martes, 25 de marzo de 2014

Apostolado en el mundo del Rugby

Testimonios de laicos y religiosos del Club Juventud Frassati 

Queridos todos:

Esto no es una crónica propiamente dicha sino un rejunte de testimonios acerca del apostolado que se está haciendo en el “mundo del rugby”, gracias a la presencia en el mismo del club Juventud Frassati de San Rafael (Mendoza)… testimonios de religiosos y laicos respecto a diversos aspectos de este apostolado… y algunas fotos.

*En las fotos verán al equipo con remera verde (primeras fotos)…pero actualmente la casaca es celeste y negra (la definitiva y oficial)


TESTIMONIO DEL CAPELLÁN DEL CLUB
Sobre la participación en un "Campeonato de Seven"

El domingo 1/diciembre/2013 fuimos con el equipo de Juventud Frassati a jugar un “seven” al club Teqüé (en Mendoza).

Llegamos a la final de la copa de Oro… que perdimos 15-7. Igual estuvo muy bueno haber llegado a esa instancia (Perdimos el primer partido, ganamos 4 partidos y luego perdimos la final…)

Personalmente, como sacerdote, para mí fue de muchísimo fruto… enumero cosas que pasaron: en el acto inicial me pidieron que pasara a decir algunas palabras y hacer una oración… me tuvieron que llamar porque no me ubicaban (ya estaba cambiado para el partido, con la casaca celeste y negra de Frassati)… aproveché e hicimos un responso por un chico de 17 años que había fallecido el fin de semana anterior (por lo cual se había pospuesto el encuentro)… y bendije una copa nuevita, que se empieza a dar de desde este año al encuentro de veteranos. Mucha gente se acercó a agradecerme por estar en el encuentro… me contaban cosas de sus vidas, me preguntaban por la congregación, por nuestro trabajo, por el apostolado del club. Conocí a un personaje del rugby en Teqüé, el fundador (“Pajo”)… un viejito espectacular, que estaba feliz de ver una sotana en su club… fundado hacía ya 40 años… y me decía que ojalá hubiera más sotanas en estos encuentros. Muchos me dijeron: “Qué bueno que la Iglesia viene a trabajar con el rugby”… yo me reía… pero también algunos me destacaron que en años y años que llevaban en el rugby nunca había visto un sacerdote en las canchas (no se referían que jugase sino a la presencia). Pude hacer amistad con jugadores, entrenadores y árbitros. Un árbitro (que va a partidos en Chile y Argentina) me pidió dos fotos: una como jugador y otra como religioso… estaba feliz… me comentaba que tiene un tío sacerdote y una prima monja… les iba a mandar las fotos. Pude hacer apostolado con los papás del chico fallecido de Teqüé, les dije que había rezado por su hijo, y que no dejaran de encomendarse a Dios… me escucharon todo lo que les decía. Pude regalar estampas de Pier Giorgio Frassati y de Juan Pablo II (con reliquia) a algunas personas en particular: al fundador de Teqüé, a estos papás, a un árbitro muy bueno que se ha hecho muy amigo de nosotros (debe tener 29 años) y que tiene muy buen nivel, y a otros. No está de más recordar las conversaciones y consejos que se fueron dando (durante todo el día) referidos a temas como: casarse, tomar la comunión, la confesión, el deporte como apostolado, las palabras del Papa Francisco, etc, etc, etc.

Todo esto que les nombro lo veían los jóvenes de nuestro club… que a veces te comentan esas cosas… y ven lo que significa la presencia religiosa.

En definitiva le agradezco a Dios lo que se puede hacer… y que tenga la posibilidad todavía de poder estar con el queridísimo club “Juventud Frassati”.

P. Francisco Muñoz, IVE



TESTIMONIO DE UN SEMINARISTA (AHORA SACERDOTE)
(P. Federico … “emigrado” desde el apostolado en el club a Taiwán)

Siendo Misionero en Extremo Oriente, me gozo en recordar mis vivencias apostólicas en nuestro glorioso Club “Juventud Frassati”, Club Católico y Militante… y no solo católico de nombre, sino orgullosamente Católico, para la mayor Gloria de Dios. ¡Un Club Confesional! Confesional por gracia de Dios.

Salvo unos pocos años, toda mi vida jugué al Rugby hasta que entré al Seminario para ser Misionero. Creía que la entrada a la Vida Religiosa iba a ser el fin de mi vida rugbística, pero no fue así ya que Dios tenía preparada una gran sorpresa. Siendo seminarista, la Comisión del Club Juventud Frassati pidió al Seminario que –además del Capellán- otro religioso ayude espiritualmente al Club y, como yo jugaba al Rugby, me llamaron y, desde entonces, uno de mis apostolados estables fue ir a los entrenamientos, partidos y reuniones del Club para tratar de prolongar la Encarnación del Verbo en el mundo del Rugby.

Dios me pedía sembrar y sembrar en los inicios, que no suelen ser fáciles. De hecho, muchas veces sufrí yendo a entrenamientos donde éramos 4 personas, otra vez padecí organizando un seven donde faltaron casi todos los nuestros y muchas veces pené viendo que los resultados eran puras derrotas… Es que la cosa recién empezaba entonces… Pero, poco a poco, gracias al esfuerzo de una minoría generosa y sobre todo a la Bendición divina y la ayuda de nuestro Patrono, nuestro amado Club empezó a crecer y así se fueron cumpliendo etapas de un modo muy veloz: inauguración de la cancha, conformación del equipo competitivo, primera Gira internacional, obtención de trofeos -ante todo el segundo puesto en el Torneo Desarrollo- y el reciente ascenso a la liga del Torneo Vendimia… A mí me tocó ver más bien los inicios y algo de lo demás…

