Ushetu, Tanzania, 31 de julio de 2015.
Día de San Ignacio de Loyola.
Salimos para visitar dos aldeas, hacia el sur de la parroquia. Es una zona alejada, y muy abandonada en lo que a la atención espiritual se refiere. El motivo de este abandono es la distancia, al dificultad para llegar, el camino que es muy malo. Por gracia de Dios podemos contar con algunos catequistas buenos en esa zona, no son todos, pero los que se esfuerzan muestran verdaderos frutos. En un lugar donde los paganos abundan, en una zona muy pobre, y donde los frutos apostólicos apenas van asomando, es realmente meritorio por parte de ellos y doy gracias a Dios por ellos.
El primer lugar para visitar era Nyassa, y luego Bulela. De ambos lugares les he contado en crónicas anteriores. Esta vez la idea era ir a esos lugares para hacer alguna visita a las aldeas mas lejanas, junto con los voluntarios de Estados Unidos que están estos días en la misión, y ya parten la próxima semana. Son tres seminaristas diocesanos, y una joven laica. En Nyassa el programa fue simplemente celebrar la misa, y previamente a eso mientras yo confesaba, ellos jugaban con los chicos. Fue una visita muy agradable y sencilla, ya que no se trataba de una fiesta especial, con bautismos o “matomolo”, u otra cosa. Por eso fue muy lindo también, porque la gente estaba tranquila, sentada en la sombra charlando… tal vez nosotros no estamos acostumbrados a esto. Nuestra vida agitada nos roba el tiempo para estas cosas, pero ellos sí tienen tiempo de sentarse y conversar. El día se presentaba muy caluroso, un sol que pegaba fuerte, sobre todo al mediodía. Los chicos que habían venido desde la escuela, porque les habían dado permiso, estaban felices. Imagínense que ellos no tienen juegos casi nunca, menos el tener una pelota de futbol “de verdad”. Normalmente ellos juegan con alguna pelota hecha con bolsas de plástico, atadas fuertemente para que sea resistente. Luego de la misa nos dieron de comer, ya que esa es una de las costumbres de estas tribus… ellos se sienten mal si no pueden ofrecer algo. Son muy acogedores con los visitantes.
Cerca de las dos de la tarde partimos para Bulela, no muy lejos de allí. En esa aldea nos esperaban para que bendijéramos el terreno de la capilla. Allí estuve el año pasado, y en una casa de familia hicimos dos casamientos. Tal vez recuerden la anécdota, de esos casamientos con numerosas ocasiones para impacientarse. Sin embargo, eso pasa muchas veces sólo por dentro nuestro, porque ellos recuerdan esos días con regocijo. Uno de los que se bautizó aquella vez, y se casó, es actualmente el líder de la aldea. Los católicos de Bulela no tenían lugar para rezar, ni siquiera tenían un terreno, y menos iglesia. Gracias a Dios pude juntar un dinero y ayudarles a comprar el lote. Eso fue hace dos meses, y están con tanta alegría, entusiasmo, agradecimiento… de todo, que de inmediato han puesto manos a la obra. Es increíble con lo poco que nos pueden ayudar ustedes, y que servirá para ayudar a estas cristiandades nacientes. Lo bueno es que ellos son de aportar de su parte, no esperan la ayuda, sino que son muy laboriosos. Así que luego de tener el terreno, comenzaron allí mismo a hacer los ladrillos… los mismos fieles. Y ya están levantando la nueva capilla. Me habían pedido que pasara para darles la bendición del lugar, y aprovechamos hoy que estábamos relativamente cerca, en Nyassa, a unos seis kilómetros. Las paredes de la capilla ya están por sobre un metro, y los ladrillos están pegados con barro, porque no hay dinero para el cemento.
