Ejercicios Espirituales Al desierto…
P. Gustavo Lombardo, IVE2 enero, 2015Ejercicios Espirituales
Al límite del horario escribo a mano alzada este post en orden a “despedirme” por un mes del ciberespacio, para internarme en ese “milagro” del que hablábamos casi un año atrás[1]: los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.
Estaremos en esta palestra 8 sacerdotes, 19 novicios y 1 laico (¡como para que nos encomienden!).
Hacer Ejercicios es como ir al desierto… El llamado a este inhóspito sitio resuena a lo largo de la historia de la salvación. En el desierto Israel encontró por primera vez a Dios, allí fue Moisés conduciendo sus rebaños, y en una zarza ardiente se le apareció el Señor. En el desierto habitaba Yahvé y en el Sinaí reveló su Alianza. Y cuando Israel traiciona al divino esposo, dice Oseas que una vez más Yahvé conducirá allí a su pueblo, personificado en los rasgos de su esposa infiel: La seduciré y la llevaré al desierto y le hablaré al corazón (Os 2,16).
Pero el desierto no es sólo el lugar donde se encuentra a Dios. Es también el teatro de las tentaciones más terribles y el habitáculo del demonio. El primer castigo de Dios por la desobediencia del Paraíso es precisamente la maldición del suelo que en adelante no producirá sino espinas y abrojos: la aridez del desierto es una consecuencia del pecado del hombre. E incluso la travesía del pueblo por el desierto de serpientes de fuego y escorpiones, tierra árida y sin aguas. También en el Nuevo Testamento el desierto conserva este significado terrible de habitáculo del demonio: Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, discurre por lugares áridos, buscando reposo, y no lo halla. (Mt 12,43)
¿Cómo conciliar estas dos significaciones tan diversas del desierto: tierra de esponsales divinos con el hombre y suelo de maldición, Dios y demonio?
El desierto es el lugar donde se libra el gran combate entre Dios y satanás. Por eso en el desierto fue tentado Cristo. Y por eso el anacoreta iría al desierto: para entrar en el escenario de esta lucha, participando en el combate contra las fuerzas del mal. Es por esto que San Ignacio en los Ejercicios duda si el ejercitante está haciendo lo que debe hacer cuando no sufre tanto consolaciones como desolaciones, es decir cuando ni Dios lo visita de manera especial, ni el demonio lo tienta de particular forma.
En definitiva: dejar todo para estar un mes en silencio, penitencia y oración sin duda que atrae las más hermosas bendiciones divinas, y por supuesto que el enemigo no estará contento con esto y hará lo imposible para impedir los frutos… de ahí aquello de Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba.(Eco 2,1). Lo interesante es que el demonio, si lo resistimos con la fuerza de Dios, no hace otra cosa que cooperar para nuestro bien, como dice Santo Tomás:
“La providencia divina conduce al hombre a su fin de dos maneras. Directamente, llevándolo al bien o alejándolo del mal, lo que se hace por el ministerio de los ángeles buenos. Indirectamente, ejercitándolo a la lucha, contrariándolo en el querer hacer el bien. Convenía que esta segunda manera de procurar el bien del hombre se confiase a los ángeles malos, para que ellos, después del pecado, no fueran del todo inútiles al orden del universo”[2].
Comienzo con la esperanza de lo que le dijo Nuestro Señor a Santa Faustina: “hija mía, te estoy preparando muchas gracias que recibirás durante los ejercicios”. ¿Por qué esas esperanzas? Porque Dios es Dios y nada más. …¡Ah, sí! algo más: porque María es María… ¡qué mejor que empezar los Ejercicios en el mismo día en que celebramos a la Madre de Dios, que no puede mirarnos sino con maternales ojos y ante cuyos ruegos no hay posibilidad de una negativa Divina!
Nos ponemos, entonces, en manos de María, llamada por San Juan Pablo II “Maestra sabia de los Ejercicios Espirituales”.
¡¡Por supuesto que también estarán en mis oraciones!!
(si dejan algún comentario un sacerdote amigo los publicará)
P. Gustavo
[1] ¡Un milagro en treinta días… seis veces! Terminaba el post pidiendo oraciones para poder hacer los Ejercicios Espirituales este año, así que ¡muchísimas gracias a quienes rezaron!
[2] S. Th., I, q. 64, a. 4.
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