Ahora bien, no me quiero ir por las ramas. De mi empeño apostólico en el Club, destaco un haz de puntos especialmente trascendentes para mí. Pude participar en la organización de la primera Gira Internacional del Club, que fue en Chile, donde pudimos hacer apostolado con mucha gente alejada de la práctica de la Fe. La tercera Misa que presidí en mi vida (¡fue al otro día de ser ordenado Sacerdote!) fue bajo las haches, en la cancha nº 1 de nuestro Club, donde prediqué sobre el carácter apostólico de nuestro Club y le di la Primera Comunión a una hija del Presidente del Club. Pude dar consejos espirituales, a los jugadores y demás miembros del Club, a tiempo y a destiempo, –para que se unan más a nuestro Señor Jesucristo-. Por otra parte, pude hacer apostolado con el Tati Phelan (¡ni más ni menos!) cuando era aún el coach de Los Pumas. Pude ser instrumento para que él filme un spot publicitando nuestro Club y le pude dar algunas imágenes sacras y entrevistarlo con fines apostólicos. Además, pude vivir el mandato paulino de “hacerse todo con todos” jugando al Rubgy varios partidos, sangrando y transpirando, tackleando y golpeándome, ¡y aun lesionándome!… con el solo fin de acercar más a los demás al amor de Cristo, que por nosotros murió en Cruz.

Ciertamente lo que más me motivó a hacer apostolado en el club fueron dos cosas. Primero, el poder tratar de fomentar en los jóvenes el deseo de una vida virtuosa y santa y, segundo, el poder cooperar de modo concreto y fecundo a la restauración de la Santa Cristiandad, al trabajar en la formación de Cuerpos Intermedios al servicio de Cristo Rey en la vida pública de nuestra Patria.

Las alegrías abundaron y se sustentaron en el espíritu de sacrificio, que, creo, es la columna vertebral del espíritu del Rugby y lo que lo hace tan atractivo para las almas más nobles. Alegrías, cuales añadiduras evangélicas, fueron muchas: la alegría de hacerme grandes Amigos (¡y Amigos con mayúscula como suelen ser los del Rugby!), la alegría de rezar en equipo antes de jugar y de frente a contrincantes e hinchada que jamás habían visto algo así; la alegría de misionar tackleando bien abajo; la alegría de hacer apostolado en un tercer tiempo tomando una buena cerveza, la alegría de sacarme la sotana junto a la cancha para reemplazar a un jugador herido, la alegría de haber sido nombrado socio vitalicio –siendo aún un joven-, la alegría de poder hacer un apostolado que muestra claramente que los cristianos no debemos ser unas “momias de museo” sino valientes Soldados de Cristo que saben vivir la vida “a lo grande, a la tremenda” como quería Anzoátegui.

“¡Frassati es tackle!”
¡Viva el Club!
¡Viva Cristo Rey!

P. Federico, IVE




TESTIMONIO DE UN ENTRENADOR
Daniel Morandini

Desde que empezamos en 2010 con esta aventura de enseñar rugby no paro de sorprenderme de los avances que hemos ido logrando con trabajo y esfuerzo sin ninguna duda.

Cuando me propusieron esto, no dudé nunca porque soy un apasionado del rugby, y lo que más me seducía era que no estábamos haciendo un “Club de Rugby”, sino un club en el que el rugby es una actividad más de todas las que se pueden ir desarrollando, pero que a través del deporte íbamos a ayudar en la evangelización.

Y nos pusimos a trabajar...

Y los frutos se fueron viendo rápidamente, en muy poco tiempo ya teníamos un equipo con el que comenzamos a competir informalmente, y al año siguiente ya estábamos compitiendo en los Torneos organizados por la U.R.C. (Unión de Rugby de Cuyo)

En el año 2013, fue el del verdadero reconocimiento por parte de todos los demás clubes y organizaciones hacia nuestro Club.

Y lo mejor de todo ha sido el haber marcado una diferencia con respecto a los clubes tradicionales de Rugby de la Provincia (y de fuera de la provincia también), y que se trata de respetar los valores que enseña este deporte pero con el adicional de estar acompañados siempre por un seminarista o un sacerdote (en nuestro caso capellán y jugador) que los potencian y educan en virtudes a todos aquellos que tenemos fe, y también a quienes a lo mejor no la tienen tanto, y con su solo ejemplo de dedicación hacen que cada vez haya más chicos que quieran pertenecer a nuestro club Juventud Frassati.

El 2013 ha sido un año de logros deportivos, llegamos a la final de un campeonato oficial, en la que no pudimos ganar, pero que dejó una gran integración por parte de muchos que nos fueron a ver jugar y que vieron que en un deporte de contacto como este no hay enemigos sino adversarios que después comparten el tercer tiempo y se hacen amigos.

Fue realmente impactante ver ese día la enorme cantidad de familias que estuvieron, la hinchada que armaron los chicos de juveniles e infantiles… a la que se sumó un grupo grande seminaristas. Fue realmente muy emocionante.

Los elogios que recibimos fueron muchos y nadie se fijó en el resultado, y eso es lo que marca que estamos en el buen camino, siempre escuchamos el reconocimiento al esfuerzo, la educación y disciplina por parte de los jugadores, y siempre hay un párrafo aparte para los “curitas” que forman parte de todo esto y que han demostrado que no solo tienen coraje sino que además transmiten alegría.

Y este año también hubo algo que llenó de gozo hasta a los más escépticos, un jugador fundador de esto y de importante predicamento en el grupo, sintió el llamado de Dios y despertó su vocación de servirlo, y esto lo hemos tomado como una señal más de que estamos en un camino correcto.

La única división juvenil con la que empezamos el año también se alzó con un trofeo nacional de Rugby social, organizado por una Fundación que se llama “Botines Solidarios”, y también participamos con esos chicos en otro encuentro que se realizó en la Ciudad de Mendoza.-

Lamentablemente esos chicos no pudieron tener una participación permanente en la Unión de Rugby de Cuyo por problemas de política deportiva, pero esas adversidades son las que nos van fortaleciendo, porque varios de ellos siguen en el club y el año próximo ya van a ser parte del plantel superior.

