martes, 19 de julio de 2016

El Sagrado Corazón nos está bendiciendo

Montefiascone, Italia, 19 de julio de 2016.

Hace mucho que no les escribía, y les confieso que tuve que mirar las fotos para recordar bien lo que deseo contarles. Me imagino que la primer sorpresa para ustedes será leer que estoy escribiendo desde Italia. En este momento me encuentro participando del VII Capítulo General de mi congregación, y esta es además la razón de mi demora para ponerme en contacto por este medio, ya que estamos con mucho trabajo entre reuniones y comisiones. También podré contarles más delante sobre de esta actividad, pero cada cosa a su tiempo, porque hay cosas de la misión que se me han quedado en el tintero, y sé que los que leen estas crónicas, están ávidos de noticias de nuestro querido Ushetu.
En la crónica anterior les dejé por la mitad el relato de la visita del P. Martelli y del P. Serio Pérez a nuestra misión, ahora retomo. Luego de los preciosos días en Sanzíbar, llegamos a nuestra parroquia para una breve estadía de cinco días. Puedo contarles dos hechos destacados: la fiesta del Sagrado Corazón y la visita a la aldea de Miluli, en el sur de nuestra misión.
De la fiesta del Sagrado Corazón puedo contarles, pero hablarán mejor las fotos que espero puedan ver. Los que sean lectores de estas historias, recordarán lo que he contado años anteriores al llegar al mes de junio, el mes del sagrado Corazón. Este grupo de oración y cofrades ha ido en notable crecimiento en nuestra parroquia. Ellos están presentes en todas las parroquias de la diócesis y si no me equivoco, también en todo Tanzania. Esta devoción me imagino que se ha difundido mucho gracias a la acción de los Padres Blancos, misioneros de origen francés principalmente. Sumado a esto la connaturalidad del africano a esta devoción, como nos lo enseñan los misioneros, y lo vemos nosotros corroborado en los hechos. Lo que sucede es que en la mayoría de las parroquias este grupo es pequeño, y en su normalmente formados por ancianos. Gracias a la acción de nuestro tan conocido catequista Filipo, muy devoto del Sagrado Corazón, la devoción en nuestra parroquia ha crecido mucho, y sigue en notable aumento. Yo trato de apoyarlo lo más posible, porque es una devoción importantísima, y esta devoción irá elevando el nivel espiritual de los fieles. Lo que pudimos insistir es que en cada aldea de la parroquia comience a funcionar este grupo.
Principalmente se deben reunir todos los viernes para rezar, cantar, y seguir un libro de devoción que está muy simple y bien desarrollado a la vez. Luego, los primeros viernes de cada mes hacen un día de retiro en nuestro centro, con adoración, rosario, misa, y meditaciones. Lo admirable es que en algunas aldeas a prendido muy bien la devoción, luego de que Filipo fuera para reunirlos y explicarles, inmediatamente comenzaron. Así fue que este año ingresaron oficialmente más de cincuenta personas, en la fiesta del Sagrado Corazón. Admira también que muchos de ellos vienen de aldeas muy lejanas, los de más lejos vinieron de Nonwe, a 40 kilómetros de distancia. Los que pueden pagar, vienen en transporte público, pero otros que vienen de 20 kilómetros, o menos, pero vienen en bicicleta o simplemente a pie. Si vieran ustedes a muchas señoras mayores, y a otras llevando en la espalda a sus niños, llegar en bicicleta, se cuestionarían mucho sobre la propia devoción… que tantas veces hacemos poco y nada para mostrar nuestro amor a Dios. Es sorprendente de verdad por parte de estas personas, muchas de las cuales, vienen del paganismo. ¡Cuánto amor debe haber allí! Creo que no está de más decirles que cuando vienen de lejos, vienen el día anterior, y las comodidades de alojamiento que tenemos son muy pobres… duermen en el piso, y cocinan la comida que ellos mismos traen, comida muy simple.
Esta vez eran más de cien, y la misa de la fiesta y oficialización estuvo hermosa, vestida de color rojo y mucha alegría. Los padres Emanuel y Sergio estaban sorprendidos y muy contentos de participar. Al final de la misa repetimos lo que comenzamos a hacer el año anterior: consagramos la parroquia al Sagrado Corazón. Yo leí la fórmula en nombre de la parroquia entera, por ser el párroco, pero se arrodillaron junto a mí el líder de la parroquia, el de la aldea, y luego un representante de cada grupo: de las hermanas, los jóvenes, niños, monaguillos, el coro, los hombres, las mujeres, el coro, Legión de María y los empleados… un acto muy sencillo pero a la vez muy solemne. El Sagrado Corazón nos está bendiciendo. Después de la misa, el intento de sacarnos una foto todos juntos, empresa casi imposible, porque todos querían estar adelante. Ellos mismos prepararon los festejos, y comimos debajo del gran árbol de mangos que nos cobija bajo su generosa sombra. ¡Vean las fotos!





