viernes, 11 de septiembre de 2015

Murió cantando la Salve

11 DE SEPTIEMBRE DE 2015 / MONASTERIODELPUEYO


Hace pocos días, el 30 de agosto, celebramos la Fiesta de nuestros beatos mártires del Pueyo.

Ofrecemos para los fieles devotos la lectura del momento del martirio del P. Mauro, el prior de la comunidad.

Nos conceda Dios la fidelidad hasta la muerte.

un saludo a todos y mi bendición.

P. Emmanuel



El relato de la muerte del P. Mauro Palazuelos, osb, por el verdugo:

«Desde que maté al Jefe de los frailes del Pueyo. Desde entonces no he podido dormir ni vivir tranquilo, porque sus ojos no puedo apartar de mí. Este fraile mostró un heroísmo extraordinario.



Porque cuando le llevábamos a matar, alentaba enardecido a sus compañeros que iban en el camión, rezando y cantando a su madre.

¡Bien amarrado iba!; y pidió ir a pie, siguiendo al camión.

Al subir la cuesta del cementerio, cuanto más cantaba, más me enfurecía yo, pegándole fuertes golpes con el fusil.

Dicho fraile, dirigiéndose a sus compañeros, les dijo: Perdonad a vuestros verdugos, que pronto entraremos en la gloria.

Tal rabia tomé a ese fraile, que advertí a los otros milicianos: Vosotros cuidad de los demás: a éste me lo cargo yo.

Pasado el Hospital, cercano al cementerio, aquel fraile nos pidió la gracia de despedirse de su madre. Algunos camaradas míos se la otorgaron, diciendo: ¿qué tiene que ver se despida de su madre? (creían se refería a su madre natural recluida en dicho hospital).

Yo le mandé seguir adelante, pero, al fin, accedí al deseo. Entonces comenzó a entonar una canción a la Virgen.

Al verme yo contradecido con esta salida, rabioso le golpeé con más fuerza.

Junto a la pared del cementerio, le dije con malas palabras: ¿Cómo quieres morir, mirando a la pared, o mirando a tu Madre? Y dirigiendo él la mirada hacia el convento del Pueyo, contestó: Mirando a mi Madre.

Entonces, al comprender que se refería a la Virgen de ese convento, le dije: te voy a apuntar para que no cantes más a tu Madre. Le disparé un tiro en la boca, levantándole la tapa de los sesos.

Cuando le disparé, el fraile mirome de tal manera, y tanto me impresionó ver saltar los sesos, que desde entonces se me clavaron sus ojos, y no puedo apartarlos de mi».

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