Los entrenadores nos hemos sentido muy a gusto en todo este año, y hemos lidiado con las cuestiones propias de la organización deportiva, con algunas falta de cumplimiento de los jugadores, y con la escasa infraestructura con la que contamos en el club, pero todo se ha ido superando con esfuerzo, con solidaridad, con compromiso y sobre todo con la ayuda de Dios que nos ha ido permitiendo superar las dificultades.

Seguramente se pueden contar cientos de anécdotas, experiencias vividas y muchas otras cosas, pero lo más importante que hemos rescatado aquellos que llevamos una vida dedicada a este hermoso deporte, es darnos cuenta que todos los valores que siempre pregonamos a todos los que entrenamos, están íntimamente ligados a nuestra fe católica, por eso ahora nos sentimos no sólo entrenadores de rugby si no colaboradores en la educación de chicos y jóvenes en las virtudes.


P. Francisco Muñoz, IVE

lunes, 24 de marzo de 2014

¿Qué nos distingue de ellos?

El valor de la Humildad

Muchas veces he pensado y repensado cuáles son las cosas –o mejor cual es la cosa: virtud, actitud, etc.– que nos distingue de los santos, de aquellos ¡hombres de los que no era digno el mundo! (Heb. 11, 38). A ellos tenemos que imitar y tener siempre como referentes. Comenzando la Cuaresma, tiempo especial de conversión –o sea tiempo especial de búsqueda de la santidad–, fijar más la mirada en ellos es casi una necesidad; teniendo en cuenta aquello de que “los santos no son los que nunca cayeron, sino los que siempre se levantaron”. Buscando entonces “lo distinto”, he querido descubrir algo, de algún modo omni-abarcante, que incluyera en sí todo lo demás.

Inconscientemente había focalizado esta desproporción entre ellos y yo (comienzo a hablar en singular para no hacer cargo al lector de mi falta de virtud) en dos cosas puntuales: la caridad exquisita (sobre todo con los más difíciles o con los enemigos) y, especialmente, el amor a la Cruz, sobre todo cuando ese amor era tal que el sufrimiento se transformaba en gozo. Recuerdo, como si fuera hoy, la especie de shock que me produjo leer por primera vez, en el Noviciado, este tipo de frases:

“Cuando llegues al punto de que la aflicción te es dulce, y te complaces en saborearla por Cristo, bien puedas entonces considerarte dichoso, porque has hallado en verdad el paraíso en la tierra” (Tomás de Kempis).

“El sufrimiento me es desconocido. En él encuentro mi alegría, pues en la cruz se encuentra a Jesús. ¿Y qué importa sufrir cuando se ama?… ¿Qué es el sacrificio, qué es la cruz sino el cielo cuando en ella está Jesucristo?” (Santa Teresa de los Andes, carmelita chilena).

“La cruz es el regalo que Dios hace a sus amigos… Soporté muchas cruces más de las que parecía podría soportar. Me dispuse a pedir el amor a la cruz y entonces fui feliz. Verdaderamente no se encuentra la felicidad sino allí” (San Juan María Vianney).

“¡Tanto es el bien que espero que toda pena me da consuelo!” (San Juan de la Cruz).

Veía –y veo– en este amor y alegría en el dolor, ese infinito poder del Señor, que hace nuevas todas las cosas (Cf. Ap 21,5); sólo Él es capaz de transformar, por amor, lo más aborrecible en lo más amable; lo más evitable en lo más deseable; lo más desdichado, en lo más dichoso; porque sólo Él puede “hacer” a un santo.

Pero así y todo, viendo en este amor gozoso en el dolor un signo inequívoco de santidad, sin embargo, últimamente encontré algo que me parece ser aún más propio de los santos, algo que está a la base de esta “locura de la Cruz”, a la base también de la caridad exquisita y de cualquier otra virtud: me refiero a la humildad.

Los santos han percibido existencialmente su insignificancia, su nada, su incapacidad para toda obra buena, su pecado, sus infidelidades a la acción de Dios, la desproporción entre ellos con las obras que podían hacer y los frutos que producían… y podríamos seguir…

Hay que decirlo, aunque duela: “yo me creo más perfecto que un San Ignacio o un San Francisco Javier –o cualquier otro santo–”. ¡¿Pero cómo decir semejante cosa?! Resulta que de lo contrario yo sería más humilde que ellos y, por tanto, más santo; cosa, a todas luces, imposible.

No hay ninguna duda de cuánto nos sobrepasan los santos en perfección, pero tampoco hay ninguna duda de que ellos tenían una idea de sí mismos, mucho más baja de la que nosotros tenemos de nosotros mismos (vuelvo al plural… hablando de la humildad, ya me pone incómodo tanto “yo”…); y ésta me parece la diferencia raigal, fundamento de todas las demás diferencias que nos distinguen con aquellas obras maestras de Dios.

Como decía, nosotros podemos tener presente esto, meditarlo, escribirlo, incluso creernos que lo vivimos –¡más peligroso aún!–, pero la diferencia con los santos es que ellos vivían esto o, mejor dicho, viven esto –ya que muchos habrá entre nosotros, que aún ni reconocemos–; y lo viven con una claridad, diafanidad, evidencia e indiscutibilidad apabullante, avasallante, extrema…  así como nosotros sabemos que 2 + 2 = 4, así ellos saben lo “nada” que son ante Dios, y lo “nada” que tienen de sí mismos y lo “nada” que pueden sin Su ayuda. ¿Alguien, durante el transcurso del día, medita sobre la verdad de que 2 + 2 son 4? ¿Alguno por ahí se lo repite una y otra vez para no olvidarlo?… así de ilógico es para un santo pensar que algo es, tiene o puede por sí mismo…

Mons. Fulton Sheen decía hermosamente:

“Cuanto mejores nos volvemos, menos conscientes somos de nuestra bondad. Si alguien admite ser un santo, está cerca de ser un demonio. Jean Jacques Rousseau creía que de todos los hombres, él era el más perfecto, pero tenía tantas grietas en su alma que abandonó a sus hijos después de su nacimiento. Cuantos más santos nos volvemos, menos conscientes somos de ser santos. Un niño es simpático, siempre y cuando él no sepa que es simpático. Tan pronto como cree que lo es, se convierte en un niño engreído. La verdadera bondad es inconsciente”.

