QUERIDOS HERMANOS:
Dios mediante celebraremos la solemnidad de San Pedro y San Pablo el próximo sábado 29. Es la fiesta mayor de los mayores apóstoles; del que recibió el encargo de apacentar las ovejas del Señor y del que fue llamado para llevar la Salvación hasta los confines de la tierra.
Dos apóstoles distintos en su temperamento, en el inicio de su vocación pero dos apóstoles que compartían muchas cosas:
- Eran pecadores:
-Pedro traicionó a su Maestro, al que había jurado acompañarlo hasta la muerte.
-Pablo persiguió con saña a Jesús en la persona de los fieles cristianos.
- Se arrepintieron:
-Pedro lloró amargamente el haber negado al Señor.
-Pablo se consideraba indigno de ser contado entre el número de los apóstoles.
- Se convirtieron y trabajaron por remediar sus faltas:
-Pedro, confiando en la palabra de Jesús se dedicó a apacentar sus ovejas. Fue a donde lo llevaba el Señor. Llegó a Roma, centro de la universalidad del momento y allí selló con su sangre el testimonio acerca de Jesús. El que negó al Maestro, lo confesó con su sangre.
-Pablo confió en el perdón de Jesús y dejó todo lo demás detrás de él, dedicándose al apostolado: “hay de mí si no evangelizare”. ¡Y qué no soportó por Cristo! “Todo lo soporto por el evangelio”. ¡Y qué cosa deseaba tanto como el estar con Cristo! “Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia”.
Si hay algo que compartían era el amor a Jesús; eso los llevó a dejar todo por Él y por el evangelio: “Todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo.” Es que habían comprendido que el amor de Cristo los había elegido, consagrado y destinado a una misión del todo particular.
El amor de Cristo los impulsaba, los fortalecía, los llenaba de esperanza: “todo lo puedo en aquel que nos conforta.”
Es que el amor a Cristo ha impulsado siempre a los hombres a los mayores heroísmos. Si amáramos a Jesús como ellos ¡qué cosa no podríamos hacer! ¡Qué nos impediría trabajar con generosidad por nuestros hermanos!
Si amáramos a Cristo todo nos parecería poco con tal de servirlo; pero de dónde brota este amor a Cristo: en los dos apóstoles de la convicción que habían sido perdonados por Él.
Pidámosle a estos apóstoles que nos alcancen la gracia del amor a Cristo; para lo cual necesitamos antes la convicción que el Señor nos perdona.
Quisiera transcribir el himno que rezamos en el Oficio de lectura en la solemnidad; es hermosísimo por mostrarnos a los dos apóstoles tales como son:
Pedro, roca; Pablo, espada. Pedro, la red en las manos; Pablo, tajante palabra. Pedro, llaves; Pablo, andanzas. y un trotar por los caminos con cansancio en las pisadas. Cristo tras los dos andaba: a uno lo tumbó en Damasco, y al otro lo hirió con lágrimas. Roma se vistió de gracia: crucificada la roca, y la espada muerta a espada. Amén
Hoy recemos por nuestro Santo Padre el papa, sucesor de San Pedro, príncipe de los apóstoles, quien es el encargado de velar por el pueblo de Dios.
Dios los bendiga. Rezo siempre por ustedes.
P. Raúl Harriague IVE