martes, 14 de junio de 2016

¡Que se mueran de envidia!

Ushetu, Tanzania, domingo 29 de mayo de 2016.
Día del Cuerpo y Sangre del nuestro Señor Jesucristo.

Hemos terminado un fin de semana de la Eucaristía, y si por una parte no tendrá mucha diferencia la celebración con otros lugares, por otra cada lugar le da un tinte especial a su fiesta del Corpus. Aquí en la misión ha sido muy especial para mí, como lo fue el año pasado. Será que siempre fue una fiesta que me impresionó mucho por su solemnidad, y entonces verlo por estos lados, y poder enseñarlo me parece algo increíble.
Desde niño recuerdo que nos llevaba mi madre a las procesiones, y me impresionaba ver a todos los sacerdotes revestidos, ver los altares tan adornados… pero sobre todo me impresionaba ver a toda la gente arrodillada en medio de la calle. Esas calles que de ordinario estaban llenas de autos, y gente que miraba a un lado y otro para cruzar, y ahora estaba ocupada por una multitud, de rodillas, y un silencio muy solemne. Siendo niño era algo que me conmovía mucho, me hacía ver que allí, en la hostia había algo… y ése algo, como me lo explicaron desde que tuve uso de razón, era Jesús mismo. Gracias a mi familia que me trasmitió esta fe, especialmente mi abuela materna y tías abuelas, y mi madre particularmente.
Ahora me toca a mí mismo llevar a Cristo Eucaristía, por las calles de mi parroquia, pero no sólo las calles, sino hasta los pequeños senderos en medio de campos cosechados. Una multitud de niños por adelante en dos filas, una multitud de adultos atrás. Y si reflexiono que esto es en una lejana parroquia de Tanzania, ya no tengo calificativos para expresar mi asombro. 
Hemos celebrado el Corpus Christi en dos centros, en Nyamilangano y en Ibelansuha. En cada uno se reunieron todas las aldeas del centro, y por eso hubo más gente de lo común. Ellos mismos preparan toda la fiesta, y se ponen muy contentos de reunirse todos, de verse y sentirse parte de un cuerpo más grande. Preparan una gran fiesta, desde la liturgia, con los coros, los cantos, los adornos, los altares… y hasta la comida, que todos reciben antes de regresar a sus aldeas. Una fiesta grande, comida espiritual y corporal.
Pero quiero contarles brevemente de ambas procesiones, y alguna pequeña reflexión para ambas. En la primera, en Nyamilangano, fue todo preparado con mucho cuidado, y antelación. Ya están acostumbrados porque piden esta ceremonia todos los años, y van rotando en el centro una aldea distinta cada año. Esta vez para poder mejorar algunas cosas de la liturgia, les pedí que tuviéramos una reunión entre semana antes de la fiesta. Ellos siempre arreglan todo lo de la comida, y cada aldea aporta su parte. Pero en la parte litúrgica necesitan mi guía. Allí fui, les dije de los altares, de la ceremonia misma, del orden de la procesión, del respeto que hay que tener… etc. Luego salimos con los catequistas a hacer el recorrido y ver donde irían los altares, eligiendo casas de católicos para esto. Les cuento que desde hace más de cuatro años las procesiones eucarísticas fueron mejorando, porque al principio iban cantando, saltando y gritando alrededor del Santísimo, en una especie de descontrol… como si fueran simpatizantes de un equipo de fútbol. Cada año se les decía, y han ido mejorando… y puedo decir que en esa aldea, la procesión del sábado fue un verdadero ejemplo.
Hoy domingo la procesión ha sido en la iglesia parroquial. Como todos los años tienen esta celebración, ya están más acostumbrados. Sin embargo esta vez la novedad fue que organizaron que sea una fiesta para todas las aldeas cercanas. Y prepararon comida para todos, especialmente los que tienen que venir de lejos y regresar. Invitaron a todos los coros de este centro, y habían cerca de cuarenta coristas.
Pero les cuento algo que me recuerda que el año pasado cuando les relataba sobre esto mismo, es decir la fiesta del Corpus, se me había venido a la cabeza. Es decir que siempre pasa algo, algo que me hace ver que el enemigo está muy enojado con esto. Y este año otra vez, se repite, lo cual va confirmando esta idea, me parece. Por un lado, en la procesión en Nyamilangano, todo iba perfecto, todo en gran orden y con gran participación y alegría en la gente. Cuando estábamos en la primer bendición, en el primer altar fuera de la iglesia, en la puerta de la casa de unos cristianos… en el rezo de las letanías se empieza a escuchar un tumulto entre la gente grande, luego ya fueron corridas y gritos. Estando frente al Santísimo no quise mostrar tanta importancia, pensando que podía ser como el año anterior, del caso de la joven que se hizo ver queriendo simular estar poseída o algo así. Sin embargo empecé a oír que decían: “Nyoka, nyoka!!”, es decir “¡Vívora, víbora!” Ya está, pensé yo, otra vez molestando. Gracias a Dios, no pasó nada, la víbora se fue… y todo siguió su curso.