Y San Francisco de Asís, en un diálogo con el hermano León, comentaba:

“La santidad no es un cumplimiento de sí mismo, ni una plenitud que se da. Es, en primer lugar, un vacío que se descubre, y que se acepta, y que Dios viene a llenar en la medida en que uno se abre a su plenitud. Mira, Hermano León, nuestra nada, si se acepta, se hace el espacio libre en que Dios puede crear todavía. El Señor no se deja arrebatar su gloria por nadie. Él es el Señor, el Único, el Santo. Pero coge al pobre por la mano, le saca de su barro y le hace sentar sobre los príncipes de su pueblo para que vea su gloria”.

Meditando en la parábola del fariseo y el publicano, me sentía cómodo pensando que yo era el publicado arrepentido y humilde, pero leyendo un libro me di cuenta que aunque obre como el publicano, me siento superior, como el fariseo… bue… la única solución es la humildad.

Reconociendo nuestra incapacidad, confiaremos más francamente en el auxilio divino, con toda la paz que eso trae consigo. Escribía San Francisco Javier:

“Una de las cosas que nos da mucha consolación y esperanza muy crecida, que Dios nuestro Señor nos ha de hacer merced, es un entero conoscimiento que de nosotros tenemos, que todas las cosas necesarias para un oficio de manifestar la fe de Jesucristo, vemos que nos faltan; y siendo así que lo que hacemos sólo es por servir a Dios nuestro Señor créscenos siempre esperanza y confianza, que Dios nuestro Señor para su servicio y gloria, nos ha de dar abundantísimamente en su tiempo todo lo necesario”.

El siguiente fragmento pertenece a una carta que escribió San Francisco Javier, antes de partir para oriente, a su misión, de la cual nunca volvió y que, luego de poco más de 11 años, terminó con su vida; notemos como deja claro que espera que Dios lo ilumine por medio de aquellos a quien dirige la carta (San Ignacio y otro jesuita):

“Por amor y servicio de Dios nuestro Señor, os rogamos que nos escribáis para el marzo que viene, cuando partirán las naos de Portugal para la India, muy a largo de las cosas que allá os paresciere, acerca del modo que debemos de tener entre los infieles; porque, dado que la experiencia nos mostrará parte del modo que debemos de tener, esperamos en Dios nuestro Señor que lo demás placerá a su divina Majestad darnos por Vosotros a conoscer de la manera que lo habemos de servir, como lo ha hecho hasta agora, y temiéndonos de lo que suele ser ya muchos acaescer, que, o por descuidos, o por no querer demandar y tomar de otros, suele Dios nuestro Señor negarles muchas cosas, las cuales daría si bajando nuestros entendimientos, pidiésemos ayuda y consejo en lo que habemos de hacer, principalmente a aquellas personas por medio de las cuales ha placido a su divina Majestad darnos a sentir en qué de nosotros se manda servir: os rogamos, Padres, y os suplicamos una y otra vez en el Señor [1Tes 4,1] por aquella nuestra estrechísima amistad en Cristo Jesús, que nos escribáis los avisos y medios para más servir a Dios nuestro Señor, que allá os paresciere que debemos de hacer, pues tanto deseamos la voluntad de Cristo nuestro Señor por vosotros sernos manifestada; y en vuestras oraciones ultra de la acostumbrada memoria, otra más particular os pedimos que tengáis, pues la larga navegación y nueva contratación [trato familiar] de gentiles, con nuestro poco saber, pide más y más favor del acostumbrado”.

Muchas otras cosas se podrían decir sobre los casi infinitos bienes que trae consigo la humildad. Y digo “casi infinitos” porque se trata justamente, como queda dicho de una y otra manera, de dejar obrar al Infinito en nosotros.

Pidamos una y otra vez este gran regalo del cielo, teniendo bien presente lo que le dijo el Señor a los Apóstoles, un poco asustados por las exigencias del Evangelio: Jesús, mirándolos fijamente, dijo: “Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible” (Mt 19,26). Recemos también con el Salmista: "Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos" (Sal 137,8).

Y además de pedir, hagamos lo que esté de nuestra parte… reconocernos soberbios es un buen comienzo.

Quien haya leído algún otro post habrá notado que si el tema no es exclusivamente de la Santísima Virgen, entonces sobre Ella tratan las últimas líneas… ¡Quién me diera una santidad y una pluma digna de tal Reina y Señora! Pero Ella también es Madre y, como tal, mira con dulzura cualquier esfuerzo que hagamos, por insignificante e imperfecto que sea, en orden a que sea más conocida y amada.

