sábado, 27 de diciembre de 2014

Un vendaval en África

Posted on diciembre 23, 2014

Ibiza, España, 20 Diciembre de 2014.

Quien llegue a la misión de Ushetu desde Europa puede tener la impresión de cierta vuelta atrás en el tiempo. No es por la ausencia de televisores, asfalto y cables de la luz, sino por la experiencia de un catolicismo palpable en cosas tan patentes como la sotana del cura y los hábitos de las hermanas y gente que centra sus días alrededor de los sacramentos, la oración y una liturgia sin inventos.



Una cifra impensable de Confirmaciones precedió mi llegada (500 personas). Luego pasaron días en visitar aldeas lejanas en las que el padre Diego confiesa, bautiza niños y adultos, celebra la Misa y da la primera Comunión a niños y niñas que ignoran el entorno de convites y exhibición que diluye su significado en nuestros países ricos.



La salida de esas Misas tiene su propio ceremonial cuando Diego procede al reparto de los “pipis” (caramelos) que le han hecho famoso en toda la comarca. Niños de todas las edades corren desde sus cabañas al camino cuando pasa el auto de Diego al grito de ¡“pipis” “pipis”! a recoger un caramelo, que pagan de sobra con la sonrisa limpia que nunca desaparece de sus miradas. Nunca hace frío en Ushetu, y entonces los catequistas, enseñan a los catecúmenos al aire libre y Diego predica en su swahili aún en proceso de perfeccionamiento, en la esperanza segura de que quien corresponda haga de intérprete y ponga el resto.



A todo esto, durante mi estadía en África, llegaba la noticia de que un Papa, argentino universal como Diego, nombraba al sudafricano Napier, Cardenal y arzobispo de Durban, entre los cuatro cardenales responsables del Sínodo de la Familia del 2015. Crece la Iglesia en África en número y con una seguridad doctrinal que acabó por destacar en el pasado Sínodo. Napier levantó la voz cuando un cardenal europeo jubilado, con escasa delicadeza y sobrada pobreza argumental, se permitió disculpar las intervenciones de la Iglesia africana en el Sínodo atribuyéndolas a “tabúes”. Con su respuesta abrió Napier la puerta al clamor contra las manipulaciones que sucedían en el Sínodo. El asunto me llevaba a comparar las complicadas exposiciones que a veces oigo en el viejo mundo, sobre métodos para implementar la nueva evangelización, con el hecho de que en África evangelizan, convierten y bautizan con método tan antiguo como vivir el Evangelio y predicarlo.



Quien llegue a la misión de Ushetu desde Europa puede que se vuelva convencido de que el Espíritu Santo sopla donde quiere, pero lo que es en África ha decidido provocar un vendaval.



Rafael Vargas Vargas, médico.

DNI es 30061217X

Ibiza, España.

vargas1916@gmail.com

NAVIDAD: Dios se hace pobre y se revela a los pobres

24 DE DICIEMBRE DE 2014 / MONASTERIODELPUEYO

Como sucederá luego a lo largo de la historia de la Iglesia, “el Dios que se complace en los pobres”, se revela por medio de su ángel a unos pastores. Dice un comentador: “Es maravilloso que los primeros a los que Dios comunicó la buena noticia fueron unos sencillos pastores. Los más religiosos de aquellos tiempos despreciaban a los pastores porque no podían cumplir todos los detalles de la ley ceremonial; no se podían lavar las manos meticulosamente, ni observar todos los otros preceptos y reglas. Tenían que atender a las necesidades de los rebaños, así es que los religiosos los despreciaban. Fueron hombres sencillos que estaban trabajando en el campo los primeros que recibieron el mensaje de Dios”.


“y los pastores fueron a adorarlo”

El que es sencillo y humilde, el que se conoce a sí mismo de verdad y sabe que es una simple creatura y que en todo depende de su Creador… se gana el corazón de Dios, yrecibe de El su verdad y su gracia. Por la sencilla razón de que el soberbio, que se cree autosuficiente, no aceptará ni siquiera de Dios una corrección, una ayuda, una luz. Por eso el castigo del necio es su misma necedad. Incluso el soberbio, si creen servir a Dios (como los fariseos del Evangelio), lo hacen buscándose y amándose a sí mismos, para quedar bien ante los hombres, para quedarse con las riquezas de los pobres, por vanidad.