La ceremonia fue hermosa, en la misma capilla, protegidos por unos toldos que se agitaban por el viento, y algunas sábanas… todo servía para cubrirse un poco del sol que estaba pegando fuerte. En el momento de la consagración, al arrodillarme, sentí la tierra caliente. Eran cerca de las tres de la tarde. Los feligreses se sentaron en los ladrillos que iban trayendo los niños. Luego de las confesiones… también muy calurosas, ya que estuve sentado bajo, o mejor dicho “junto a” la sombra de un arbusto. El terreno es ideal en un aspecto, porque está apartado del conglomerado de casas, y no tan lejos, y es grande. Pero lo malo es que no teníamos ni un árbol para defendernos del sol.
Sin embargo todo lo que les digo no influía en nada en el ánimo. La gente estaba feliz. Además de que en ese lugar solemos celebrar misas una o dos veces al año, hoy estábamos celebrando la primera misa en lo que va a ser su iglesia, y estábamos bendiciendo nuestro terreno.
Luego de la misa hicimos una procesión recorriendo los límites del lote aspergiendo agua bendita. Terminamos frente a la iglesia, y con simplemente dos tambores se comenzaron los cantos y bailes. La alegría se veía en las caras, en las risas, los cantos, los bailes… Y fue tanto que en un momento vimos que venía un montón de gente desde un poblado cercano. Venían atraídos por tantos gritos de alegría, música, cantos y bailes. Se quedaron admirados a ver que no había fiesta con comida, alcohol, música moderna por parlantes, ni nada de eso. Se quedaron mirando, creo que no entendían porqué estaban tan contentos.
Fue muy llamativo eso, porque fue una verdadera misión “ad gentes”, y se misionó con la alegría y generosidad de los católicos mismos. Todo un testimonio. Se mostró la fuerza de los católicos ante todo el poblado… creo que los frutos seguirán creciendo. Y lo espero ansiosamente. Antes de la misa, al grupo de un poco menos de veinte chicos que estaban rezando, les preguntamos quiénes estaban bautizados, y sólo levantaron la mano unos cinco de ellos. A la pregunta por la primera comunión, ya ninguno respondió. Nadie en la capilla, ni los grandes ni los chicos, supieron responder a la pregunta de quién es nuestro Papa, y dónde vive. Pero allí estaban todos esos chicos, muy alegres, y mirando cada gesto del sacerdote en la misa, y rezando el rosario antes de la misa, cantando todos los cantos de la misa o tratando de cantarlos.
Sin embargo todo lo que les digo no influía en nada en el ánimo. La gente estaba feliz. Además de que en ese lugar solemos celebrar misas una o dos veces al año, hoy estábamos celebrando la primera misa en lo que va a ser su iglesia, y estábamos bendiciendo nuestro terreno.
Luego de la misa hicimos una procesión recorriendo los límites del lote aspergiendo agua bendita. Terminamos frente a la iglesia, y con simplemente dos tambores se comenzaron los cantos y bailes. La alegría se veía en las caras, en las risas, los cantos, los bailes… Y fue tanto que en un momento vimos que venía un montón de gente desde un poblado cercano. Venían atraídos por tantos gritos de alegría, música, cantos y bailes. Se quedaron admirados a ver que no había fiesta con comida, alcohol, música moderna por parlantes, ni nada de eso. Se quedaron mirando, creo que no entendían porqué estaban tan contentos.
Fue muy llamativo eso, porque fue una verdadera misión “ad gentes”, y se misionó con la alegría y generosidad de los católicos mismos. Todo un testimonio. Se mostró la fuerza de los católicos ante todo el poblado… creo que los frutos seguirán creciendo. Y lo espero ansiosamente. Antes de la misa, al grupo de un poco menos de veinte chicos que estaban rezando, les preguntamos quiénes estaban bautizados, y sólo levantaron la mano unos cinco de ellos. A la pregunta por la primera comunión, ya ninguno respondió. Nadie en la capilla, ni los grandes ni los chicos, supieron responder a la pregunta de quién es nuestro Papa, y dónde vive. Pero allí estaban todos esos chicos, muy alegres, y mirando cada gesto del sacerdote en la misa, y rezando el rosario antes de la misa, cantando todos los cantos de la misa o tratando de cantarlos.
