Escribo solo unas líneas para saludarlos y hacerlos participes de la alegría de haber llegado a la misión. Ya hace 3 semanas que, junto con mi primo el P. Maximiliano Navarro, llegamos a Vánimo, donde nos esperaba el P. Tomás Ravaioli para hacernos conocer e introducirnos en esta apasionante misión de Papúa Nueva Guinea.
Nuestra misión en Papúa es realmente hermosa, se puede hacer muchísimo, la gente es muy dócil, dispuesta, piadosa; su vida es muy sencilla y por eso alegre. Y, por lo que he podido ver, la fe realmente ocupa un lugar en sus vidas; la iglesia, el catequista, el sacerdote tienen un puesto destacado dentro de sus villas.
Cuando llegamos nos recibieron muy bien, con gran alegría. En Yako, una de las villas que atendemos, durante la “ceremonia de ingreso” el líder religioso dijo: “nosotros queremos mucho a “Mama Luján” por eso siempre recibimos con mucha alegría a los sacerdotes que vienen a misionar desde la Argentina”. En Wutum, otras de las villas, al recibirnos nos decían que ellos valoran mucho que vengan sacerdotes de tan lejos para misionarlos, y el catequista hacía ver a la gente, como ellos tienen ser agradecidos al recibir dos misioneros porque hay otros lugares, como dentro de la selva, donde a veces no hay nadie que pueda ir a celebrar la Misa.
El calor, los mosquitos, las privaciones materiales y la distancia no se sufren tanto como yo había entendido, y se sienten muchísimo menos cuando te ves trabajando por la evangelización de estas gentes.
Hay muchísimas cosas que me gustaría contarles, cosas interesantes y llamativas, y no me refiero tanto a lo “exótico” de la cultura, naturaleza y vida papuana, sino más bien a cosas que nos son propias a ambos, a nosotros y a ellos, pero que aquí se da de modo admirable, como por ejemplo la devoción de la gente, el amor a María, la alegría de los niños, el amor al sacerdocio, la participación de la Santa Misa y de la adoración al Santísimo, las confesiones frecuentes y sinceras… Muchas de estas cosas me gustaría compartir con ustedes pero ahora solo quería aprovechar a saludarlos y agradecer.
¿Y agradecer por qué? Porque yo ahora me encuentro misionando, gracias Dios en primer lugar, pero también gracias al esfuerzo y generosidad de tantos que colaboraron para que un día yo pueda ser sacerdote y misionero. Pienso en mis superiores; en mis padres y familia que generosamente me entregaron a Dios y que aún hoy continúan con ese acto generoso; pienso en mis amigos y “padrinos”, que con generosidad me ayudaron económicamente durante mi seminario para que un día yo, y otros tantos, podamos cumplir con el mandato de Cristo “Id y anuncia del evangelio a todas las gentes” (Mc 16,15 ). A todos ellos gracia y que ¡Dios les pague! Ustedes así se han hecho participes de ésta misión en PNG, por eso ahora aprovecho y los invito a que sigan colaborando con esta misión con sus oraciones.
Un fuerte abrazo a todos.
¡Viva la misión y el llamado de Cristo a misionar!
En Cristo y María,
P. Martín Prado, IVE