Bueno… si en ningún escrito me parece forzado terminar hablando de Ella, muchísimo menos lo considero al hablar de esta virtud que tanto brilló en la esclava del Señor (Lc 1,38). Ella, después de escuchar las alabanzas proferidas por su prima santa Isabel, prorrumpe en un canto que no hace más que atribuir absolutamente todo a su Dios; alaba y engrandece al Señor porque ha mirado su “nada” y porque ha hecho maravillas en su favor:

Y como la humildad no sólo mira a Dios sino que también a los demás, muy acertadas son estas palabras en verso que un poeta pone en labios de María, anhelando vivamente ser la esclava de quien sería la Madre del Mesías:

¡Oh, siglo venturoso,
cumplimiento de tantos de
esperanza y llantos,
término no dudoso,
pues nacerá en tus días
aquella virgen que predijo Isaías!
¡Oh, si han de ser mis ojos
dichosos de mirarla,
aunque para buscarla,
la vida dé en despojos!
Y ¿qué más bien perdida
que por tan alto bien tan dulce vida?
Si de verla llegare
la venturosa hora,
y de ser mi señora
por dicha se dignare,
¿cómo la serviría?
Gloria es pensarlo sólo el alma mía.
¡Oh, como el tierno niño
que de esta virgen bella,
dejándola doncella,
nacerá blanco armiño,
sirviera yo de esclava!
¡Oh, tiempo, pues llegaste, acaba, acaba!


P. Gustavo Lombardo, IVE
Misionero en Chile
www.verbo.ive.org

30º Aniversario de fundación del Instituto del Verbo Encarnado

Hace unos días tuve la gracia de visitar, acompañado por el P. Emanuel Martelli, nuestra misión en Ushetu (Tanzania), donde desde el 2010 trabajan nuestros padres y desde el 2009 se encuentran las Servidoras. Siempre leemos con mucha atención y no menos gusto lo que narran las crónicas que frecuentemente llegan desde esa misión, pero no es lo mismo leer acerca de una misión que estar allí y constatar lo narrado en forma personal.



La misión en Ushetu es una realidad sumamente atractiva para quien se precie de tener vocación misionera. Allí se halla en abundancia lo mejor que uno podría haber soñado para su ministerio pastoral: una cantidad enorme de almas ostensiblemente sedientas de Dios. La parroquia cuenta con unas 100 mil personas, de las cuales 60 mil son católicas, siendo la inmensa mayoría jóvenes y niños (las familias en Tanzania normalmente tienen entre 7 y 15 hijos).

Sin embargo, los números no dicen todo acerca de esta misión. Como digo, lo que más atrae de este lugar tan especial es la apertura y el entusiasmo con que la gente recibe las cosas de Dios. La gente de Ushetu se caracteriza por su constante alegría, su laboriosidad (donde uno fija la vista se ven campos cultivados), su generosidad (dan con gozo, de su pobreza), su talento y gusto por la música, etc. Pero lo que más llama la atención de este pueblo es su fe y receptividad para con los misioneros.


Cuesta irse de un lugar donde la gente, al indicársele que tendrían que esperar un tiempo para la celebración de la Misa (que resultó ser 1 hora de espera) ya que el sacerdote debía escuchar confesiones, respondió con una verdadera explosión de alegría, que hacía pensar en el festejo de un gol, al saber que tendrían la posibilidad de confesarse. Es difícil olvidar a esa gente que prefiere confesarse de rodillas sobre la tierra, pudiéndolo hacer sentados cómodamente en una silla, y más aún cuando quienes hacen esto son mujeres embarazadas, ciegos, ancianos, etc. Gente que se sacaba los zapatos al acercarse al lugar de la confesión, en señal de reverencia al sacramento. Asombra verlos practicar con el coro durante largas horas ininterrumpidas, incluso a la luz de la luna, para poder cantar mejor en la Misa del día siguiente. Curiosamente, cantaban y practicaban un himno cuyo texto decía: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae las buenas nuevas de gozo, del que anuncia la salvación, y dice a Sión: Tu Dios reina!” (Is 52,7). Más llamativo aun es escucharles decir y repetir enfáticamente: “por favor regresen, recen con nosotros en la lengua que ustedes sepan, pero recen con nosotros…”.


No sorprende demasiado entonces que, durante el transcurso del siglo veinte, el número de católicos en el continente africano haya pasado de 1,9 a 130 millones, lo cual equivale a un 6,708 por ciento de crecimiento. Y la tendencia de crecimiento no disminuye sino que sigue aumentando, sea por el número de nacimientos como por el de conversiones.

Nuestros padres en Ushetu, al igual que las Servidoras, están haciendo una obra verdaderamente fantástica. Correspondería escribir otra circular sobre el trabajo de nuestros misioneros, pero me remitiré para esto a las crónicas y las fotos que incluso se pueden encontrar en el blog de la misión.

Al acercarse la fecha de los primeros 30 años de la fundación del Instituto, con el trasfondo de la misión en Ushetu, vienen a la mente muchos pensamientos, fundamentalmente de profunda gratitud, y por consiguiente de humildad, de esperanza y de confianza en los caminos inescrutables de la Providencia. Por la gracia de Dios, y la respuesta generosa de nuestros misioneros, a lo largo de estos 30 años, el Instituto se ha desarrollado y expandido de un modo que hubiera sido inimaginable en los comienzos.

Es Dios quien nos llevó a Ushetu, ese lugar tan especial. Y también nos llevó a otros lugares, que, como Ushetu, revisten alguna dificultad particular. Estando en África, realmente no podía no pensar en algunas misiones a nosotros confiadas, tales como Vanimo (Papúa Nueva Guinea), Santa Rosa y Charity (Guyana), la Franja de Gaza y Beit Jala (Palestina), Alepo (Siria), Bagdad (Irak), King Mariut, El Fayum y Alejandría (Egipto), Anjara (Jordania), Kalmet (Albania), Skadosk (Ucrania), Groenlandia (Dinamarca), Reykjavík (Islandia), Omsk y Jabarovsk (Siberia, Rusia), Dushanbe (Tayikistán), Shymkent (Kazajistán), Bagong Barrio (Filipinas), Chiquitos y Oruro (Bolivia), Cotahuasi, Chuquibamba y Cabanaconde (Perú), El Guasmo y El Gualel (Ecuador), Vila Guacuri (Brasil), La Pintana (Chile), Los Juríes (Argentina), Ciudad del Este (Paraguay), y muchas otras. Asimismo, pensaba en otro tipo de misiones en las que trabajamos y cuyas dificultades son tal vez menos palpables a primera vista, pero que no por ser más sutiles son menos reales, en las que se debe llevar a cabo la obra de la nueva evangelización, con todos los desafíos que esto comporta.

