En sintonía con el Año jubilar de la Misericordia, el lema de la Jornada para orar por los que oran, es Contemplad el Rostro de la Misericordia. No en vano, esta Jornada se celebra el día de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, porque el Rostro de Cristo nos remonta al Misterio cumbre de nuestra fe:
"Contemplando este rostro nos disponemos a acoger el misterio de la vida trinitaria, para experimentar de nuevo el amor del Padre y gozar de la alegría del Espíritu Santo" (San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, I, 9).
En el Rostro de Cristo, Verbo Encarnado, vemos reflejada la Misericordia de la Trinidad Santísima, que no abandonó al hombre al pecado, antes bien, para su salvación, envió el Padre a su Hijo, que se encarnó por obra del Espíritu Santo.
Quien me ha visto a Mí, ha visto al Padre (Jn 14, 9), dice Jesús. Quien ha visto al Hijo, ha contemplado el Rostro de la Misericordia. Así como el rostro de Moisés quedaba lleno de resplandor cuando bajaba del monte donde había hablado cara a cara con Dios: la piel de su rostro se había vuelto radiante por haber hablado con Él (Ex 34, 29), cuanto más contemplamos el Rostro de Cristo, cuanto mayor trato e intimidad tenemos con Él en el monte de la oración, tanto más se debe reflejar en nosotros el Rostro de la Misericordia:
"Se realiza así también en nosotros la palabra de san Pablo: «Reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más: así es como actúa el Señor, que es Espíritu» (2 Co 3, 18)" (San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, I, 9).
Oremos hoy, por aquellos miembros de la Iglesia, que reflejan el Rostro de la Misericordia con su vida contemplativa, y de manera particular, por estos monjes, para que seamos fieles a tan alta vocación.
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