Lo peor fue esa noche… y perdón que lo cuente así, pero realmente todavía estoy un poco impresionado. Cuando a la noche terminé de rezar las oraciones, ya casi durmiéndome, dejé prendida una pequeña luz solar en mi escritorio y salí para ir al baño. Cuando regreso, en medio de la penumbra alcanzo a ver algo en la puerta de mi cuarto. Me pareció extraño, no había nada antes, me temo que pueda ser algún animal, y voy a prender la luz del comedor. Mi sorpresa fue ver una víbora no muy grande… sí lo suficiente para que me pegue un susto bárbaro. Me impresionó el color, que no había visto nunca, y según mis pocos conocimientos, cuando tienen colores llamativos, suelen ser más ponzoñosas. Estando sólo en la casa, no podía dejar al animal allí para ir a buscar algún palo largo, o azadón, o machete al taller. Tenía miedo que se esconda en alguna parte. 
Lo único que se me ocurrió era usar el cuchillo de la cocina. Mi cuidado era que no me alcanzara la mano… pero bueno, el coraje no sé de dónde salió, y le propiné un corte cuando se decidía a entrar a mi cuarto. Luego de eso ya fue más fácil terminar la faena. Después me costó dormirme, a pesar del cansancio, tuve que revisar todo mi cuarto de nuevo, por arriba y por abajo, en la cama y todas partes. Ahora mismo que les escribo pongo mis pies en alto en la madera de la silla, y cierro la puerta de la habitación. Bueno, pero el sueño vino como una bendición. Tomé algunas fotografías del reptil para poder mostrarla a la gente de aquí, a ver qué me decían. Todos se quedaban muy sorprendidos… una clase de víbora que no es común, aunque la lograron definir como “Mamba” en swahili, e “Ibambahiri” en sukuma. Me dijeron que es muy venenosa. Pero todos se sorprendían mucho, de que estuviera dentro de la casa, que estuviera en la puerta de mi cuarto. A medida que mostraba la foto me daba cuenta más que lo sucedido no era algo común tampoco para ellos. Hoy he dado gracias a Dios todo el día de que no pasó nada. Pero también, me admiro que sea justamente en la víspera de esta fiesta… otra vez una señal recordándonos que “nosotros siempre estamos aquí” y que “donde vayas a hacer bien ahí también estaremos nosotros para evitarlo lo más posible”. Lamentablemente también como parte de la historia de hoy debo contarles que una señora mayor que venía para participar de la Misa y la procesión, que es miembro de la Legión de María, llegaba temprano a la iglesia, y un motociclista la atropelló, produciéndole una fractura expuesta en la pierna. Gracias a Dios ya está en la ciudad de Kahama y esperemos que pueda recuperarse bien y pronto. El motociclista estaba aprendiendo a manejar, en una moto prestada, y viajaba a gran velocidad. Una pena para todos, y hemos rezado por ella.
Revisando los textos de San Clemente Marchisio se su famosa obra, “la Eucaristía combatida por el satanismo”, he recordado que está escrito: “Por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo” (Rom 5,12). Siempre es por envidia, y ¡cómo no se va a morir de envidia al ver todo el bien que se está haciendo! Para nosotros, dice San Pablo, la lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los príncipes, contra los gobernantes del mundo de las tinieblas, los espíritus malignos que habitan en la atmósfera (Ef. 6,10-12). Dice San Clemente: El Hombre-Dios, el Verbo Encarnado, Jesucristo Nuestro Señor habita ahora en el Cielo y en la Santísima Eucaristía. El odio satánico que se dirige esencial e inmutablemente contra el Hombre-Dios no puede más que continuar la lucha ya emprendida en el Cielo. Y tanto más contra Jesús Sacramentado, que vive y reina en ésta tierra, de la que los ángeles rebeldes son príncipes: «el príncipe de este mundo» (Jn 6,60), y en la que tan poderosos son: «las Potestades... de este mundo tenebroso» (Ef. 6,12).
Hoy todo ha terminado con una gran fiesta, la gente muy contenta, y me imagino que el mismo Cristo también, al ver tantas almas en acto de adoración. Luego de toda esta fiesta, seguimos en el oratorio con los niños en medio de juegos y alegría, especial por el día que hemos celebrado. No puedo dejar de agradecer a Dios por tener esta posibilidad como misionero. No dejo de pedir la protección poderosa de María para esta lucha, y la gracia de perseverar en este trabajo tan grandioso de enseñar a tantas almas a recibir los sacramentos, y especialmente a adorar la Eucaristía y participar de la Santa Misa. Y ¡que los demonios se mueran de envidia!
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.

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