Les cuento ahora brevemente sobre nuestra visita a la aldea de Miluli, en el extremo sur de la misión. Estamos a casi 40 kilómetros de allí. Es mi interés, cuando viene alguien de visita, llevarlo a las aldeas más lejanas, para que de esa manera pueda llevarse una idea lo más real posible de nuestra misión. Miluli está lejos, y esa zona es poco atendida por nosotros, sobre todo en época de lluvias, porque debemos cruzar un río, y los caminos están malísimos, por enésima vez lo digo. Esta zona está muy llena de paganos, y gente que nos mira con admiración al atravesar los pequeños poblados. Un grupo de niños que estaban sacando agua en un pozo, cuando nos detuvimos con la camioneta para saludarlos y darles unos caramelos, se asustaron un poco, algunos no nos hablaban, y sólo algunos quisieron recibir el regalo. Después pasamos y visitamos algunas aldeas que están en el camino, pero casi sin demorarnos, porque la jornada era larga. Pasamos por Mkwangulwa, luego Makuba (donde no tenemos ni capilla ni catequista), de allí a Itumbo y Mwendakulima, hasta llegar a Miluli. Es muy lindo llegar a este lugar, ya que tienen la tradición de esperarnos con la gente cantando. El catequista Petro es muy bueno, y se esfuerza mucho por atender dos aldeas, y buscar otros que quieran ayudar como catequistas. Luego de recibir con cantos a los visitantes, tuvimos el desayuno, y yo me puse a confesar mientras padres y hermanas jugaban con los niños. Las hermanas era la primera vez que venían a esta aldea, y la gente mostró mucho su alegría. No quiero entrar en detalles, sólo en pocas palabras les cuento que los padres llevaron medallas de regalo para todos, y las hermanas una pequeña torta… otra vez, era la primera vez que veían los niños una torta. Era una torta pequeña, un bizcochuelo, pero la alegría de todos era increíble. En las fotos podrán verlos cuando traían la torta bailando y saltando… ¡le agregaron el condimento de la tierra! Todos recibieron un bocado, literalmente. Son felices con cosas tan pequeñas, saben gozar con cada cosita que les da Dios, y son agradecidos. Yo tuve que ir a ver una abuelita enferma, pero me llevaron en motocicleta, porque había una simple senda muy pequeña. Apuramos un poco el regreso, para no llegar de noche, pero ellos, como siempre, sobre todo los líderes y catequistas, insisten en que nos quedemos charlando largo y tendido luego de la comida al fresco de la casita de adobe.




Una simple anécdota que recuerdo ahora, fue que cuando entrábamos a la misa, ya en la procesión de entrada, había una señora al costado de la capillita, que se había acercado al sentir el bullicio de los niños jugando. Yo les pregunté a los catequistas si la conocían, y nadie sabía quién era, porque era la primera vez que venía. La invitaron a que entre a la capilla, y se quedó toda la misa sentada al fondo, mirando, escuchando, participando a su manera. El catequista la invitó después de la misa a que vaya a catecismo y si bien “del dicho al hecho hay mucho trecho”, aceptó y dijo que vendría.
Estas aldeas están muy necesitadas. Yo sigo encomendándolas a vuestras oraciones. 
Dios los bendiga, y ¡Firmes en la brecha!







P. Diego Cano, IVE

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