San Pedro, en su primera carta, lo expresa con fuerza, en esa frase ya muy conocida para nosotros y por demás de elocuente: “De igual manera, jóvenes, sed sumisos a los ancianos; revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (1Pe 5, 5).

Corazón sencillo para buscar a Dios y encontrarlo.

Cada año la Iglesia quiere que celebremos este gran misterio, que renovemos en la liturgia el más grande misterio de piedad, de misericordia: “Dios hecho hombre, nacido por nosotros pobre, en un humilde portal”. Y lo hacemos no solo para recordarlo, sino para revivirlo, o sea, para disponer nuestro corazón a fin de que Cristo Dios venga a nuestra alma, la ilumine, la llene de su gracia. Cada año la Navidad es distinta, cada año Dios tiene gracias especiales para darnos.

San Rafael Arnáiz, en la primera Navidad pasada en la Trapa, lejos de su familia, escribía: “Bien está, pues Dios lo hace, que nada en la vida se repita… bien está que tanto las penas como los dolores, las alegrías y los días felices, se suceden variados…

Aprenda en la vida, el alma entregada a Dios, a no añorar lo pasado, ni a temer el porvenir… Dios es presente, y sólo El basta”.

Debemos, entonces, disponernos en esta felicísima solemnidad con un corazón muy limpio, muy sencillo, muy humilde, para que Dios quiera darnos su gracia, para que Dios se complazca en él, como se complació en el pobre portal de Belén, en los divinos corazones de María y José, en la sencillez de los pastores y en la compañía silenciosa y parca de unos animales de corral.

De nuevo que nos ayude el hermano Rafael: “Navidades en la Trapa, adoración en silencio, un corazón desprendido de la tierra y puesto a los pies de Jesús en el Portal.

Días dulces y serenos; días de amores divinos… Días de calma y de paz. Días en que el alma vuela por los campos de Judea, sueña en glorias infinitas y se abisma contemplando la bondad inmensurable…, el amor de Dios al hombre, su Encarnación en María, su desnudez y su frío, que esconden humildemente la majestad que no cabe en los cielos”.

Nuestro santo habla del monje, de sí mismo, pero todos podemos aplicarlo a nuestra vida, pues en realidad no hay una santidad para el monje y una para el laico… Dios nos llama a todos a la perfección de la caridad, Dios quiere que todos seamos santos “como el Padre Celestial”; quiere unirse a cada alma en casto matrimonio espiritual.

Así él continúa, y nosotros con él, la meditación: “medita en estos días el gran misterio de su religión…, y allá muy adentro, muy adentro de su alma, se recrea en los consuelos que Jesús Niño le ofrece por medio de las Santas Escrituras… Medita con serenidad y con paz en los salmos, en los himnos, en todo el arsenal litúrgico de que la Iglesia en estos días dispone.

Contempla asombrado cómo ‘una Virgen concebirá un hijo y su nombre será Emmanuel’, y ‘los caminos torcidos serán enderezados, y los escabrosos allanados’.

No se necesita ruido para amar a Dios. No importa la soledad, ni el silencio, ni la austeridad, ni la penitencia, ni el sufrir mucho o poco a quien sabe que lo ‘desierto e intransitable se alegrará; y saltará de gozo la soledad, y florecerá como lirio’”[1].

(…)

“En la armonía perfecta de la creación, cada hombre, cada cosa, sigue el curso trazado por Dios”.



Conclusión: Si nos hacemos como niños, sencillos… al contemplar el Pesebre y a Dios en él, comprenderemos el sentido de la vida, recibiremos la verdad, a Cristo y la gracia para amarlo. Termino con las palabras de nuestro santo monje:

“y el alma comprende y contempla la única verdad…, y la verdad es Cristo. ¡Cristo! Que transforma al mundo en un inmenso Portal… Cristo con José y María… Cristo hecho hombre por amor al hombre… Cristo que nace entre bestias y pajas, sin casa ni abrigo, y en enorme soledad…

Y ante el pensamiento de un Dios humanado, ante la grandeza de la Inmensidad, el alma se ensancha, se olvida el penar, deseos de muerte, ansias de gozar…, y la voz de Cristo, que dulce me invita, me habla de amores y me hace olvidar.

