Posted on julio 28, 2015
Ushetu, domingo 26 de julio, de 2015.
Hoy domingo, temprano, escuché aullando una hiena. Eso me ayuda a recordar que estoy en África. Muchas veces a uno le pasa, que se mete tanto en el apostolado, en la vida cotidiana, compartiendo tantas cosas con la gente de aquí, estableciendo amistades, y pudiendo conversar un poco mas… que de a poco Dios va dejando caer como un manto que cubre muchas de las asperezas de la misión, y uno se siente en casa.
Hoy pude tener también noventa bautismos, lo que me ayuda a recordar que estoy en una misión en África.Es realmente una misión, y eso en verdad se goza… aunque a primera vista asoma el trabajo, como lo primero que impacta. Y si uno no se toma el tiempo para rezar, puede perder de vista que es trabajo misionero. Puede pasar, que al hablar de noventa bautismos, se piense ante todo en el trabajo. Pero acto seguido se puede ver lo grandioso de lo que hemos hecho hoy. Y pienso también en cuántas veces desde la vida del seminario pedíamos poder ir a la misión y cansarnos de bautizar… y hoy Dios me lo concedió. No que me canse de bautizar, sino que sentí cansancio luego de una buena jornada de bautismos… y que no sólo es en nuestra aldea, sino que en la visita a cinco aldeas ya he realizado nada menos que 347 bautismos. Y han sido días de buen trabajo apostólico, que a pesar de los grandes defectos, sobre todo del misionero, por medio de su brazo y de su voz, ha hecho tantos hijos de Dios.
Hay una impresión que se ha ido repitiendo a lo largo de estos bautismos en las aldeas, hay algunos niños que se destacan por su “ferocidad” en rechazar al misionero… pero sobre todo porque es blanco. Se espantan de una manera asombrosa. Muchos de ellos gritan, lloran y patalean. Y no tengo forma de demostrarle que no los voy a comer… no puedo hacer mas que una sonrisa que muchas veces responden con un grito de terror, lo que me hace reír más todavía, y ni qué decir a la gente. Ellos parecen que disfrutan… y a mí me da un poco de vergüenza. De todos modos, con la colaboración de padres y padrinos, los convertimos en hijos de Dios… ¡qué tanto!
Lo que también sucede, es que los llantos son contagiosos, y se imaginan lo que ha sido hoy con noventa niños en la iglesia, cuando algunos niños escuchaban que los de la fila comenzaban a llorar… se pensarían que se venía una vacuna o algo parecido. Algunos de ellos al final de la ceremonia ya se habían rendido… y convencido que no había nada de qué temer. Me acuerdo de las impresiones del P. Llorente en Alaska… y puedo ver alguna similitud, sobre todo porque aquí muchos de estos chicos es la primera vez que ven un hombre blanco, y les parece que debe ser un monstruo salido de alguna cueva.
Hoy pude finalizar el día con otro trabajo muy misionero y sacerdotal, llevando la comunión y dando la unción a tres enfermos de la aldea vecina. Como debía salir luego de terminar las actividades del oratorio, y cerrar la iglesia, estábamos comenzando el viaje cuando el sol ya se había puesto. Me vino a buscar un hombre de la aldea para llevarme a las casas de los enfermos, para poder llegar sin perdernos. A la primera casa llegamos casi de noche, sin embargo quedaba algo de claridad en el cielo del atardecer y se podían ver las siluetas de las personas y los árboles recortados sobre el horizonte. En la casa la enferma estaba sentada afuera, sobre un plástico en el suelo, muy encorvada. Era una mujer joven, pero con signo de grandes sufrimientos físicos. Pidió la confesión y todos nos dejaron solos. Nos alumbraba un débil fuego que había sido encendido para cocinar. Luego volvieron todos para rezar junto a la enferma. Qué les digo que me parecía que había gran atención a las palabras del rito, las oraciones, la lectura del evangelio. Habían personas grandes, y muchos niños que se sentaron en el piso de tierra, haciendo un círculo. Las palabras del evangelio, de la curación del siervo del centurión sonaban muy consoladoras: “Iré y lo curaré”… Y la respuesta del centurión: “No soy digno de que entres en mi casa…”. Luego de eso, hablar de la visita del Cristo en la Eucaristía a una casa tan pobre, en un lugar tan desconocido… “No soy digno de que entres en mi casa…”. Sin embargo, Cristo viene, para curar el alma sobre todo, y dar consuelo.