Uno de los aspectos más atractivos de la Iglesia es su carácter misionero. Por su misma naturaleza, la Iglesia es misionera (cf. Ad gentes 2), lo cual está estrechamente relacionado con su carácter católico y  apostólico.

Pero el hecho que la misión sea siempre tan atractiva no significa que al mismo tiempo no comporte sacrificios. Al contrario, la misión es un testimonio, un verdadero martirio incruento, con la posibilidad, a veces muy real, de que se transforme en martirio cruento. Las cifras de los mártires, particularmente a partir del siglo veinte, hablan por sí solas en este sentido.

Es por esto que nosotros tenemos el deber de recordar y reconocer a aquellos que han anunciado el Evangelio, como también a los que lo hacen en este momento, según nos amonesta la Escritura: “acordaos de vuestros pastores, que os predicaron la palabra de Dios, y considerando el fin de su vida, imitad su Fe” (Hb 13,7). No hemos de olvidar nunca que somos tributarios de la misión apostólica de la Iglesia, de la predicación y del testimonio de tantos de sus hijos más preciados.

Por todo esto, vaya aquí nuestro más sincero respeto, sentida gratitud y profunda admiración hacia todos nuestros queridos misioneros que, de un modo u otro, han hecho realidad en su vida aquello que indicaba el P. Jerónimo Nadal, en relación a los hombres de su Orden:

“Se debe notar que en la Sociedad [Los Jesuitas] hay distintas clases de casas o moradas. Estas son: la casa de la probación, el colegio, la casa de los profesos, y el viaje – y por este último el mundo entero viene a ser (nuestra) casa”.

Muy frecuentemente tenemos el agrado de escuchar de nuestros misioneros: “estoy disponible para ir donde haga falta”. Y cuando hacen falta misioneros para un lugar difícil, por gracia de Dios, nunca faltan quienes se ofrezcan. Por el contrario, en consonancia con nuestra espiritualidad y buscando imitar las virtudes mortificativas de Cristo en la Encarnación (cf. Const. 11), para nuestra edificación, no hace falta esperar para que los ofrecimientos lleguen desde los cuatro puntos cardinales. El mundo entero, al que se ha de predicar el Evangelio, efectivamente se transforma de este modo en la casa de nuestros misioneros. San Luis María, en su súplica ardiente pedía precisamente esto mismo: “Liberos: sacerdotes libres con tu libertad, desapegados de todo… sin bienes, sin estorbos ni preocupaciones, y hasta sin voluntad propia… Liberos: hombres siempre disponibles… siempre prontos a correr y sufrirlo todo contigo y por tu causa, como los apóstoles: ’Vamos también nosotros a morir con Él…’”.


Al celebrar estos primeros 30 años de nuestro pequeño Instituto, no puedo dejar de hacer mías las palabras del Beato Paolo Manna, referidas a los miembros del PIME:

“Admiro, amo, venero este Instituto nuestro ya que más que un Instituto de misioneros, es un Instituto de lanzados al martirio, no al martirio de sangre, que se acaba con una muerte pronta y gloriosa, sino muchas veces a un martirio prolongado, escondido, penoso, que mina lentamente – ¡y no siempre tan lentamente! – las existencias preciosas, generosas de tantos de sus miembros”.

¡El 25 de marzo nos uniremos en una acción de gracias que, con “un corazón y un alma sola” (Act 4,32), elevaremos hacia el Cielo desde los cuatro puntos cardinales!

Confiemos de un modo especial a la Madre del Verbo Encarnado, bajo la advocación de la Virgen de Luján, y al Beato Juan Pablo II, que próximamente será canonizado, a todos nuestros misioneros, nuestras obras y proyectos. Y Que Dios nos dé a todos la gracia de estar a la altura de nuestra llamada.

 (Más fotos AQUÍ – Video de la misión AQUÍ)

En el Verbo Encarnado y su Santísima Madre,


P. Carlos Walker, IVE
Superior General

martes, 11 de marzo de 2014

¿Ordinario o extraordinario?

Toma de posesión de una parroquia

La toma de posesión de una parroquia no tiene nada de extraordinario, es decir, fuera de lo ordinario… La de Génova, sí.

¿Qué es lo ordinario en una toma de posesión? Lo ordinario lo indican las rúbricas: el obispo entrega de las llaves de la parroquia al nuevo párroco, se hace la lectura del decreto de nombramiento, se renuevan las promesas sacerdotales, se le entrega las llaves del sagrario, etc.

El Cardenal Bagnasco al ingreso de la Parroquia
¿Qué fue lo extraordinario? Lo extraordinario, fuera de lo ordinario, de esta toma de posesión está marcado por lo siguiente:

El P. Omar Mazzega
  1. El obispo que presidió la Santa Misa fue el Cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Hay que recordar que dicho cargo es elegido directamente por el Santo Padre (en este caso, fue por Benedicto XVI).
  2. La presencia del superior general del IVE y miembros de su consejo.
  3. La presencia del superior provincial del IVE en Italia.
  4. La presencia de la superiora general de las Servidoras y miembros de su consejo.
  5. La presencia de la superiora provincial de las Servidoras en Italia.
  6. El coro de nuestro seminario de Montefiascone, que viajaron explícitamente para este evento. También cantaron algunas Servidoras venidas del estudiantado de Tuscania por el mismo motivo. Hay que notar que, a pesar de haber cantado solo tres cantos (el resto lo cantó el coro local), fueron elogiados por el Cardenal al finalizar la Santa Misa.
  7. Y lo más notable es que fue también un cambio de congregación: anteriormente los Canónigos Regulares Lateranenses regenteaban la parroquia, presentes desde 1448 hasta la fecha. El IVE, por pedido del Cardenal Bagnasco, se ha hecho cargo de esta parroquia.