Hoy en la oración… pensando en esto… no pude menos de cerrar los ojos al ver que en el mundo nada permanece…, todo es vanidad, y olvidando sus propios sentires y propios pesares, elevó la vista al Cielo y oyó claramente a su alma… ¡hermano! ¡Ama a Cristo!, lo demás… ¿qué más te da?…”[2].

Que María Santísima nos conceda amar a Jesús que hoy nació por nosotros, con todo el corazón, con toda nuestra vida, como Ella y todos los santos lo amaron.

Ave María Purísima…

[1] SAN RAFAEL ARNAIZ, Obras Completas, p. 721 y ss.

[2] Idem… p. 735

viernes, 26 de diciembre de 2014

¿Hasta dónde llegan los brazos de Cristo?

Posted on diciembre 23, 2014

Visita a Salawi

Luego tocó el turno de visitar Salawi, el martes siguiente. A esta aldea no había ido nunca, y queda en el extremo noroeste de la parroquia. Es una de las últimas aldeas en aquella dirección. También me acompañaron Rafael y Gisela, en este viaje que estuvo hermoso, ya que es un viaje largo, de una hora y media, y se pasa por muchas aldeas, mirando paisajes y mucha gente trabajando en el campo.



Al arribar a la última aldea que yo conocía, Mazirayo, se subió un catequista que nos guiaría hasta Salawi. La aldea es por demás pequeña, pero el paisaje que la rodea es muy lindo, con colinas y algunas montañas cerca, casas repartidas por todos lados, y plantaciones bastante avanzadas.



La capilla es muy pequeña, de barro y techo de paja, y construida en un terreno pequeño con muchas piedras. Había un poco de gente, y se escuchaban las voces de los que estaban en el “bar”, es decir en una casa donde venden el alcohol con que se emborrachan, que está justo al frente. De todos modos no nos molestaron, esa es una de las ventajas de tener capilla.



Fueron llegando todos “pole-pole”, al mejor modo africano, es decir con mucha calma, sin prisa ninguna. Fue muy lindo aprovechar a rezar un rato, disfrutando de la tranquilidad. Algunos vinieron a confesarse y luego comencé la Misa. Antes de iniciar, mientras me revestía les fui explicando el sentido de los ornamentos, con ideas muy sencillas. Por las preguntas que les hacía pude percatarme que algo me entendían, y todos, grandes y chicos, miraban con muchísima atención.



En la misa bauticé una niña que se llamó Regina y un adulto, un joven de 22 años que eligió el nombre de Johane (Juan), y vivió toda la ceremonia con gran devoción. Y eso me parece admirable… pensar que los paganos se bautizan, que en estas tierras es común tener bautismos de adultos, y que por ellos Cristo derramó su sangre.



Luego de la misa, nos invitaron a comer en una casa. Fuimos con los dos catequistas, el de Salawi y el de Mazirayo. Nos prepararon pescado esta vez, algo que me sorprendió un poco, la primera vez en mi caso. El Dr. Rafael preguntó en un momento de la comida de dónde lo sacaban al pescado. La respuesta única posible es que era del Lago Victoria, que queda a más de diez horas de viaje, y el transporte no suele ser muy refrigerado, ni directo, por lo que puede llevar un par de días. Pero se sabe que el pescado se lo seca antes de transportarlo hasta lugares tan lejanos como éste. En síntesis que todos comimos, estaba rico, y sobre todo que a nadie le sentó mal después, lo cual es muy meritorio, para el pescado.

Regresamos del largo viaje, luego de despedirnos y recibir cientos de nuevas invitaciones a celebrarles la misa. Yo era la primera vez que iba, y la misa anterior que celebró el P. Johntin fue el año pasado, para mayo, aproximadamente.



