La práctica de hacer visitas a Jesús Sacramentado es una
manera muy útil y concreta de prolongar los efectos de la Santa Misa.
La Hostia que se contiene en el Sagrario ha sido consagrada
en el transcurso de la Misa; está pues en estrecha relación con la oblación y
la inmolación sacramentales de Cristo. Esa Hostia permanece allí para perpetuar
en cierto modo el Sacrificio, permitiéndonos unir, de un modo bien concreto,
nuestras propias acciones a los perennes actos de ofrecimiento, de inmolación,
de amor, de reparación, de gratitud que Jesús no deja de hacer como Víctima. Su
presencia en el Sagrario tiene un valor incomparable. Jesús está allí,
aparentemente muerto, parece inmóvil, como si no viese, no oyese, ni hablase. Sin
embargo su presencia está cargada de dinamismo y de virtualidad redentora. Está
allí para unir a Sí todas las almas. Será pues muy conveniente visitar al
Santísimo para expresar nuestro deseo de adherirnos a la oblación e inmolación
permanentes de Cristo en el Sagrario,
que no es sino la continuación de su oblación e inmolación en la Santa Misa.
“El Santo Sacrificio de la Misa”, Padre Alfredo Sáenz S.J.
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