Luego se realizó un almuerzo con la participación de gente de la parroquia y sacerdotes, seminarisas y religiosas. El clima de alegría que caracteriza nuestras fiestas es de todos conocido (ordinario)… Aquí fue una novedad (fuera de lo ordinario): es la primera vez que hacemos una fiesta según nuestro estilo habitual. Toda la gente quedó muy contenta por la alegría de nuestros religiosos, muchos de ellos jóvenes.


Un detalle: el Cardenal pidió visitar la casa parroquial. Al regresar se detuvo en la puerta del salón observando el clima de fiesta y de alegría que reinaba: cantaban cantos en varias lenguas: español, brasilero, ruso, inglés y también muchos en italiano, yendo desde el sur hasta el norte de la península y, en especial, genoveses. Posteriormente, manifiestó su contento por todo lo acontecido en este día.

Todo esto hizo de esta toma de posesión algo extra-ordinario, es decir, fuera de lo ordinario.


Agradecemos a Dios y a la Virgen, bajo la advocación de Virgen de la Guardia (festajada en esta parroquia, devoción de Génova debida a una aparición de la Virgen en 1490 sobre el monte Figogna que domina la ciudad y parte del litoral de la Liguria), por este regalo del Buen Dios.


P. Omar Mazzega, IVE.
Génova, Italia.

Paskali y Jesús

La oración humilde

Un día lluvioso, el cielo encapotado y gris. Pero no frío como tal vez podemos imaginarnos. Fresco, digamos. Comenzó a llover a la noche, y continuó una lluvia persistente y mansa. Un día del todo agradable, porque estaba fresco y porque llovía, algo muy necesario para el campo aquí en Ushetu. Como ya habían pasado seis días sin llover, en plena época de lluvias, se estaba esperando el agua que tanto bien le hace a los cultivos.


Niños a la salida de la escuela
Hoy no pude hacer la meditación por la mañana temprano, así que a media mañana, fui a la iglesia con ése fin. Como era tanta el agua que caía, podría estar sólo allí, ya que muy poca gente andaba bajo la lluvia. La iglesia estaba abierta, y vacía. Comienzo a rezar, y al rato de estar allí, se me da por mirar atrás mío, y veo a un niño sentado a unos cinco bancos de distancia. No lo escuché entrar, por el ruido de la lluvia en el techo de la iglesia, pero me imagino que también ha entrado tan sigiloso porque estaba descalzo. Lo saludo, como es costumbre entre cristianos: “Tumsifu Yesu Kristu” (Alabado sea Jesucristo). “Milele amina” (por siempre sea alabado), responde. Y se acerca a donde yo estaba. Luego de un breve intercambio de saludos, le digo que estoy rezando, que si quiere quedarse allí a rezar. Asiente con la cabeza.

Por esas cosas de Dios, el tema que estaba meditando era el de la humildad, y la oración humilde. Se me da por pensar en el niño que estaba al lado mío, sentado, muy callado rezando. ¡Qué buen ejemplo que me ha traído Dios!

Paskali
Le pregunto su nombre. “Paskali”, responde. Por la medallita de la Virgen que lleva colgada al cuello, recuerdo que estuvo entre los que jugaron el campeonato de fútbol el día de la Virgen de Lourdes. Y allí se siguió el siguiente diálogo:

-       ¿Estás bautizado?

-       Si, estoy bautizado.

-       ¿Cuántos años tienes?

-       Ocho.

-       ¿A qué curso vas?

-       Primer grado.

-       ¿Has hecho el catecismo de comunión?

-       No todavía.

-       ¿A qué has venido a la iglesia?

-       A rezar.

-       ¿A saludar a Cristo?

-       Si.

-       ¿Tienes que regresar a la escuela después del mediodía?

-       Sí.

Aquí los niños de la escuela salen al mediodía para que vayan a sus casas a comer algo. Pero hay muchos que son de lugares muy lejanos y quedan dando vueltas por ahí, esperando el momento de reingresar a clases. Muchos de estos, se están acostumbrando a venir a saludar Jesús en el Sagrario en ése tiempo.

Le explico brevemente que en “esa cajita” está Jesús, la Eucaristía. Que como es Dios nos escucha, aunque sólo le hablemos con el pensamiento o el corazón. Le podemos pedir por nuestras necesidades, por la familia, por nuestros padres, hermanos, amigos… para que nos vaya bien en la escuela. A ése Jesús va a poder recibir en la comunión y llevarlo a todas partes, cuando haga el catecismo. ¡Tener a Dios dentro nuestro! Luego le señalo la imagen de la Virgen y le digo lo mismo, que como es nuestra Madre, nos escucha y nos ayuda. Por eso le podemos pedir también por todas nuestras necesidades.

Paskali (a la izquierda) junto a otros niños
Ya con ésta breve catequesis, pienso que podrá aprovechar un poco más al estar allí sentado. Continúo mi meditación, y en momentos me sorprendía que no escuchaba nada, ni sentía ningún movimiento. Por el rabillo del ojo trataba de observarlo, para no distraerlo… y lo veía con los ojos mirando a la Virgen en algunos momentos, y otras veces mirando el sagrario. Así estuvimos largo rato sentados a la par en la iglesia. Me distraje algún momento pensando en la postal que sería para ustedes mirar la iglesia grande, vacía totalmente, y sólo el misionero sentado en los bancos, con un niño de ocho años a su lado, ambos rezando en silencio ante el sagrario.