En la visita a estas aldeas muchas veces me da por mirar a los que están tomando alcohol, caminado a los tumbos en pleno día y a la luz del sol. Y siento mucha pena al verlos en un lugar tan lejano, con tan poco auxilio del misionero. Nos miran pasar y nos saludan, pero sin el “Tumsifu Yesu Kristu” (Alabado sea Jesucristo), y sin saber bien quiénes somos, le preguntan al catequista que nos acompaña. Algunos se burlan y esbozan risas y chistes que apenas comprendemos, porque hablan en sukuma. Pero muchos también saludan con respeto en medio de su ignorancia y admiración.



¿Hasta dónde llegan los brazos de Cristo? Estos días he venido pensando mucho en esto, a raíz de leer las reflexiones del P. Carrascal para los misioneros. Los brazos del Crucificado son inmensos, ya que alcanzan al cielo y la tierra; lo pasado, lo presente y lo futuro; y a todos los hombres, que quiere recibir siempre con esos brazos abiertos y clavados al mismo tiempo. Y a sus vez pide desde la cruz misericordia para todos los hombres… y especialmente para los que no lo conocen, “Padre, perdónalos, porque no saben o que hacen”. Y ¿a quiénes alcanza más de lleno ésta oración que a los pobres paganos? Son ellos especialmente los que no saben lo que hacen, los que vienen en tantas oscuridades sin conocer a Cristo.

La respuesta a esta pregunta, parece ser esta: los brazos de Cristo llegan hasta donde llega el misionero. Nosotros somos sus brazos, que hoy han bautizado en la aldea de Salawi, que celebró la misa en Makondeko, que han caminado por la parroquia de Ushetu.

El misionero debe aprender a dilatar sus suplicas y sus brazos, mirando al crucifijo, a los pies del Crucificado, porque Él los tiene clavados, y nosotros no, debemos ir en busca de las almas, y ser también sus manos perdonadoras.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego

¡Feliz Navidad!

P. Gustavo Lombardo, IVE25 diciembre, 2014Jesucristo, Misericordia, Paz, Pecado

En este día –que se prolonga por toda la Octava– se nos invita una y otra vez a alegrarnos,

a regocijarnos, porque nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. San Legón Magno, en un sermón de Navidad predicaba “no hay lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida”.

En absoluto se puede dudar que debemos alegrarnos o, al menos, que a esto tenemos que apuntar; pero a veces nuestras Navidades no tienen esa alegría que vemos en los niños, o que teníamos cuando lo éramos. ¿Por qué?

¡Cuánto podría decirse en respuesta…! y mucho mejor de lo que voy a escribir a renglón seguido, pero vaya mi pequeño aporte.

¡Dios viene a salvarnos! Entender, al menos mínimamente, que todo un Dios se haga hombre por nosotros –¡por mí!–, ya bastaría para alegrarnos más de lo que un niño con su regalito… pero no me quiero detener ahí, sino en el “para qué” de su venida.

Ese “para qué” está en toda la Escritura, de un modo u otro, pero se lo dice el Ángel en sueños a San José de manera concisa y diáfana: lo llamarás Jesús –en el original: “Yeshua”, esto es “Yahvé salva”– porque salvará a su pueblo de sus pecados.

A eso vino –y viene– Cristo, ni más ni menos: a salvarnos de nuestros pecados… ¿no nos llena de alegría?…

Probablemente no, o no tanto como debiera ser; ¿por qué? Porque no tenemos idea qué es el pecado…

Sucede que todas las cosas que tienen relación directa con Dios son en alguna manera infinitas, como dice Santo Tomás; y el pecado es una de ellas. Además, al pecado no lo vemos “de fuera”, sino “de dentro” y, distinto a otras realidades, se percibe mucho menos claramente de este modo… Mons. Fulton Sheen dice que de lo único que no se aprende por experiencia es del pecado… mientras más pecamos, menos entendemos qué es pecar… (Por eso quienes más saben qué es el pecado –y justamente por eso más le esquivan–, son los santos).