Hoy vimos un lugar donde hacia afuera, ante los ojos del mundo, no hay nada. Nadie puede valorar la vida de ese lugar con ojos puramente mundanos. Ni sensiblemente atractivo, porque en verdad no hay nada, ni árboles, ni sombra, ni la iglesia terminada… hoy hasta experimentamos el viento de la época de sequía, y el calor. Pero he visto una alegría verdadera, justamente por eso, porque no se debía a nada material. Una felicidad de verdad, expresada hasta con el cuerpo, con los bailes, y los “vigelegeles”… los tendrían que escuchar y ver para darse cuenta de lo que les quiero decir. Los que habían llegado atraídos por tanto alboroto quedaron descolocados, ellos ciertamente que no podían entender esta alegría.
¿Porqué estaban tan alegres? Porque tenían iglesia para rezar, y porque saben que son parte de la Iglesia Católica. Pueden ver también una iglesia con gran futuro, sobre todo porque se los ve muy jóvenes, muchos chicos, y con mucho entusiasmo. Yo pensaba en el líder, Leonard, que el año pasado era pagano… justo un año antes.
El catequista les habló, y les dijo que estaban haciendo historia… historia de la aldea. Recordarán ese día por siempre… y lo contarán a los que vengan después, el día que comenzaron a construir su iglesia. Como hoy es el día de San Ignacio de Loyola, les propuse que así se llamara la nueva capilla, y les pareció muy bien.
Luego, almorzamos por segunda vez, y emprendimos el regreso a la parroquia por un camino muy polvoriento… una densa nube de polvo íbamos dejando detrás nuestro. En la aldea, todos revolucionados, preguntando qué pasaba. Hasta se juntó un gran grupo de niños en la puerta de la casa donde estuvimos comiendo, porque querían ver a los “wazungu” (hombres blancos).
Hoy recorrimos 55 km de camino muy malo en muchas partes… y llegamos cubiertos de tierra. Pero el comentario de los mismos norteamericanos era justamente sobre la alegría que habían visto en ese grupo de cristianos, en un lugar tan alejado de todo y con cosas tan sencillas.
Dios quiera que sigan abundando los frutos por estos lados, creciendo en calidad, y llegando los paganos para ser enseñados y bautizados. La mies es abundante y está lista para la cosecha.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.
¿Porqué estaban tan alegres? Porque tenían iglesia para rezar, y porque saben que son parte de la Iglesia Católica. Pueden ver también una iglesia con gran futuro, sobre todo porque se los ve muy jóvenes, muchos chicos, y con mucho entusiasmo. Yo pensaba en el líder, Leonard, que el año pasado era pagano… justo un año antes.
El catequista les habló, y les dijo que estaban haciendo historia… historia de la aldea. Recordarán ese día por siempre… y lo contarán a los que vengan después, el día que comenzaron a construir su iglesia. Como hoy es el día de San Ignacio de Loyola, les propuse que así se llamara la nueva capilla, y les pareció muy bien.
Luego, almorzamos por segunda vez, y emprendimos el regreso a la parroquia por un camino muy polvoriento… una densa nube de polvo íbamos dejando detrás nuestro. En la aldea, todos revolucionados, preguntando qué pasaba. Hasta se juntó un gran grupo de niños en la puerta de la casa donde estuvimos comiendo, porque querían ver a los “wazungu” (hombres blancos).
Hoy recorrimos 55 km de camino muy malo en muchas partes… y llegamos cubiertos de tierra. Pero el comentario de los mismos norteamericanos era justamente sobre la alegría que habían visto en ese grupo de cristianos, en un lugar tan alejado de todo y con cosas tan sencillas.
Dios quiera que sigan abundando los frutos por estos lados, creciendo en calidad, y llegando los paganos para ser enseñados y bautizados. La mies es abundante y está lista para la cosecha.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.
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