miércoles, 23 de septiembre de 2015

CAMPAMENTO DEL ESTUDIANTE 2015

Un año más, misma fecha, mismo lugar, misma emoción...pero una nueva experiencia...

Uno puede pensar, cuando algún joven   le cuenta sobre el Campamento del Estudiante (al que asistió dos o tres veces), que debe ser un poco aburrido realizar por segunda o tercera vez las mismas actividades en los mismos lugares. Pensará “con una vez basta.” Sí, uno puede pensar eso, pero eso al joven… ¡no le importa!
No le importa porque sabe que nunca, nunca, un campamento “sucede del mismo modo dos veces”. Y este año, sucedió (al menos para mí), del siguiente modo:

Día viernes dieciocho de septiembre, después de todo el ajetreo nervioso de la mañana, al fin me encuentro junto a otros campamentistas mendocinos en la terminal de ómnibus de Tupungato. Ya se empezaba a sentir ese olor a campamento. Segundos más tarde, la conocida trafic blanca nos transportaba hasta el lugar deseado desde hacía 361 días (desde que terminó en campamento 2014).

Y allí estaba entonces el querido Regimiento de Infantería, nuestro RIM 11, si se me permite. Comienzan los ojos inquietos a buscar caras conocidas que no tardan en encontrar por montones. ¡Y a saludar se ha dicho! (Es gracioso como comienza uno hablando en su propio y sano idioma, y como luego se le va mezclando con otras “lenguas”, para terminar hablando una especie de tucumano-porteño-salteño-santiagueñado, con un toque de chileno.)

Mi color de pañuelo distintivo es el rojo, mis bolsos están en la cuadra, ya estoy completamente instalada. Entonces, el famoso megáfono nos congrega a todos en la plaza principal, y dice con su voz potente lo que estábamos esperando: “¡Damos inicio la campamento de estudiantes 2015!” Una ola de aplausos y hurras recibe la exclamación. A continuación se revelan los nombres de los equipos, los Santos Patronos de cada color: San Luis Gonzaga para el rojo, San Gabriel de la Dolorosa para el naranja, Santo Domingo Sabio para el verde y Beato Pier Giorgio Frassati para el equipo azul. Más hurras y comienzan las hinchadas. Luego se designas los jefes y subjefes de cada equipo. Y finalmente comienzan las competencias.

Se tiene todas las pilas, asique en estas primeras competencias con juegos tales como “perro a su cucha” o el “gusanito” se pone todo para ganar. Se escuchan las hinchadas de cada Santo, pero por sobre todo, las carcajadas. Después de un largo rato divertido, se nos anuncia que podíamos, si lo deseábamos, ir a ducharnos… Y bueno, yo no lo “deseaba”.

Va oscureciendo. Se nos congrega para rezar el rosario en procesión, precedidos por la Santísima Virgen de los Jóvenes, hermosa y sonriente delante nuestro. A continuación, la Santa Misa. Y para finalizar el día, mientras cenábamos unos ricos panchos, fuimos público de un gracioso sketch de los padres, que nos mantuvo a todos tentados mientras duró (y un rato más).

Sábado 19, día de deportes. Levantarse tempranito, rezar las oraciones matutinas, asistir a la Santa Misa, tomar un buen desayuno, y ¡a competir!

Nos dividieron en mujeres y varones, grandes y medianos. Y por tiempos, estos cuatro grupos tuvieron que ir realizando cada una de las distintas competencias: vóley, fútbol, hándbol, carreras de 100 y 400 metros, el querido “quemado”, la temida “carrera con obstáculos.” Y mientras tanto, el Santísimo, expuesto, recibía nuestras visitas.

Luego, las necesarias duchas. Más tarde, la procesión, esta vez de Corpus Christi, es decir que ahora no sólo nos precedía la S. Virgen, sino que también iba, allí, delante de todos, nuestro Señor Jesucristo, dándonos su Bendición.

Y cerrando este día, después de cenar unas verdaderamente deliciosas pizzetas, pudimos al fin ver la película, como digo “LA PELÍCULA”, con mayúsculas, ya que cada año los Seminaristas estrenan una. Y este año nos dieron a conocer “La vuelta al mundo en 80 días”, con la que no pudimos dejar de reírnos, y creo que por ello, salimos todos con dolor de panza.

Tras las Buenas Noches tradicionales de Don Bosco, la canción a la Virgen, las oraciones de la noche y la Bendición, fuimos a descansar, esperando ansiosos el próximo día.

Domingo 20, vísperas del día del estudiante, día de escalada a la montaña. ¡¡Sí!! ¡Hurra!

El día anterior ya se habían anunciado los diferentes cerros y salidas que iban a hacerse este año, y según el grado de dificultad y nuestras posibilidades, habíamos elegido entonces entre estas salidas a cuál queríamos ir. Yo, por mi parte, cuando escuché que en la salida al Cajón de los Arenales iba a haber mucha nieve, no lo dudé y corrí a anotarme en su lista. El Cerro Colorado y el Cerro de la Cruz esperarían para otro año.

Así pues, esta mañana de domingo me levanté temprano, me abrigué con todo lo que había llevado, y bien provista de mochila, agua y unos buenos sándwiches de milanesa, me subí a la camioneta que habría de llevarnos hasta el puesto militar, y a partir de ahí, a caminar.

Cantábamos alegres al principio, luego el cansancio nos hizo callar, pero el espíritu era el mismo. Nuestra salida era bastante fácil al comienzo, su dificultad comenzaba cuando debíamos ascender por una empinada, formada por las piedras de un derrumbe, muchas de las cuales estaban flojas, y otras tantas resbalosas a causa de la nieve. Y tras ese ascenso, otro, sólo que esta vez la nieve ocupaba el mayor terreno. ¡Era fantástico! Ya quedaba poco, un tanto más y, ¡al fin!, nos hallábamos en el Cajón, con una vista espl
éndida donde quiera que miráramos. 

Descansábamos un poco, un viento helado, que recién se hizo notar al llegar, nos sacudía. Se decidió, pues, descender un poco, para que dicho viento no nos molestase y pudiéramos tener la Misa anhelada más abajo. Pero al bajar otro inconveniente surgió: comenzó a nevar, y por más divertida que fuese la situación, era peligroso permanecer allí ya que podía caer la tormenta que el cielo anunciaba. Se dispuso, entonces, descender aún más, pero la situación volvió a repetirse, y se terminó postergando la Misa de precepto para la vuelta al campamento.

Se descendió al fin, y se volvió al campamento, cansados pero contentos. Al llegar tuvimos Misa, y más tarde la procesión. Mientras cenábamos, rato después, volvimos a tener ocasión de reírnos a carcajadas con una nueva puesta en escena de los padres.

Día último, 21 de septiembre. Por fin, ¡día del estudiante!

Junto con la alegría, se mezclaba un poco de tristeza, ¡faltaba tan poquito! Desayunamos generosamente, preparamos los bolsos. Luego tuvo lugar la Misa de cierre, a la que también asistieron algunos padres que llegaban temprano a buscar a sus hijos desaparecidos hacía cuatro días.

Después un rico almuerzo, y en el fogón se descubrió al fin qué equipo había quedado en cada puesto. Y resultó que en primer lugar salió el equipo naranja, segundo el equipo azul, y empatando en el tercer puesto los equipos rojo y verde. El festejo fue grande (es especial de parte del equipo color naranja). Se repartieron los premios.


Y se comenzó a decir adiós, “¡hasta el próximo año!” obviamente. Me pregunto qué tan genialmente diferente será el Campamento 2016…

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