Y si Cristo viene a salvarme de algo que no se sopesar… tampoco voy a saber sopesar ni su venida, ni su misión, ni –en definitiva– la redención entera. Si no llego a entender qué es un cáncer –y lo padezco– no me voy a alegrar demasiado si aparece un “salvador” que me pueda curar…

¿Quién conoce sus faltas? dice el Salmo 18 y “Los Padres del desierto no dudaban en afirmar: «El que ve su pecado es mayor que el que resucita a los muertos»[1]”.

El Papa nos decía anoche “La Navidad consiste en que Dios está siempre ahí, esperándonos”, pero no olvidemos que la barrera que nos separa de Él, aunque esté esperándonos, es justamente el pecado, y borrarlo es su misión.

Siempre estamos a tiempo, y cuánto más en Navidad, de cantar alegremente lo del Salmo 102:

Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;

Él rescata tu vida de la fosa,

y te colma de gracia y de ternura;

Él sacia de bienes tus anhelos,

y como un águila

se renueva tu juventud.

Que Aquella que por su cercanía con Dios también entra en las “cosas” de alguna manera infinitas, quien por ser Santísima conoce las profundidades del pecado con la mayor de las claridades, nos conceda en estos días navideños reconocer nuestros pecados y, si hace falta, acercarnos al Sacramento de la Confesión, medio que ha dejado el Niño de Belén para ser Él mismo quien nos perdona “por” y “en” sus ministros.

¡Muy Feliz Navidad!


[1] Jacques Philippe, La libertad interior.



Agrego un saludo navideño de un Siervo de Dios

AUGURIOS INCÓMODOS

Queridísimos, no obedecería a mi deber de obispo si os dijera “Feliz Navidad” sin daros fastidio.

Yo, en cambio, os quiero dar fastidio. No soporto en efecto la idea de tener que daros augurios inocuos, formales, impuestos de la routine del calendario.

Me halaga la hipótesis de que alguno los devuelva al remitente como correo no deseado.

Muchos augurios incómodos, entonces, mis queridos hermanos!

Jesús que nace por amor os dé la náusea de una vida egoísta, absurda, sin empuje, y os conceda de inventaros una vida cargada de donación, de oración, de silencio, de coraje.

El Niño que duerme sobre la paja os quite el sueño y os haga sentir la almohada de vuestra cama dura como una piedra, hasta que no hayáis dado hospitalidad a un desalojado, a un extranjero, a un pobre que está de paso.

Dios que se hace hombre os haga sentir gusanos cada vez que vuestra carrera se vuelve el ídolo de vuestra vida; el adelantamiento, el proyecto de vuestros días, la espalda del prójimo, instrumento de vuestras escaladas.

María, que encuentra solo en el estiércol de los animales la cuna donde poner con ternura el fruto de su vientre, os obligue con sus ojos heridos a suspender el estrujamiento de todas las canciones natalicias, mientras vuestra conciencia hipócrita acepte que el tacho de basura o el incinerador de una clínica se transformen en tumba sin cruz de una vida suprimida.

José, que en la afrenta de miles de puertas cerradas es el símbolo de todas las desilusiones paternas, disturbe la embriaguez de vuestras cenas, reprenda las tibiezas de vuestros juegos, provoque cortocircuitos en el despilfarro de vuestras lucecitas, hasta que no os dejéis que os meta en crisis el sufrimiento de tantos padres que derraman lágrimas secretas por sus hijos sin fortuna, sin salud, sin trabajo.

Los ángeles que anuncian la paz traigan de nuevo guerra a vuestra somnolienta tranquilidad incapaz de ver que solo un poco más allá, con el agravante de vuestro cómplice silencio, se consuman injusticias, se desaloja a la gente, se fabrican armas, se militariza la tierra de los humildes, se condenan pueblos al exterminio del hambre.

Los Pobres que acuden a la gruta, mientras los potentes traman en la oscuridad y la ciudad duerme en la indiferencia, os hagan entender: que si también vosotros queréis ver “una gran luz”, tenéis que partir desde los últimos.

Que las limosnas de quien juega con la piel de la gente son tranquilizantes inútiles.

Que las pieles compradas con los aguinaldos quedan bien, pero no calientan.

Que los retardos en las construcciones populares son actos de sacrilegio, cuando son provocados por especulaciones corporativas.

