jueves, 7 de febrero de 2013

¿Qué es la Vocación?


Dentro del plan de Dios, que conduce todas las cosas y especialmente al hombre de modo libre hacia el fin, hay distintos llamados o vocaciones. “La palabra vocación cualifica muy bien las relaciones de Dios con cada ser humano en la libertad del amor, porque «cada vida es vocación»”.

Tres son los llamados principales, a saber:

  • El llamado a ser, a la existencia: Nos es común con todo lo que existe: pájaros, plantas, astros, flores, peces, estrellas, etc. Este llamado es el paso del no-ser al ser.    
  • El llamado a la santidad, a la vida eterna: Nos es común con todos los hombres, porque Dios... quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4). Esta llamada es el paso del pecado a la gracia. Muchos no descubren su vocación porque todavía no han dicho que sí a esta segundo llamado, no se han decididos a ser santos.
  • El llamado a un estado de vida: por el cual a unos llama al matrimonio y a unos otros a la vida consagrada. Esta llamada es el paso a una vida de perfección.

El llamado a la vida consagrada es un acto de misterioso amor de predilección por parte de Jesús hacia un alma a la cual Él llama al sacerdocio o a la vida religiosa.

     - Esencialmente es un acto de amor. Lo dice el Evangelio cuando habla del joven que asegura al Maestro Divino el haber observado siempre los Mandamientos, pero que con todo siente que todavía le falta algo. Entonces, dice San Lucas, el Salvador “lo miró y lo amó”, posó sobre él su mirada, mirada divina, escrutadora y creadora, y en aquella mirada puso todo su Corazón. 
Fue una mirada de amor... Nos recuerda un poco a aquella otra frase del Evangelio, a propósito de otro llamamiento: "Miró la humildad de su esclava". 
     - Es un acto de amor misterioso, porque siempre será verdad que nadie sabe por qué Jesús llama a este joven más bien que a aquel otro. No son los méritos o la bondad del individuo los que determinan su llamamiento; depende únicamente de la libre elección hecha por el Redentor. "No me elegisteis vosotros a mí, sino yo"… Sólo Él obra en este negocio; Él llama a quien quiere y porque quiere
     - El que es llamado, pues, es un elegido, un predilecto, un privilegiado. Para él está preparado el trato de una intimidad divina con el Redentor. El se pondrá a Sí mismo en sus manos, obedecerá a su palabra, le confiará lo que le es más querido: las almas.

¡Qué tonto fue el joven del Evangelio en no aceptar aquel acto de predilección! Y todo... porque poseía muchas riquezas. No importa si quizá pecó o no rechazando la propuesta; lo que Sí es cierto es que lo perdió todo, se quedó siendo uno de tantos y por añadidura se fue con la tristeza: ¡se alejó triste!

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