sábado, 5 de diciembre de 2015

Nuestra “Villa de Luján” africana



Ushetu, Tanzania, 1 de diciembre de 2015.

Lo de ayer ha sido un gran paso, aunque pase desapercibido. Pudimos comprar un terreno para en un futuro comenzar con las casas de formación, el postulantado y el noviciado, especialmente. Esto por ser lo que está más ante nuestra vista y en un horizonte más cercano, pero también hay proyecto de tener un seminario menor, y casas de caridad, en particular, algún hogar para discapacitados.


Estuvimos viendo y mirando posibles terrenos. Descartando algunos que estaban lindos, pero un poco caros para nuestros fondos. Otros estaban baratos, pero no estaban tan lindos. En algún caso uno estaba a buen precio, pero el lugar era alto, con mucha caída de terreno. Aunque la vista era hermosa. Particularmente porque como límite norte tenía una gran roca, que es como una montaña pero de una sola roca granítica. Parecía como una muralla de más de cuarenta metros. Pero entre mirar y averiguar, y alguna que otra treintena a San José, providencialmente apareció una posibilidad muy buena.


Hay que saber que aquí hay mucho terreno disponible, pero lo que sucede es que los terrenos que están cerca de los lugares más poblados o con mas servicios, o que están creciendo, van subiendo de precio. Se imaginan que estando en el centro de la misión, rodeados de casas, al lado del camino y con los servicios de dispensario y la escuela de las hermanas, se va complicando un poco.

Por gracia de Dios apareció un vendedor, uno de los jóvenes del grupo, que vino a ofrecer un terreno de su familia. Fuimos a verlo, y nos pareció muy bueno, también el precio que pedían. No tiene agua, pero hay posibilidad de hacer alguna excavación y tratar de llegar. No es seguro, pero no está descartado, porque es un lugar donde no hay rocas, es bastante plano, y en una parte baja hay muchos árboles y bien grandes. Vamos a ver qué pasa, y si no, habrá que hacer como donde estamos, que sólo guardamos el agua de la lluvia para el tiempo de sequía.


Hemos tratado de poner todos los medios para hacer la compra lo mas legal posible, y documentada. Pero en estos lugares es increíble lo sencillo del asunto. Todo se maneja con testigos, porque nadie tiene papeles de posesión, sino que se van pasando de una generación a otra. Entonces todos saben que ese terreno es de fulano, y nadie duda. No hay alambrados, y sin embargo saben perfectamente los límites, señalando los árboles. En algunos casos, los dueños han plantado árboles para marcar los límites, o simplemente se ven los distintos cultivos, o señales de haber estado cultivado un terreno, porque han limpiado de malezas, y quedan algunos surcos.

Así que ayer fuimos hacia el terreno con tres personas del gobierno, el líder de la aldea, el secretario de la oficina del gobierno, y un encargado de los documentos de las tierras. De parte de la familia estaban el hijo y el hermano del dueño. Habían tres vecinos, para corroborar los límites. Y de nuestra parte yo había pedido que viniera el líder de la parroquia, el líder de la capilla, el catequista de la aldea, y los dos padres de la misión. Se nos sumó cuando salíamos, nuestro trabajador, José… que quería ver el terreno y de paso ayudar.


Llevamos una cinta métrica de cincuenta metros, un aerosol de pintura roja, y mucha ansiedad para ver cómo se hacía esto. Comenzó el trabajo, una vez que llegamos, a marcar donde comenzaba el terreno, y se iba tirando la cinta… a medida que se iban metiendo en el monte. Por atrás íbamos otros marcando los árboles con un machete, y pintando de rojo. Fue toda una novedad para varios de ellos ver el aerosol de pintura… tan rápido y práctico. El líder de la parroquia iba anotando y haciendo el croquis, y los de la oficina del gobierno, corroborando y caminando con todos. Éramos una multitud de catorce personas.


Luego de dar toda la vuelta, marcando, midiendo y corroborando los límites, nos sentamos todos en el piso, junto al camino, en la sombra de un árbol. Allí comenzó la escritura del terreno, por parte del encargado de la oficina de las tierras. Los del gobierno habían traído sus sellos y almohadilla, yo había llevado los nuestros. Allí todos servían de testigos de lo que se anotaba, y nadie se iba. Estuvimos como una hora. Los que pasaban por el camino en bicicleta o caminando, se paraban a saludar, y preguntar qué pasaba. En ése mismísimo lugar, todos firmamos y pusimos los sellos, y ante todos ellos contamos la suma de dinero, y la entregamos en manos del vendedor. Las fotos son increíbles, y pueden causar un poco de gracia ver que se hacía todo en plena chacra.


Hemos podido adquirir nada menos que 16 hectáreas de un bello lugar, con un gran espacio para cultivar, y otra gran parte con monte virgen, con muchos árboles bien grandes. Allí mientras esperábamos para la firma, con el P. Víctor soñábamos en todo lo que se va a poder dar allí, Dios mediante… vocaciones, novicios y menores, seminaristas, una gran iglesia… hogares de caridad. No sabemos si será allí, o lo que Dios quiera ir manifestando, pero no está mal soñar con grandes planes misioneros. Nos alienta, y ensancha el alma. Somos pocos, y para todo eso se necesitará ayuda, pero nosotros vamos preparando el terreno. ¡Qué será cuando veamos las primeras ordenaciones de miembros de nuestro Instituto en estas tierras! Nuestra imaginación ha terminado agotada… andando por tantos lados.


Al fin, que si no me equivoco, es la primera vez que poseemos un terrón de tierra en estas misiones… podemos decir que es nuestro, y eso no es poco. Es como un orgullo poder decir que no somos visitantes, sino que hemos venido para quedarnos, y eso lo lee la gente, y se alegra con nosotros.


Yo me remonto al momento en que en San Rafael se adquirió aquella finca, “La Finca”, que no debe haber mostrado demasiado, pero que en el alma del P. Buela, y de los que lo acompañaban, despertaba muchas esperanzas y sueños. Esta “Villa de Luján” en África, será parte de muchas de nuestras futuras crónicas… pero siempre, Dios mediante. En swahili, “Bikira Maria wa Luhani”… ella precederá este lugar, porque aquí se ha querido quedar.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

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