Los pastores que velan en la noche, “haciendo guardia al rebaño”, y que esperan la aurora, os den el sentido de la historia, la embriaguez de la espera, el gozo del abandono en Dios.

Y os inspiren el deseo profundo de vivir pobres, que es el único modo para morir ricos.

Feliz Navidad! Sobre nuestro viejo mundo que muere, nazca la esperanza.

Siervo de Dios Don Tonino Bello

lunes, 22 de diciembre de 2014

LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR, Himno Akáthistos

Por P. Agustín Spezza, IVEdiciembre 21, 2014Contemplemos el siguiente Icono:

Autor: P. Jesús Castellano OSB


Anunciación del Señor. Andrei Rublev

HIMNO AKÁTHISTOS

(Del griego akathistos significa no sentado; de pie). Es un himno del Oficio de la Liturgia Griega – en honor de la Madre de Dios. El título es uno de eminencia; dado que, mientras en otros himnos similares se permite a la gente sentarse durante parte del tiempo, este himno parcialmente se lee, parcialmente se canta, todo de pie).

Poesía y teología litúrgica

Los Padres de la Iglesia han comentado exhaustivamente este episodio en Oriente y en Occidente. San Bernardo pone en vilo toda la creación ante la respuesta de María. El Himno Akáthistos entrelaza las alabanzas a la Virgen y la narración poética del misterio en cuatro secuencias poéticas.



San Gabriel Ancángel. Icono pintado por P. Jaime Martinez Spezza IVE

El envío:

Un Arcángel excelso fue enviado del cielo

a decir “Dios te salve” a María.

Contemplándote, oh Dios, hecho hombre

por virtud de su angélico anuncio,

extasiado quedó ante la Virgen

y así le cantaba…

Siguen las doce aclamaciones en las que recuerda el principio de la creación y de la historia de los padres, de la que María es compendio y glorioso rescate:

Salve, por ti resplandece la dicha.


Virgen con el Niño, mosaico de Santa Sofía.


Salve, por ti se eclipsa la pena.

Salve, levantas a Adán el caído.

Salve, rescatas el llanto de Eva…

Salve, oh cima encumbrada a la mente del hombre.

Salve, abismo insondable a los ojos del Ángel.

Salve, tú eres de veras el trono del Rey.

Salve, tú llevas en ti al que todo contiene.

Salve, lucero que el sol nos anuncia.

Salve, regazo del Dios que se encarna.

Salve, por ti la creación se renueva.

Salve, por ti el Creador nace niño.

El diálogo:


La imagen más antigua de la Anunciación a la Virgen con el Niño. C. Sta. Priscila. Siglo II

Conociendo la Santa

Que era a Dios consagrada,

Al Arcángel Gabriel le decía:

“Tu mensaje es arcano a mi oído

y difícil resulta a mi alma;

insinúas de Virgen el parto”.

Exclamando: Aleluya.

La respuesta:


La Virgen del Signo (Isaías 7,14) La Imagen aparece con tres estrellas que indican: “Virgen antes, durante y después del parto”.

Deseaba la Virgen comprender el misterio

Y al heraldo divino pregunta:

“¿Podrá dar a luz criatura

una Virgen? Responde, te ruego”.

Reverente Gabriel contestaba

y así le cantaba…

Siguen de nuevo las doce solemnes frases de alabanza, precedidas por el saludo “Salve”. Y la respuesta es la enumeración de todas las maravillas de las que la Virgen María es la primicia:


Salve, milagro primero de Cristo;

Salve compendio de todos sus dogmas…


El misterio del Verbo Encarnado:

Todo concluye, en este primer episodio, con la solemne afirmación de la Encarnación del Verbo:

La virtud de lo alto

la cubrió con su sombra

e hizo Madre a la Esposa Inviolada.

Aquel seno por Dios fecundado

germinó como fértil arada

para todo el que busca la gracia

y aclama: Aleluya.

