cuánto tiempo estaría solo, y la misión debe seguir adelante, así que “a cuidar la integridad física”. Por esto durante este tiempo iba a todas partes en camioneta, y sin no era posible llegar con este vehículo, recurrir a la otra posibilidad, es decir, que me lleven.
Esa mañana vino Teodoro, ató el bolso con las cosas de Misa en la moto, y salimos hacia Kalembela. No es muy lejos este lugar, tal vez tardamos sólo media hora en llegar, viajando muy tranquilos y conversando. En plena época de lluvias el camino y el paisaje estaba muy lindo. Vimos todo tipo de cultivos, especialmente de maíz, bien alto y verde, lo mismo que los campos de tabaco. Muchos hornos de tabaco y en algunos lugares estaban las familias enteras ocupados en el trabajo de atar las hojas de tabaco, preparándolas para secarlas. También nos encontramos con algunas carretas tiradas por bueyes, llevando la leña para los hornos.
Muchas personas de las que nos cruzábamos nos saludaron muy bien, y me identificaban, y saludaban con el saludo católico. Varios de ellos, como me decía Teodoro, son católicos, pero como es una aldea que no está muy activa, muchos son los que han dejado de ir a rezar. No significa que hayan dejado la fe, sino mas bien toda práctica religiosa… como es muy común que suceda en las aldeas a las que vamos menos, y donde no tienen catequistas muy esforzados.
Ya el catequista me había dicho, unas semanas antes, cuando concretábamos el día para ir, que es una aldea chica y que van muy pocos. Pero no importa, porque igual hay que ir, y sobre todo por eso mismo, porque son pocos y necesitan la fuerza que les da la misa, la visita del sacerdote.
Efectivamente la última parte del viaje fue entre senderos, algunos en medio de bosques de árboles bien altos, y realmente hermosos lugares. Eso sí, ahora si me dicen que vaya nuevamente, y sólo, seguro que me pierdo, porque habían una infinidad de bifurcaciones… pero bueno, la próxima vez será cuestión de salir con más tiempo, así uno puede perderse varias veces, y preguntar otras tantas.
Llegamos a la capilla de Kalembela, donde nos esperaba un puñado de personas. Algunos adultos, cinco o seis, y algunos niños. No creían que fuera a celebrarles la misa, así que muchos no vinieron hasta que no escucharon llegar la moto. Les dije que fueran rezando el rosario mientras yo confesaba, pero de paso así se juntaba más gente. Sólo se vino a confesar un feligrés. Me sorprendió, y luego pregunté porqué, si eran varios los que estaban en la capilla. Me respondieron que casi todos los otros adultos son catecúmenos que se preparan para el bautismo, y otros tienen impedimentos para recibir los sacramentos, por no estar casados por iglesia, o porque el cónyuge es pagano, etc. De todos modos los alentamos a que sigan preparándose, y que traten de regularizar su situación los que están impedidos.
La capilla es de adobe, sin revocar, es decir se ven los ladrillos, pegados con barro también, y gastados por la lluvia y el tiempo. El techo hecho con hojas de palmera. Muy humilde, y por demás… porque es verdad que hay capillas muy pobres, pero cuando los cristianos se esfuerzan, la mejoran, y con muy poco, pero muchas veces no hay quién lo haga, tal vez sólo van a rezar las mujeres, los hombres no aparecen y por lo tanto esos trabajos más duros no los hace nadie.
Pero allí estaban los que habían ido llegando, rezando el rosario con mucha devoción. Como todavía no les había regalado una imagen, puse al menos una estampita de la Virgen sobre el altar. El altar muy bajito, no tenían mantel blanco, pararon dos adobones para poner las velas. Los bancos estaban hechos con tablas sobre dos ladrillos. El piso totalmente de tierra y totalmente desparejo. Sin embargo, no me dio mala impresión al llegar, porque no era de abandono, todo estaba bien barrido y limpio. Y cuidadosamente cada cosa puesta en su lugar, como verán en las fotos.
Durante el rosario me llamó la atención el poste que estaba en el medio de la capilla, para sostener el techo. Totalmente retorcido. Uno diría, que ni se le ocurriría poner ése palo como poste. Sin embargo, no habrán tenido otro, y el que construyó habrá pensado, es verdad, no es muy lindo, pero sirve para sostener el techo. Y pensé cómo la Providencia de las arregla para usar lo que quiere, nos usa a nosotros para su obra. Es verdad, como decimos tantas veces “es lo que hay”. Dios nos usa a nosotros misioneros que no sabemos hablar bien, que tenemos un montón de defectos, pero como ése poste retorcido y feo, cumplimos una función, no muy brillante, pero sí útil, de sostener el techo, en este caso, reflexionaba yo, sostener la fe, ayudarlos a sostener su débil e incipiente fe.
La misa fue muy linda, muy tranquila. Los cantos a capela, que nadie se animaba a entonarlos. Teodoro ayudó en algo, porque el catequista no sabía. Después de la misa hicimos algunas fotografías, e hice llorar a algunos niños pequeños que se asustaban cuando me acercaba para sacarles una fotos… la gente grande se divertía con esto. Luego nos invitaron a comer, en la casa del líder de la capilla, el consabido menú de arroz y carne. Pero como siempre, muy contentos, sobre todo que hacía más de un año que no tenían misa.
En la conversación varias veces se lamentaron de que antes eran muchos, que no entraban en la capilla, y que ahora venían tan pocos. Por eso mismo insistían, que fuéramos más seguido. Por mi parte los alentaba para que trabajen, recen, inviten… que no esperen de nosotros, porque seguimos siendo pocos sacerdotes, y por más que nos esforcemos, no podremos hacer mucho más. Que recen para que nos manden más sacerdotes. Pero que no esperen, que pongan manos a la obra y Dios va a bendecir. Entienden perfectamente, pero ellos mismos saben bien, que cuando va el sacerdote, y se celebra misa, la gente se anima.
Debo contarles que en este tiempo estaré solo como sacerdote en la misión. Les cuento sobre todo para que se unan en la oración. La herida de la pierna del P. Johntin, que todavía no cerraba, se infectó, y por eso tuvo que viajar a Egipto de urgencia, para ser operado por cuarta vez. Su accidente fue hace ya un año, el nueve de abril de 2014. Gracias a Dios ya fue operado, salió todo muy bien, y se está recuperando. La buena
noticia es que los huesos de su pierna han soldado, y por eso le pudieron sacar la prótesis que le habían puesto. Eso quiere decir que cuando yo llegue a la misión pasado mañana, estaré solo. Pero la buena noticia es que esperamos que el P. Johntin regrese pronto y totalmente rehabilitado, aunque eso lleve un par de meses.
Les pido que se unan en la oración, ya que el P. Johntin es un excelente compañero de misión, es un gran misionero muy esforzado y entregado, y muy querido por nuestros feligreses.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.
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