Me acordaba de la historia del santo Cura de Ars… ante el campesino que pasaba largos ratos en la iglesia mirando al Sagrario, y ante la pregunta del santo, luego de verlo tantas veces allí, recibe la respuesta tan sencilla de “Yo lo miro, y Él me mira”.

La oración del humilde… y pensar en ése niño de ocho años, sin catecismo, casi media hora “hablando” con Jesús y la Virgen. Cuando ya lo veo que comienza a estirarse… me imagino que está un poco cansado, lo invito a que vea las imágenes del Vía Crucis. Le digo que se pare en el banco delante de cada imagen, para poder ver mejor. Allí, como podía con mi swahili, le comencé a explicar un poquito cada estación. Tal vez le servirá a Paskali para rezar después, cuando regrese a la iglesia y no haya nadie.

“¿Este quien es? ¿Y élla quién es?… ¿Porqué lleva la Cruz?” Hasta que llegamos a la primer caída, y le explico que cae por el peso de la cruz. Al llegar a la quinta estación, se suman otras seis niñas que habían entrado en la iglesia y se acercan a la explicación. Así seguimos los pasos de Jesús y su Madre por la vía dolorosa. Ya en  la tercera caída de Cristo, Paskali respondía con gran rapidez: ¿Porqué cae Cristo? – Porque la cruz es muy pesada. ¿Porqué es tan pesada? – Porque también están nuestros pecados.

Terminamos nuestro Vía Crucis explicado con una oración ante el Sagrario. Luego, afuera de la iglesia nos saludamos, les dimos los merecidos caramelos, y les pedí tomarles alguna foto antes de que se fueran, así les podía mostrar a ustedes.

Sobre todo escribo esto, para que puedan ver que estos son consuelos para el misionero. No son grandes cosas, pero finalmente al mirar a Cristo acompañado de esta manera en un sagrario de África, y conversando con unos niños de ocho años… si Él les dedica éste tiempo y se goza en su compañía, cómo no vamos a alegrarnos nosotros también. Y de paso, ya que nuestra oración es incapaz de llegar a los niveles de simplicidad de ellos, me sentí honrado de que me ayudaran en ése intento.


¡Firmes en la brecha!
P. Diego, IVE

Misionar en la Frontera

El 20/1/14, en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae, tuve la inmensa gracia de poder celebrar la Santa Misa con el Papa… con el “Papa, presencia encarnatoria de la Verdad, de la Voluntad y de la Santidad de Cristo”.

Estando en la Misa experimenté la debilidad de la humana natura para soportar emociones demasiado fuertes. Pero, ¿por qué? Porque estuve con Pedro. ¡Cum Petro!

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Me pidieron que dé la Comunión. No me lo esperaba. Solo dos de los presentes tuvimos esta dicha. ¿Por qué nos tocó solo a nosotros? Dios sabe. No había “caído” todavía, cuando, de pronto, veo al Santo Padre encaminarse a besar el ara para dar comienzo al Santo Sacrificio.

En el sermón, Su Santidad hizo un firme llamamiento a la docilidad a la Palabra de Dios y nos previno contra la tentación de hacerle decir a la Escritura lo que uno quiere (en vez de lo que Dios quiere decirnos). A su vez, recordó que incurre en idolatría quien hace “lo que quiere” (en vez de obedecer a Dios).

Terminada la Misa, fue edificante ver al Santo Padre haciendo una prolongada acción de gracias. Luego, vinieron los saludos. Al final, después de meses de espera, me llegó la ocasión de poder tener un coloquio con el Vicario de Cristo. Fueron cinco minutos, pero inolvidables. Pero, ¿por qué inolvidables? Porque fue un coloquio con Pedro. ¡Cum Petro! ¡El dulce Cristo en la tierra!

Luego de presentarme y decirle que soy del Instituto del Verbo Encarnado, y hacerme un par de chistes, me preguntó “¿dónde estás?”. Y le dije: “El domingo me voy a misionar a Taiwán”. Después, me dijo lo siguiente: “¡Sigan yendo a misionar! … ¡A la frontera!…”. Luego, me enfatizó con fuerza la inmensa importancia que debe siempre debe tener la Misión en el IVE.

Ahora bien, la historia no termina acá. Una vez dicho lo anterior, ante mí, el Vicario de Cristo alabó grandemente la actividad misional de nuestra Familia Religiosa. Al escuchar esto, exploté de alegría. ¡No es para menos!

Finalmente, luego que Su Santidad me pidió que rece por él, le pedí su bendición para los Misioneros de nuestra Familia Religiosa en Extremo Oriente. ¡Y nos la dió! Me viene a la mente aquella fórmula pontificia según la cual la bendición apostólica es “presagio de los dones celestiales”. Y, de hecho, es así. No por nada San Ignacio, San Francisco Xavier y los demás primeros jesuitas “se par­tieron á Roma para besar el pié á Su Santidad, y pedirle su bendición y licencia para predicar el Evangelio”.

No lo olvidemos que “en el Papa nosotros vemos a Jesucristo, seguimos a Jesucristo, amamos a Jesucristo” y que “debemos tener una fe ‘amasada en la más estricta docilidad a las directivas y enseñanzas del Papa; una fe llena de presteza en desechar el error percibido aun a través de las más débiles apariencias”.

Roguemos a Dios  “que nadie jamás nos supere en obediencia filial, en obsequiosidad y amor al Papa”[6] y que vivamos siempre el lema de nuestro minúsculo Instituto: “Con Pedro y bajo Pedro”[7].

Agradezco a Dios y a la Virgen la gracia de haber podido recibir la bendición del Papa pocos días antes de ir a misionar al Extremo Oriente.

Con esta bendición, mi envío misional fue confirmado por el mismo Vicario de Cristo.

Deo gratias!

Me encomiendo a vuestras plegarias para asimilar bien la pronunciación del idioma que debo aprender,


P. Federico, IVE