Es el comentario poético al texto lucano y al prólogo de Juan que un antiguo prefacio de la liturgia mozarábica así resume engarzando el saludo del ángel, la acogida de María y la acción del Espíritu:

“Es digno, justo, conveniente y saludable celebrar la prodigiosa venida de Jesucristo nuestro Señor, al cual el mensajero celeste anunció que debía nacer entre los hombres y por los hombres; que la Virgen acogió en la tierra después del saludo del ángel, que el Espíritu plasmó mientras se encarnaba, a fin de que la realización de la promesa de Gabriel, por la fe de María y la cooperación del Espíritu de Dios, siguiera al saludo, el hecho mostrase cumplida la promesa, y la Virgen comprendiese que había sido fecundada por la misteriosa potencia del Altísimo. El Ángel anunció: “He aquí que concebirás en tu seno y darás a la luz un hijo”. “¿Cómo será esto?” preguntó María. Pero preguntó creyendo, sin dudar; el Espíritu Santo cumplió entonces lo que el Ángel había anunciado. María, virgen antes de la concepción y que permaneció virgen también después del parto, concibió a su Dios, primero en la mente y después en su seno. La Virgen, llena de la gracia de Dios, fue la primera en acoger al Salvador del mundo y por ello se convirtió en la verdadera Madre del Hijo de Dios, adorado por los Ángeles”.


En oración ante el misterio

Son innumerables los textos litúrgicos que se inspiran en este episodio evangélico. Citamos sólo algunos para nutrir nuestra oración ante el icono con la fe de las diversas tradiciones eclesiales del primer milenio en la unidad de la fe católica.

Con la fe de la comunidad judío-cristiana del siglo II decimos las palabras de la Oda de Salomón:

“El Espíritu extendió sus alas sobre el seno de la Virgen y ella concibió y dio a luz, y fue a la vez Madre y virgen, con extrema ternura. Quedó encinta y dio a luz, sin dolor, un hijo; lo alumbro con gozo; lo poseyó con amor; lo amó como Salvador; lo protegió suavemente; lo mostró con toda su grandeza”

Con un texto del siglo V, conservado en el Rótulo de Ravenna, testigo de la fe de las grandes ciudades del Adriático, confesamos:

“Oh Dios que en la plenitud de los tiempos has manifestado el esplendor de tu presencia luminosa, mediante la maternidad de la santa Virgen María, para que disipadas las tinieblas del error, veneremos siempre con fe intacta y actitud humilde, el misterio de la Encarnación y lo celebremos con devoción”.


La Madre de Dios Fuente de Vida.

La liturgia etiópica nos ofrece estas afirmaciones ingenuas y llenas de encanto en la Anáfora de la Virgen:



“Oh María, inmensidad del cielo, fundamento de la tierra, profundidad de los mares, luz del sol, belleza de la luna, esplendor de las estrellas del firmamento… Tu seno llevó a Dios, ante el cual el hombre comparece tembloroso. En tu vientre ardió el carbón incandescente… Tú eres el canastillo de este pan ardiente (la Eucaristía) y la copa de este vino…”

Con la más sencilla y universal tradición hacemos nuestro el saludo del Ángel, repetido en cada Ave María.



El misterio se refleja en nosotros

Cada icono refleja la dimensión salvadora de Dios sobre nosotros. El icono revela quiénes somos nosotros. El episodio evangélico refleja el misterio de nuestra vida. María en su Anunciación es el icono del cristiano y de la Iglesia. Una Iglesia que escucha la palabra de Dios y se llena del Verbo, para encarnarlo, para darlo en su propia carne.

El cristiano está llamado a ser portador de Cristo y hasta “madre de Cristo”, como dicen audazmente los Santos Padres de la Iglesia, inspirándose en el Evangelio. Si se vive la palabra, hacemos que Cristo nazca y crezca en el corazón. La Anunciación es el misterio de la vocación a un sí totalitario, como el de la Virgen. Es el compromiso de una colaboración en la que Dios sigue buscando cómplices que lo acojan y lo introduzcan en el mundo, por la puerta real de la libertad humana y de la caridad que lo hace presente entre la humanidad.

La Virgen, evangelizada en su Anunciación y evangelizadora al transmitirnos el Verbo hecho carne, con su carne y su sangre es imagen de la Iglesia y del cristiano.