Luego visitamos a una abuela enferma, con la enfermedad de la vejez y los achaques, y entré en su habitación para darle la comunión. Todo estaba muy oscuro. Nos alumbramos con una linterna y yo leía con la luz del celular. Sentados ambos en la cama de la enferma, y con una silla que servía de mesa para la sagrada comunión. Finalmente llegamos a la casa de Gabriel, donde estaban todos sentados alrededor del fuego, mientras en una pequeña olla de barro cocinaban algo… Nos identificábamos bajo la luz de la luna. Ellos están más acostumbrados que yo a caminar de noche sin mas luz que la de la luna. También hubo confesión, unción y comunión. Y agradecimiento, por poder ir a verlos. Era tarde y debíamos regresar, ya de noche y en motocicleta, por eso los saludos fueron breves. Menos mal que guiaba la moto uno de ellos, sino hubiera sido imposible desandar esos senderos hasta retomar el camino principal.
El catequista me llevó a visitar su casa, y saludar a la familia. Me pidió que les diera la bendición a todos, y vinieron una gran cantidad de niños, hijos y sobrinos. Fue muy simple, pero a la vez hermoso, darles la bendición, rezar el “Bajo tu amparo nos acogemos”, y decirles “buena noches” en sukuma, a lo que respondieron entre risas. El aire estaba cálido, y en el camino alumbrado por el haz de luz de la moto, pasábamos por oleadas de humo que venían de las casas… momento de la comida, de sentarse en torno al fuego, y conversar.
El padre Carrascal nos aconseja a los misioneros tomar notas de las impresiones para luego escribir, y eso me parece un gran consejo. Muchas veces no serán grandes cosas, o actividades fenomenales, pero es parte de la vida misionera, y de eso se trata, ¿no? Es decir, del diario de un misionero, que ustedes pueden compartir… imaginarse, rezar, caminar a la luz de la luna y sentarse alrededor del fuego a rezar en swahili. Y muchas veces, ni siquiera hace falta que yo les sugiera una meditación o una reflexión. Llegados a este punto, ya verán ustedes qué les sugiere Dios en el alma.
Yo debo dejar aquí, porque el día fue largo. Y para poder compartir con ustedes, debo quitarle tiempo al sueño… precioso descanso del misionero que debe seguir cada día ¡Firme en la brecha! Pero yo sé que ese descanso disminuido se ve recompensado con tantas y tantas oraciones y sacrificios por nosotros. En la resta y suma, salgo ganando.
P. Diego.
P.D.: Les dejo algunas fotos mas de los bautismos, así se divierten un rato, mirando esas caras.
Luego visitamos a una abuela enferma, con la enfermedad de la vejez y los achaques, y entré en su habitación para darle la comunión. Todo estaba muy oscuro. Nos alumbramos con una linterna y yo leía con la luz del celular. Sentados ambos en la cama de la enferma, y con una silla que servía de mesa para la sagrada comunión. Finalmente llegamos a la casa de Gabriel, donde estaban todos sentados alrededor del fuego, mientras en una pequeña olla de barro cocinaban algo… Nos identificábamos bajo la luz de la luna. Ellos están más acostumbrados que yo a caminar de noche sin mas luz que la de la luna. También hubo confesión, unción y comunión. Y agradecimiento, por poder ir a verlos. Era tarde y debíamos regresar, ya de noche y en motocicleta, por eso los saludos fueron breves. Menos mal que guiaba la moto uno de ellos, sino hubiera sido imposible desandar esos senderos hasta retomar el camino principal.
El catequista me llevó a visitar su casa, y saludar a la familia. Me pidió que les diera la bendición a todos, y vinieron una gran cantidad de niños, hijos y sobrinos. Fue muy simple, pero a la vez hermoso, darles la bendición, rezar el “Bajo tu amparo nos acogemos”, y decirles “buena noches” en sukuma, a lo que respondieron entre risas. El aire estaba cálido, y en el camino alumbrado por el haz de luz de la moto, pasábamos por oleadas de humo que venían de las casas… momento de la comida, de sentarse en torno al fuego, y conversar.
El padre Carrascal nos aconseja a los misioneros tomar notas de las impresiones para luego escribir, y eso me parece un gran consejo. Muchas veces no serán grandes cosas, o actividades fenomenales, pero es parte de la vida misionera, y de eso se trata, ¿no? Es decir, del diario de un misionero, que ustedes pueden compartir… imaginarse, rezar, caminar a la luz de la luna y sentarse alrededor del fuego a rezar en swahili. Y muchas veces, ni siquiera hace falta que yo les sugiera una meditación o una reflexión. Llegados a este punto, ya verán ustedes qué les sugiere Dios en el alma.
Yo debo dejar aquí, porque el día fue largo. Y para poder compartir con ustedes, debo quitarle tiempo al sueño… precioso descanso del misionero que debe seguir cada día ¡Firme en la brecha! Pero yo sé que ese descanso disminuido se ve recompensado con tantas y tantas oraciones y sacrificios por nosotros. En la resta y suma, salgo ganando.
P. Diego.
P.D.: Les dejo algunas fotos mas de los bautismos, así se divierten un rato, mirando esas caras.
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