Posted on agosto 12, 2015
Ushetu, Tanzania, 9 de agosto de 2015.
En otro aniversario de ordenación sacerdotal.
En una misión como ésta, en la que tengo la gracia de estar, nos encontramos con muchos “trabajadores de la última hora”. A veces nos podemos acostumbrar a ver estos casos, pero realmente son dignos de ser rumiados, como el caso del viejo Mashilamba. Antes de ayer, el jueves por la mañana, me vinieron a buscar dos hombres, uno de ellos el líder del jumuiya (grupo de familias) y uno de los hijos de Mashilamba. Me dijeron que este hombre estaba muy grave y pedía el bautismo. Por ser alguien que ha vivido como pagano toda su vida, me pareció mejor enviar al catequista primero, para que hable con él, y le explique algunos rudimentos de la fe. También es bueno hacerlo así, porque en la mayoría de los casos de los ancianos no saben swahili, o les cuesta, y si no están con toda lucidez, entienden muy poco. De todos modos les dije que con gran alegría y gusto iría a cumplir su deseo, luego de que vaya el catequista. Así que fueron muy tranquilos y agradecidos.
Por la siesta el catequista fue hasta la casa, que no está muy lejos, tal vez unos quince minutos caminando desde la misión. Volvió y antes de la adoración que tenemos los días jueves con la gente, me dijo que le había explicado y que estaba lúcido y comprendió todo, pero que su estado no era bueno, así que apenas termináramos la adoración fuéramos. Así se hizo, y a las seis de la tarde estábamos caminando con Filipo hasta la casa del enfermo. Llegamos, y encontramos mucha gente, muchos familiares, y muchos hijos. Don Mashilamba era pagano, y había sabido tener dos esposas, muchos hijos, y decenas de nietos.
Llenaban el patio los niños, que jugaban sin enterarse delo que estaba pasando, con toda naturalidad… y jugando como saben hacer acá, con palos, ramas, tierra, lo que sea. Ahí vimos que dos jalaban de una rama de palmera, a modo de bueyes, y uno atrás con un palo los iba guiando. En otro lugar estaban sentadas todas las mujeres, muchas de ellas con niños en los brazos, o en la espalda, como es costumbre. Los hombres estaban ayudando a higienizar al enfermo, para estar listo para la ceremonia. Pusieron una silla afuera, me trajeron otra para mí, pero la tuvieron que buscar en la casa de al lado. Dispusieron una mesa con una tela a modo de mantel. Yo les dije que para que descansara mejor, podíamos hacerlo en la habitación, pero ellos insistieron, y el mismo enfermo quería que fuera así.
Se allegaron todos, hombres, mujeres y niños, y la mayoría se sentó en un gran tronco de un árbol caído. Ya no nos daba el sol, así que el clima era ideal, y por eso también habían querido que fuera afuera de la casa. Un atardecer muy apacible, sin viento. El paisaje que enmarca esta escena no lo puedo describir a la perfección, pero se trata de un lugar que tiene una muy linda vista, con declive de terreno hacia el poniente, muchos árboles de mangos muy grandes, que son muy hermosos porque conservan el follaje en tiempo de sequía. Y en el atardecer, los grupos de personas que venían de buscar agua, con sus baldes en la cabeza. Muchos de ellos se detenían a mirar el grupo que rezaba.
Antes de que terminaran de preparar al enfermo, les pregunté por el nombre que habían elegido, o qué nombre le poníamos. Alguno dijo que él había dicho algo así como Elías, yo les propuse otros nombres, pero cuando trajeron a Mashilamba y lo sentaron en la silla, él mismo dijo que se llamaría Petro. Excelente. Y comenzamos el bautismo, luego le dimos la confirmación y la comunión, y finalmente la unción de los enfermos. Todo lo siguió con gran atención y lucidez, aunque un poco agitado. Estaba muy contento y agradecido, y en algunas cosas que yo explicaba del bautismo, ya que habían algunos católicos, pero sobre todo muchos paganos, Petro Mashilamba asentía y hasta repetía algunas palabras… “Hijo de Dios”… “Cielo”… “Jesús”… Me parecía que estaba dando un gran testimonio a toda la familia. Terminamos, la luz comenzaba a disminuir, y para que descansara en enfermo, los dejamos y regresamos a casa. Diez minutos después ya era noche cerrada.
Amaneció el viernes con la adoración y misa de madrugada, como es costumbre, y luego de la misa me esperaban dos personas para darme la noticia de que Don Petro había fallecido en la noche. Me quedé atónito de percibir la bondad de Dios con esta alma… como es con tantas y tantas otras.
He estado pensando en esto, y me ha dado mucho ánimo para la misión, para seguir adelante. No sólo por lo que significa ver un fruto tan tangible, sino porque nos anima en medio de un ambiente que es tan pagano tantas veces. Frecuentemente al ver tanta gente sin bautismo, viviendo en ambiente pagano, con tradiciones y supersticiones paganas… viene el desánimo, a causa de nuestras pocas fuerzas, de ser tan pocos, de tener tantos defectos… y de que el trabajo sea tanto. Pero un caso como el de ayer nos abre los ojos, porque nos muestra que ellos estiman nuestra fe, aunque muchas veces ellos mismos no han tenido la gracia de ser llamados, y porque muchas veces ellos encuentran en su misma vida la debilidad y la impotencia para dejar todo y cambiar. Pero al llegar el final de sus días, y el caso de Mashilamba no es el primero, piden el bautismo, piden al sacerdote católico. Saben que nosotros trabajamos no para este mundo, sino para el otro. Y estiman nuestro modo de vida, las obras cristianas, las obras de misericordia, como los hospitales y las escuelas. Y la gracia de Dios los toca en un momento, y nos llaman. Y por eso, no hay que desanimarse si no se convierten cuando uno quiere, sino que hay que seguir adelante con las buenas obras, perseverando en el bien.
Mashilamba “había sabido ser” un “obrero de la última hora”. Llamado al caer la tarde, y primero en la fila para recibir el premio. La única envidia que me da no es de que reciba el premio, sino de saber que ya llegó, por eso me da alegría y no tristeza. Es una santa envidia, o mejor dicho, emulación. Nosotros debemos seguir trabajando bajo el rayo del sol abrazador del mediodía, y esperar que ellos, los que ya están disfrutando de su paga, nos ayuden a nosotros a perseverar hasta el final, y recibamos el mismo premio, gracias a la generosidad del Patrón.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.
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