El icono de la Anunciación es el icono del “SI” sin reservas, la puerta de los misterios, la manifestación de la ternura de Dios y de su confianza en el hombre. Es el icono de la dignidad con que la Virgen responde libremente a Dios entregándose totalmente y sin reservas para hacer de su propia historia una historia de perenne y fiel colaboración con Dios.

La liturgia romana canta en un prefacio el misterio de este “sí” de María y da gracias al Padre con estas palabras:

“Porque la Virgen creyó el anuncio del Angel:

que Cristo, por obra del Espíritu Santo,

iba a hacerse hombre por salvar a los hombres;

y lo llevó en sus purísimas entrañas con amor.

Así Dios cumplió sus promesas al pueblo de Israel

y colmó de manera insospechada la esperanza de todos los pueblos”.

Así, en la actitud acogedora de María se refleja la fidelidad que el cristiano y la Iglesia deben al Dios que sigue llamando para que se abran de par en par las puertas al Salvador.

viernes, 19 de diciembre de 2014

MALA MADRE

¿Tu mamá es mala?

Yo sé que la mía lo era.

¡Era la mamá más mala que había en el mundo!

Cuando otros chicos desayunaban caramelos, ella nos hacía comer cereal, huevos, leche y tostadas.

Cuando otros chicos almorzaban gaseosas y galletas, teníamos que comer carne y ensaladas y puedes estar seguro de que también nos hacía cenas diferentes a las de los otros chicos.

Mi mamá insistía en saber dónde estábamos todo el tiempo, cual convictos en prisión. Ella tenía que saber 

quiénes eran nuestros amigos y lo que hacíamos con ellos.

Nos da pena admitirlo, pero ella rompió las leyes del trabajo a menores, ya que teníamos que lavar los platos, ayudar a sacar la basura, darle de comer al perro, bañarlo y sacarlo a pasear, arreglar nuestro cuarto y toda clase de trabajos forzados similares a estos.

Por nuestra mamá nos perdimos de muchas experiencias de otros chicos.

Ella insistía en que dijéramos la verdad y nada más que la verdad. Cuando llegamos a la pubertad, ¡te juro que ella podía leer nuestras mentes! Era desesperante vivir con ella: estaba pendiente de que nos cepilláramos los dientes, de que nos bañáramos, que estudiáramos, ¿ya hiciste las tareas? ¡Uf, qué fastidio!

A veces hasta pensé en irme de la casa.se ponía furiosa si nos veía sin zapatos. ¡Qué vida la que me hacía vivir mi propia madre!

Por nuestra madre, además, nos perdimos de muchas experiencias: por su culpa nunca probamos la droga, nunca tuvimos mayores problemas con el alcohol, nunca estuvimos presos, ni fuimos vándalos o pandilleros, por su culpa nunca nos hirieron el cuerpo ni el alma y conocimos a Dios, sí, todo por su culpa.

Ahora estamos en nuestra casa bien educados, somos adultos honestos y procuramos hacer lo mejor que podemos, para ser tan malos como fue mi madre, para poder decirle a mis hijos: te amé lo suficiente para preguntarte adónde ibas, con quién y a qué hora regresarías a casa, te amé lo suficiente para callarme y dejarte descubrir que tu nuevo mejor amigo no era una buena persona, te amé lo suficiente para molestarte y estar encima de ti durante dos horas mientras arreglabas tu cuarto, un trabajo que me hubiera tomado a mí sólo quince minutos, te amé lo suficiente como para dejarte ver mi ira, desilusión y lágrimas, ya que los chicos deben entender que los padres no somos perfectos, te amé lo suficiente como para dejar que asumieras la responsabilidad de tus acciones, aunque los castigos a veces fueron tan fuertes que rompían mi corazón, pero sobre todo te amé lo suficiente como para decir NO cuando sabía que me ibas a odiar por ello. Esas fueron las batallas más difíciles para mí, pero hoy estoy contenta porque las gané, porque al final también las ganaste tú, y todo porque aprendí de mi madre, porque ya sabemos que lo que este mundo necesita es ¡MÁS MADRES MALAS; como la mía y como también lo fui yo contigo!

Anónimo